dimanche 31 mai 2015

INVITATION à la commémoration du 21 ème anniversaire de l'assassinat des Evêques, prêtres, religieux et laîcs à Gakurazo (Rwanda)


INVITATION


Commémoration du 21ème anniversaire de l'assassinat des
Évêques, prêtres, religieux et laïcs à Gakurazo (Rwanda).
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MgrVincent Nsengiyumva, Kigali
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Mgr Thaddée Nsengiyumva, Kabgayi
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Mgr Joseph Ruzindana, Byumba
                           

Il y a 21 ans, le 05/06/1994, à la fête du Saint-Sacrement, ont été  assassinés à Gakurazo (au centre du Rwanda) 3 évêques, 10 prêtres et 1 religieux-frère avec deux jeunes dont un enfant de huit ans. A ce jour, aucune commémoration n'a jamais été organisée en leur mémoire au Rwanda.

A l’occasion du 21ème  anniversaire de leur mort, l'association AMEVIGAR et les amis des disparus organisent une cérémonie de commémoration en leur honneur. Cette cérémonie aura lieu à Orléans (France) du 20 au 21 juin 2015 . L'adresse vous sera communiquée prochainement.

Vous êtes cordialement invités.

Programme:
  • Samedi 20/06/2015, de 18 H 30 à 19 h 30: Veillée de prière pour la paix, la réconciliation et l’amour au Rwanda, pays des mille problèmes.
  • Dimanche 21/06/2015 à 11 H 00: Célébration eucharistique en mémoire des Innocents de Gakurazo et d'autres victimes des tueries au Rwanda.
  • Après la messe, une conférence-débat animée par Mr DUKUZEMUNGU Emmanuel suivi d'un pot d'amitié.

Contact:
Mr Dukuzemungu Emmanuel, tél. : +33(0) 6 67 51 57 39

samedi 16 mai 2015

mercredi 6 mai 2015

RUANDA: Asesinato en Gakurazo de 15 civiles, 13 eclesiásticos y dos muchachos



El 5 de junio de 1994, el FPR asesinó a 3 obispos, 9 sacerdotes
1 religioso y dos muchachos, uno de ellos de 8 años



Testimonio
de
Emmanuel Dukuzemungu,
Unico superviviente.


Fin de la redacción: 05 de junio de 2000
Publicación: Juniode 2014, con ocasión de la conmemoración en Orléans (Francia) del vigésimo aniversario del asesinato  de Gakurazo.



Sumario


       0. Prefaci
1.      Introducción.
2.      Afluencia de desplazados de guerra a Kabgayi.
3.      La Diócesis se moviliza en favor de los desplazados. 
4.      La toma de Kabgayi por el FPR, el jueves 2 de junio.
5.      Caemos prisioneros el jueves 2 de junio.
6.      Conducidos a destinos desconocido, la noche del 2 de junio.
7.      Tambwe, nuestra cárcel, viernes 3 de junio.
8.      Una nueva vida soportada y aceptada, sábado 4 de junio.
9.      Llevados a Gakurazo, domingo 5 de junio.
10.  El paseo de la Providencia hacia las 17h.
11.  Convocatoria para reunión de la muerte, hacia las 19h. 
12.  Croquis del lugar del asesinato de Gakurazo.
13.  Se descubre mi escondite.
14.  La lista de las 15 vícitmas:
15.  Una parodia de oración, a la mañana del lunes 6 de junio.
16.  Preparación de los funerales, lunes 6 de junio. 
17.  Ceremonia de los funerales, martes 7 de junio.
18.  Los servicios de información del FPR se activan. 
19.  Las lenguas de las tres muchachas se sueltan.
20.  Proyectos de evasión.
21.  Visita inesperada del Padre  Vjecko, miércoles 22 de junio.
22.  Orden de abandonar Gakurazo, jueves 23 de junio.
23.  De Ruhango hacia Rwabusoro (Bugesera), sábado 25 de  unio.
24.  Los Inkotanyi vienen a por mí, noche del lunes 27 de junio.
25.  La visita del cardenal Etchegaray a Kabgayi, marte3s 28 de junio. 
26.  De Rwabusoro a Rwamagana (Kibungo).
27.  Triste noticia del asesinato del Hermano Balthazar Ntibagendeza.
28.  Evasión por Burundi, 30 de julio. 
29.  Estancia en el Seminario Mayor de Bujumbura.
30.  Inseguridad en Burundi y emboscada de la milicia tutsi « sans échec ». 
31.  Evacuaación y llegada a Francia, 8 de diciembre. 
32.  Annexo: Algunas referencias geográficas e históricas. 


0 Prefacio

El testimonio que sigue, traducción del original en kinyarwanda, fue redactado los días posteriores a los hechos acaecidos en Gakurazo el 5 de junio de 1994. Aunque difundidas 20 años después, junio de 2014, las informaciones disponibles en la época en que fueron redactadas han suido mantenidas tal cual. El lector no enterado sobre Ruanda podrá encontrar en un documento anejo, algunas referencias geográficas e históricas que le permitirán situar los hechos relatados.


El dossier « Gakurazo » está bien documentado ya desde 1994. Forma parte de los documentos que han permitido a una Comisión de expertos concluir que el FPR había “perpetrado graves violaciones de derecho internacional humanitario y crímenes contra la humanidad”. Las conclusiones de esta Comisión de la ONU han influido grandemente en la creación del TPIR, Tribunal Penal Internacional para Ruanda, basado en Arusha. Este tribunal fue creado para “garantizar que las personas responsables del genocidio y otras violaciones graves cometidas en Ruanda en 1994 fueran juzgadas ante un tribunal independiente e imparcial”. El tribunal a investigado durante más de 10 años los crímenes cometidos por elementos del FPR y ha reunido testimonios y pruebas concretas que los incriminan. Actualmente, como los subraya Human Rights Watch en carta dirigida al fiscal general del TPIR y hecha pública el 1 de junio de 2009, “el Tribunal ha juzgado únicamente a personas altamente responsables del genocidio ruandés de 1994 y no ha intentado perseguir judicialmente a los oficiales del FPR, aunque el tribunal poseía jurisdicción para juzgar sus crímenes”.  

El Fiscal general, Hassan Jallow- Fuente: RFI

En lugar de proceder a llevar estas acusaciones ante el tribunal basado en Tanzania, el Fiscal general Hassan Jallov decidió en junio de 2008 transferir a Ruanda los dossiers de los sospechosos del FPR para que fueran perseguidos judicialmente en Ruanda. Y, sin embargo, en esa época “dos de las salas del Tribunal acababan de rechazar las demandes de traslado a Ruanda de asuntos relacionados con el genocidio arguyendo que el sistema judicial ruandés no podía garantizar un proceso equitativo”(1)

Las autoridades ruandesas, en el proceso de los oficiales del FPR, detuvieron a cuatro oficiales militares en junio de 2008 y los acusaron de crímenes de guerra por los asesinatos de 1994 de 15 civiles, entre ellos 13 eclesiásticos y un muchacho de 8 años. Como resultado del proceso, calificado por HRW como “parodia de justicia con connotaciones políticas”, dos de los oficiales confesaron el asesinato y fueron condenados a ocho años de cárcel (pena reducida a cinco años en apelación). Dos oficiales superiores fueron absueltos. Era el 24 de octubre de 1008.

Desde entonces, HRW ha reclamado en numerosas ocasiones “la evaluación oficial de este proceso” y ha exhortado al Fiscal general Hassan Jallov “a retomar el asunto y a juzgarlo con acuerdo a las pruebas disponibles”. Este requerimiento no hacía sino descansar sobre la declaración del mismo Jallov. Se recordará que en un informe al consejo de seguridad de la ONU en junio de 2008 Jallov se había comprometido a “observar de cerca el proceso ruandés contra el FPR y a retomar el asunto en caso de que los procedimientos no respetaran las normas internacionales”. 

No tenemos noticia de que el requerimiento haya tenido respuesta alguna hasta hoy.

Paul KAGAME- Fuente: theguardian.com


Antiguos altos cargos del FPR han comenzado a testificar. Es el caso del Doc. Théogène Rudasingwa, antiguo secretario general del FPR y jefe del gabinete presidencial que afirma que Paul Kagame, actual Presidente de Ruanda, ordenó personalmente el asesinato de civiles en Gakurazo y que tiene una responsabilidad directa y personal.

¿Existiría una relación directa entre la implicación directa de las más altas autoridades ruandesas y el abandono por parte del Fiscal general Hassan Jellov de la persecución de los crímenes cometidos por el FPR que, sin embargo, recaen bajo la jurisdicción del TPIR? La historia nos lo dirá. En cualquier caso, tal y como lo destaca la organización no gubernamental HRW, “abstenerse de abordar… el asesinato por miembros del FPR de decenas de miles de civiles culminaría en una impunidad dramática con relación a los graves crímenes cometidos en 1994, y dejaría a numerosas personas con el sentimiento de una justicia parcial y partidista, o ‘justicia de vencedores’. Semejante resultado perjudicaría seriamente eel cumplimiento de los objetivos del Tribunal”.

Los esfuerzos de las organizaciones no gubernamentales de defensa de los derechos humanos, como HRW, para poner de relieve las incoherencias del TPIR muestran perfectamente que existe un malestar ante lo que puede considerarse como un escándalo del siglo. Efectivamente, la comunidad internacional da la impresión de haber creado para Ruanda un Tribunal único en su género para garantizar la impunidad a los protagonistas favorecidos durante la guerra y no para castigar a todos los culpables. “A diferencia del TPIY que aportó cargos contra cada uno de los protagonistas, en el TPIR solamente los miembros del antiguo gobierno ruandés y de las antiguas fuerzas armadas ruandesas han sido acusados”.

Se puede preguntar si de verdad los poderosos de este mundo están inter4esados por el problema ruandés. En lugar de entender el drama ruandés en su globalidad y de ayudar a eliminar el mal en su profundidad persiguiendo a todos los culpables, algunas potencias han optado más bien por una especie de mascarada que obedece a lógicas inconfesables. ¿Cómo explicar, si no, las notorias incoherencias de Hassan Jallov cuando toma la decisión de transferir el dossier de Gakurazo a Ruanda? ¿Sin olvidar el ensordecedor silencio de la ONU incapaz de llamar al orden a un Tribunal creado por la misma ONU? La respuesta está en la constatación del Prof. Peter Erlinder (2) cuando se subleva contra lo que califica de “manipulaciones políticas manifiestas…(que) han transformado el Tribunal para Ruanda en un instrumento de las grandes potencias para su política extranjera más que en un ejemplo que debería ser seguido por la justicia internacional”. No hay, en cualquier caso, otras posibles explicaciones si recordamos lo que sucedió a Carla del Ponte cuando quiso, apoyándose en pruebas irrefutables, entre ellas sobre el asesinato de Gakurazo, aplicar una justicia imparcial. Esta antigua Fiscal Jefe del TPIR fue destituida de su puesto en 2003 porque había sugerido que “las dos partes habían cometido crímenes” y había recomendado públicamente “que las dos partes en conflicto debían responder de sus crímenes conocidos bajo el nombre de “genocidio ruandés”

Brig. Gen. Innocent KABANDANA- Fuente: umuvugizi.com

La presencia en suelo americano de un sospechoso es otro ejemplo chocante. El general Innocent Kabandana, señalado con el dedo por la señora Espérance Mukashema (3) como siendo uno de los cerebros de los asesinatos de Gakurazo es hoy Encargado de negocios en la embajadade Ruanda en los EEUU. El testigo afirma que “éste formaba parte también del grupo que llevó a los obispos el 5 de junio de 1994. Era teniente y formaba parte de las personas a las que se llamaba “los psis””. 


Eran personas que organizaban reuniones. Kabandana participaba en la toma de todas las decisiones; no podía ignorar este proyecto de asesinato, en el que estuvo activamente implicado”.

Ya es hora de que esas potencias asuman su responsabilidad ante el pueblo ruandés y ante el mundo entero, ya que sería anormal que la guerra de Ruanda fuera “la única guerra en la historia donde un solo protagonista cometió crímenes durante la guerra”. ¿Para qu´r habrá servido el TPIR, si esta creación de la ONU para Ruanda, única en su género no ha logrado rechazar “la impunidad judicial erigida”? Sea como sea, la comunidad internacional jamás podrá decir que no estaba al corriente puesto que las investigaciones judiciales han reunido “testimonios y pruebas concretas”.

La actitud de la Iglesia ruandesa merece una atención especial. Siendo como es la primera concernida por el dossier Gakurazo, debido al rango que ocupaban la mayoría de las víctimas en el seno de la jerarquía, la Iglesia ruandesa, sin embargo, ha optado por el silencio completo y, en consecuencia, complaciente. Ciertamente el contexto político es difícil. No obstante, una declaración oficial emanada de la conferencia episcopal y fijando la posición y las expectativas de la Iglesia sobre el drama de Gakurazo habría servido de referencia y testimonio. Sin embargo, hace ya 20 años que las víctimas de Gakurazo esperan una sepultura digna de los hombres y que, concretamente, dos obispos sean enterrados en sus catedrales respectivas como lo quiere la tradición. ¿Dónde están esas gestiones? ¿No existe el peligro de que la memoria colectiva y la historia ruandesas retengan que justo en el momento en que eran precisas la valentía y tenacidad, La Iglesia prefirió, más bien, el confort y la ligereza con el poder establecido?

Es más que urgente que unos y otros recuerden que la única dueña de nuestras conciencias es la Verdad y que el peor enemigo para Ruanda es el que, venga de donde venga y sea cual sea, trate de apropiarse de las conciencias y hacer de ellas sus esclavas.

La historia no retiene más que aquellos que, incluso en el dolor e incomprensión, hacen la buena opción, la de servir solamente a la verdad.



1 Introducción

Soy el único superviviente de una tragedia que terminó con la vida de 3 obispos, 9 sacerdotes, un religioso y dos muchachos, uno de ellos un niño de unos 7 años. Sucedía en un domingo, el 5 de junio de 1994, en Gakurazo, municipio de Mukingi, prefectura de Gitarama (4), en una comunidad de religiosos. Esta masacre fue perpetrada por el FPR y, rápidamente, fue presentada como un acto aislado proveniente de algunos elementos no identificados. 

Poca gente está al corriente de los hechos de los que fui testigo; hechos que quiero hacer públicos.
  

¿Qué pasó realmente?

2. Afluencia de desplazados de guerra en Kabgayi, viernes 7 de abril de 1994.




Abril de 1994: Desde hacía 9 meses, yo vivía con otros sacerdotes en la parroquia-catedral de Kabgayi (prefectura de Gitarama), donde ejercía mi ministerio



La Parroquia-Catedral de Kabgayi: Fuente :Cath-ne.ch

El viernes a la tarde del 7 de abril, al día siguiente del asesinato del presidente Juvénal Habyarimana, quedamos sorprendidos por la afluencia de fugitivos, en su mayoría mujeres y niños. Nos dijeron que huían de la capital, Kigali, a causa de las masacres. Estaban en el patio de recreo de la escuela primaria, en frente de la catedral. Había quienes solicitaban alojamiento por una noche antes de proseguir al día siguiente su camino hacia sus prefecturas de origen (Butare, Cyangugu y Kibuye). Otros pedían directamente ser alojados en permanencia. Entre estos últimos había sobre todo tutsi que tenían miedo de regresar a sus lugares de origen. Estaban luego los hutu originarios de Byumba que no habían podido ir desde Kigali hacia su región a causa de relanzamiento de los combates en ella. 

Veíamos llegar también vehículos que transportaban a familias de militares y a dignatarios del régimen. 

En pocas semanas, todos los locales de Kabgayi, obispado y centros escolares, estaban repletos de fugitivos. Ya no venían solamente de Kigali sino de municipios de Gitarama y de otras prefecturas, sobre todo de Kibuye y Kibungo. A principios de junio, había en Kabgayi entorno a treinta mil refugiados.

3. ¿Cómo viven? La Diócesis se moviliza

Tras la llegada de los refugiados, JMV Rwabilinda, vicario general del obispo Thaddée Nsengiyumva, convocó una reunión. Participaron en ella los sacerdotes de la parroquia/catedral de Kabgayi de la que yo formaba parte y los directores de los centros que estaban bajo la autoridad directa o indirecta de la diócesis, a saber, los seminarios mayor y menor, las comunidades religiosas, el hospital y las escuelas secundarias.

Objeto de la reunión: ¿cómo ayudar lo más rápidamente posible a los refugiados? Lo más urgente era encontrar víveres para los niños, tanto más cuanto que no veíamos cuándo y cómo podrían llegar las ayudas desde el exterior. Los ecónomos fueron invitados en consecuencia a utilizar los stocks de las diferentes comunidades y a suministrar lo necesario.

A algunos de entre nosotros se les confiaron funciones exigidas por las circunstancias. Al sacerdote Alfred Kayibanda el papel de vigilante de la seguridad de los refugiados mientras que el doctor Oswald, director de la ES (6) se ocupó del cuidado de los enfermos. En cuanto al Vjecko, misionero franciscano croata, párroco de Kivumu, que no estaba presente en la reunión, se le confió la tarea de búsqueda de ayudas en donde fueraa posible.

Antes de terminar la reunión, se trató de la cuestión del rol de los poderes públicos. Era evidente que la Iglesia no podría, ella sola, ocuparse de los problemas del momento. Era necesario que los poderes públicos asumieran su función en cuanto a la seguridad de la gente y a la entrega de certificados o pases a las personas que se ocupaban de los refugiados. El sacerdote JMW Rwabilinda se encargó de ser nuestro portavoz ante las autoridades provinciales. Prometimos volvernos a reunir en los días futuros. 

Es en estas condiciones como nació lo que se ha convenido en llamar “Comité de acogida de los desplazados de guerra de Kabgayi”. Este comité  tendrá posteriormente un protagonismo capital cuando las ONG como PAM (Programa Alimentario Mundial) y CRS (Catholic Relief Service)  vendrán a Kabgayi a trabajar con los refugiados. El Comité será su interlocutor privilegiado. Las autoridades de la prefectura terminarán también por trabajar  con él para todo lo relativo a las ayudas a los refugiados. Sucedió cuando los refugiados de Byumba serán obligados a abandonar Nyacyonga, cerca de Kigali, y fueron instalados en Kamonyi en el municipio de Taba y en el nuevo estadio de Gahogo en el municipio de Nyamabuye.

Los días siguientes, las ayudas en víveres, medicamentos y materiales llegaron a Kabgayi gracias al padre Vjecko que los traía de Bujumbura (Burundi). Es el momento en que François Muligo, párroco de la catedral se encargó de acompañar los camiones que desde Akanyaru (frontera entre Ruanda y Burundi) traían las ayudas. A mí me toca gestionar los stocks instalados en el economato de Kabgayi y en la parroquia de Kivumu. Las ayudas las daba el PAM de Bujumbura. Poco a poco aumentaron, lo que no impedirá las dificultades en su distribución a causa del número creciente de refugiados o porque los jefes de sección no lograban ya gestionar los campos.

Sin embargo, el problema mayor fue el de la inseguridad. Interahamwe (7) provenientes de Kigali y algunos políticos que pasaron por Kabgayi consideraban que era absurdo que la Iglesia tomara a su cargo a estos refugiados. Para ellos, Kabgayi era un foco lleno de enemigos y traidores. Hay que confesar que si bien los interahamwe no se atrevieron a atacar abiertamente Kabgayi, hombres y adolescentes desaparecían. Alfred Kayibanda con un coraje extraordinario pudo salvar vidas humanas, pero no todas.

La psicosis ligada a la guerra gana terreno

Sucedió que, desde el 11 de abril, “el gobierno de transición”, obligado a huir de la capital Kigali, se había instalado en Gitarama.  Esperamos que la presencia de estos altos dignatarios alejaría los combates de la región. Pero, al final del mes de mayo, algunos signos nos hicieron darnos cuenta de que el futuro era más bien incierto.

En efecto, al mismo tiempo que la RTLM (Radio televisión de las mil colinas) manipulaba la población haciéndole creer que las FAR (fuerzas armadas ruandesas) controlaban la situación, una oleada de refugiados llegó en masa a Kabgayi. Esta vez la gente huía de los combates que se desarrollaban en el centro de la capital y las poblaciones inundaban la carretera que une Kigali a Butare para pararse en Kabgayi. Esta gente nos comunicaba que el aeropuerto de Kanombe e incluso algunos barrios de la ciudad, entre otros Kacyiru, habían caído en manos de los Inkotanyi (8). Los que captaban las emisiones de radios extranjeras y de radio Muhabura de los Inkotanyi afirmaban que la región entera de Kibungo, en el este del país, así como el Bugesera y Kigali sur ya no estaban controladas por las FAR. Los Inkotanyi tendrían como objetivo subir hacia el centro del país, invadir en consecuencia Gitarama y Kabgayi  pasando por Ruhango (municipio de Tambwe), que distaba solamente 15 km del lugar en que nos encontrábamos.

A partir del 30 de mayo, se precipitan los acontecimientos

Ruhango acababa de caer en manos de los Inkotanyi. La noticia fue confirmada por los conductores de camiones, que habían salido para cargar víveres en Akanyaru y habían tenido que dar media vuelta. La carretera Kigali – Butare era impracticable. 

Estábamos aislados: la penuria se instaló y cada día nos era más difícil gestionar los stocks de víveres a causa de la falta de suministros.

4. Toma de Kabgayi por el FPR, el jueves 2 de junio

Tres días más tarde, el jueves 2 de junio al amanecer, me despiertó un terrible ruido: se oían armas pesadas muy cercanas a Kabgayi. Hacia las 10 la situación se hizo preocupante. Si bien las armas pesadas se habían callado, las armas ligeras tomaban el relevo y su crepitar se amplificaba. Este ruido hizo que temiéramos lo peor: pensamos en la masacre de los refugiados. Desde hacía un cierto tiempo, en efecto, nos habían llegado rumores orquestados por los interahamwe: no esra normal que Kabagayi fuera un bastión de los tutsi cuando en otros lugares se “había trabajado”. Este término estaba en boga y quería significar saquear y pillar los bienes de los tutsi y hutu considerados como traidores y condenados en su mayoría a muerte. Nos enteramos además, según estos mismos rumores, que Kabgayi sería reducida a ruinas si los Inkotanyi proseguían sus ataques. Fue la razón por la que pensamos que se estaba masacrando a los refugiados. Pero, no se trataba de masacres, esra que, más bien, los combates se habían aproximado de nosotros.

En efecto, hacia las 11, estando yo en el patio del obispado con otras personas, vimos a unos militares en la muy cercana colina de enfrente, Gihuma, encima del mayor de los campos de refugiados instalados en el Centro San Kagwa. Los tomamos por militares del ejército oficial, pero, he aquí que los guardias (soldados) que estaban en la entrada del obispado así como otras personas alojadas en él desaparecieron repentinamente. La huida de estos soldados reveló la existencia de algo anormal, lo que, por otra parte, provocó cierto enloquecimiento de las personas presentes en el obispado.

Al mismo tiempo oímos un intenso clamor que subía del campo de refugiados del Centro San Kagwa. Un súbito pavor nos invadió: no eran militares del ejército regular los que veíamos en la colina de Gihuma sino Inkotanyi que comenzaban a rodear Kabgayi.

En el obispado no éramos muy numerosos; se habían marchado muchos. No quedamos más que los sacerdotes, los obreros y algunos refugiados, entre ellos los obispos Vincent Nsengiyumva y Joseph Ruzindana. Los dos obispos, Vincent Nsngiyumva (Kigali) y Joseph Ruzindana (Byumba), habían llegado a Kabgayi  a mediados de mayo. Huían de la capital donde se estaban intensificando los combates. Camino de Roma, para el sínodo de los obispos africanos, Joseph Ruzindana había sido retenido en la capital a causa del atentado del 6 de abril contra el avión del presidente Juvénal Habyatimana. 

En el obispado había también miembros de la familia del obispo Thaddée Nsengiyumva, acogidos desde hacía meses tras haber sido expulsados de Byumba a causa de la guerra de 1990.

El obispo Thaddée Nsengiyumva nos aconsejó que saliéramos y nos dijo que él partirí el último. Fue la razón por la que quienes se encargaban de los niños refugiados de Byumba comenzaron a colocarlos en los vehículos de la diócesis aparcados en el economato. En cuanto a nosotros los sacerdotes, nos precipitamos sobre el ecónomo general, el sacerdote Sylvestre Ndaberetse, para que nos diera algo de dinero. Emmanuel Uwimana, rector del seminario menor, vino para convencerme de que él y yo debíamos ir provisionalmente a Kayenzi a su casa hasta que las cosas se aclararan en Kabgayi.

Todo el mundo se puso en movimiento. Mientras unos se precipitan para obtener gasolina, otros hicieron sus maletas. Yo mismo fui a por gasolina y tuve la suerte de estar entre los primeros. Solo me quedaba hacer rápidamente la maleta y unirme, tal y como habíamos convenido con el compañero Emmanuel en el seminario. Pero, he aquí que los obreros de la parroquia gritaron y me llamaron: “están rompiendo los cristales de su vehículo”. Fui y vi, desde el portal,  efectivamente a un grupo de gente que había rodeado el vehículo y que exigía: “el propietario debe darnos la llave de contacto”. Me di cuenta enseguida de que se trataba de refugiados que habían venido de los campos. Uno lanzó al resto: “no toquéis el coche, es del cura”. Comencé a salir del portal para impedirles, cuando mi compañero Alfred, que había seguido todo desde la ventana me aconsejó que no me arriesgara. Vi marcharse el vehículo y olvido mi salida con Emmanuel a Kayenzi.

Minutos después asistimos a un sorprendente espectáculo. Frente a nosotros, proveniente de la escuela primaria, una larga columna de refugiados, encuadrada por militares, avanzaba lentamente, en silencio, y se dirigía hacia la carretera principal.

Después de esta salida, todo Kabgayi cayó en el silencio. Nada se movía. Se veían individuos vestidos de militares que circulaban. Eran esbeltos y delgados; sin duda alguna se trataba de Inkotanyi. Podrían confundirse con militares del ejército regular, pero no, llevaban boinas ligeras y viseras, botas o deportivas. 

Alfred y yo observamos todo esto desde una ventana de nuestro piso.

Hacia las 13h vimos que llegaban tres Inkotanyi y se detenían ante la Basílica, frente a nosotros.  Comenzaron a llamar por su nombre al sacerdote Fidèle Gahonzire (capellán del hospital que vivía en el presbiterio). Le pidieron que viniera y se marchara con ellos. Lo llamaron varias veces sin obtener respuesta. Vinieron y golpearon fuertemente el portalón, pero nadie lo abrió. Insistieron diciéndonos que no tuviéramos miedo de acercarnos a ellos y pidieron que abriéramos. He aquí que un hombre se introdujo en nuestra casa por la puerta que daba al obispado. No supimos  por dónde había podido acceder. En cuanto lo vi lo reconocí ya que formaba parte de un grupo de refugiados que venía a ayudarnos en el economato general. Nos encaró de modo desafiante y preguntó que quiénes éramos. No dijimos nada. Una de las tres muchachas presentes tomó la palabra y explicó quiénes éramos. El Inkotanyi no escuchó y prosiguió su camino pasando por la gran puerta del presbiterio y abrió el portal a los otros tres.

Allá, delante del atrio de la Basílica, había tres Inkotanyi. Alfred Kaybanda hizo que decidiéramos ir hacia ellos a saludarlos, no sin cierto grado de desconfianza. Nos hicieron algunas preguntas sobre nuestra profesión. Yo di media vuelta y fui rápidamente a prevenir al obispado. Encontré a todos en el patio.

Minutos más tarde se nos juntaron todos los que yo había dejado detrás. Los Inkotanyi preguntaron quiénes éramos. Así es como se enteraron de la presencia entre nosotros de tres obispos: Vincent Nsengiyumva (Kagali), Joseph Ruzindana (Byumba) t Thaddée Nsengiyumva (Kabgayi). Había también sacerdotes. En primer lugar, los de más edad, a saber Denys Mutabazi, herido durante la guerra y llegado desde Nyundo para curarse e Innocent Gasabwoya, antiguo vicario general de Monseñor André Perraudin, obispo emérito de Kabgayi. Luego, los dos más jóvenes, Bernard Ntamugabumwe y JMV Rwabilinda. 

Pero, no solo había clérigos. La mayoría de los empleados del obispado, entre ellos las hermanas franciscanas que se ocupaban de la intendencia seguían allá. Se veían también algunos refugiados de los que habían llegado desde Byumba. Hay que decir que prácticamente no quedaban más que los habitantes de la casa cuando los Inkotanyi entraron en el obispado. Los refugiados que habían estado alojados desde hacía varias semanas habían tenido tiempo, casi todos, de huir.

5. Somos hechos prisioneros el jueves 2 de junio

Así pues, estábamos todos ahí, en el patio del obispado, en frente de las oficinas del obispo. Los Inkotanyi nos pidieron que saliéramos del obispado. Conducidos por los Inkotanyi pasamos por la puerta del presbiterio y desembocamos en la Basílica. Nos detuvieron delante de la imprenta. Instantes después, otras personas, entre ellas los hermanos Joséphites (10) y unas religiosas que vivían en Kabgayi se unieron a nosotros. Formamos un grupo de unas cien personas. Estabamos a la espera de la decisión de nuestros nuevos amos y  he aquí que los obispos fueron separados del grupo. Los vimos marchar con los Inkotanyi y luego alejarse con ellos como dando un paseo. JMV Rwabilinda, François Muligo, Innocent Gasabwoya, Denys Mutabazi y Jena-Baptiste Nsinga (superior general de los joséphites) los siguieron. Tomaron la carretera que rodeaba la casa de los Hermanos Joséphites para desembocar en la carretera principal y luego tomaron la dirección de la escuela de enfermeras.

Nosotros nos quedamos a la espera de las órdenes de los Inkotanyi. Nadie decía una palabra; nuestros rostros daban fe de nuestra aprensión. Los Inkotanyi deambulaban a nuestro derredor, nos miraban a la cara con curiosidad. Entre ellos había un joven de unos 14 años que nos miraba con desprecio. 

Mi atención se centró en esos soldados, Inkotanyi, de los que había oído hablar hacía mucho tiempo. Realicé que eran seres humanos como nosotros y hablaban nuestra lengua. No obstante, no podía olvidar sin sentir pavor las advertencias  de Radio Ruanda: ¿esos hombres seran de verdad malvados que asesinaban salvajemente a quienes atrapaban? Al mismo tiempo, la presencia de los que estaban conmigo me reconfortaba.

Pasado cierto tiempo, uno de los Inkotanyi nos dijo que abandonáramos el lugar y fuéramos a las regiones donde ya no había combates, sea a Byimana, sea a Ruhango. Fidèle Gahonzire fu a verle y le pidió si puedían permitirnos hacer antes nuestras maletas. Recibido el permiso, regresamos al presbiterio donde encontramos nuestros apartamentos saqueados. Los Inkotanyi celebraban una fiesta con nuestras reservas de alimentos y bebidas. 

Nosotros no teníamos ganas de comer. Nos dimos prisa para terminar de hacer nuestros bagajes bajo la mirada ávida de los Inkotanyi que controlaban todo. Ya no teníamos intimidad alguna. Allá donde ibas te seguían y veían todo lo que te llevabas. Una vez las maletas preparadas y depositadas en el patio, nos las hicieron abrir de nuevo. 

Antes de marcharnos esperamos el regreso de los obispos y sacerdotes que todavía no habían vuelto. La presencia de François Muligo nos era indispensable ya que era él el que tenía la llave de contacto de la camioneta aparcada en el patio del presbiterio y nosotros contábamos poder cargar nuestros equipajes en ella. Otras personas, el sacerdote Bernard Ntamugabumwe y varias religiosas se habían unido a nosotros y planeamos marchar juntos. Nuestra espera duró toda la tarde, cuando los Inkotanyi nos anunciaron que la salida había sido retrasada hasta el día siguiente.

Algunos comienzaron a retirar sus bagajes cuando, repentinamente, oímos el silbido de una bomba que caía no lejos de donde nos encontrabamos. El tremendo ruido provocó un enloquecimiento: corrimos hacia las puertas tratando cada uno de esconderse. Al menos tres veces las bombas cayeron sobre Kabgayi. Ignorábamos quién las lanzaba pero sin duda se trataba del ejército regular que quería tomarse la revancha. Nos escondimos en las diferentes piezas del presbiterio. Nadie hablaba, temíamos que una bomba cayera sobre nuestras cabezas.

6. Noche del 2 de junio: conducidos a un destino desconocido


Éramos unas cincuenta personas amontonadas en el vestíbulo y en otras dependencias del presbiterio.
Hacia las 19h00, oímos que se abría la puerta de entrada al presbiterio, pasos y voces. Eran los Inkotanyi que traían a los obispos y sacerdotes. Como chocaban con personas tumbadas en el suelo en el vestíbulo, uno de los Inkotanyi gritó: “¿quién está ahí?”. Se le contestó que la mayoría éramos sacerdotes y religiosas y que nos habíamos refugiado allá por miedo a las bombas. 

El Inkotanyi exigió entonces que todos los sacerdotes siguieran a los obispos. Las religiosas, en un grito unánime, deploraron nuestra marcha y el Inkotayi las tranquilizó diciendo que ellas también saldrían pronto.

Fidèle, Bernard, Alfred y yo, cogimos nuestros equipajes y fuimos a esperar a los obispos fuera, delante de la basílica. Los obispos estaban en sus habitaciones. Se les había dicho que hicieran rápidamente la maleta y que estuvieran preparados para la marcha. Regresaron enseguida cargados ligeramente: Monseñor Thaddée había optado por no coger más que un pequeño maletín y una lámpara alógena; François Muligo había preferido venir únicamente con una manta.

Aunque esta salida concernió  sólo al clero, otras personas se habían empeñado en unirse a nosotros haciéndose pasar por empleados que trasportarann nuestros bagajes. Se trataba de Stanislas Twahirwa, un joven refugiado de Byumba, y tres muchachas, Christine Mukankubito que trabajaba en la gasolinera del obispado, Drocella, empleada en la escuela de Gahogo, Josélyne Uwurukundo, originaria de Musambira que había escapado por muy poco a la masacre de su familia. 

Estas tres chicas formaban parte de las personas alojadas en la parroquia. Todos los demás, días antes o esa misma mañana, optaron por marcharse. Estas tres jóvenes, tutsi, no tenían motivos para huir ante la llegada del FPR.

Los Inkotanyi nos pusieron en fila y nos llevaron. Pasamos delante de la basílica, tomamos la calle que atraviesa el gran campo de alubias sembrado por François Muligo y accedimos a la carretera principal, en la parada de taxis. Allí caímos sobre un grupo de soldados inkotanyi que descansaban visiblemente agotados. Muchos estaban tumbados en el suelo y otros, menos numerosos, estaban sentados alrededor de  un mapa de las regiones de Ruanda que escrutaban atentamente a la luz de unas linternas. Se  veían, un tanto apartadas, armas de toda clase que otros soldados habían desmontado y estaban limpiando.

Los Inkotanyi nos hicieron caminar por una carretera que, a 400 metros, nos condujo a la escuela de enfermeras. No fuimos más lejos ya que, a unos 100 metros, nos detuvieron ante una de las casas que  está al borde de la carretera. Se trataba de las casas de los profesores de la escuela. Nos dijeron que permaneciéramos delante del mirador y esperáramos la llegada de un vehículo. Los obispos nos comunicaron que era ahí mismo donde ellos habían pasado la tarde. Emmanuel Uwimana se unió a ellos algo más tarde, traído desde el seminario por los Inkotanyi. Si les vimos que regresaban todos al obispado era porque los Inkotanyi les acababan de anunciar que acababa de tomarse la decisión de evacuarlos, a la espera de que la situación en la región se calmara. 

Nuestra espera duro horas, lo que empujó a algunos a sacar las mantas y a acostarse. Los Inkotanyi que nos vigilaban no nos dirigían palabra alguna. Pero uno de ellos, que se había acercado a las chicas jóvenes, había querido saber por qué  estaban en el grupo de los curas, cuando ni siquiera eran religiosas. Respondieron que si ellas seguían en vida era gracias a esos curas a los que ellas seguirían allá donde fueran. El Inkotanyi replicó que no había razón ninguna para que ellas se apegaran  al clero y que, en consecuencia, él las iba a llevar a donde estaban otras chicas. Pero, ellas le suplicaron que no las separara de nosotros. Ante su rechazo, comienzaron a llorar y el Inkotanyi terminó por ceder.

Hacia la una de la madrugada, vino un Inkotanyi que se dirigió a los obispos y a los dos sacerdotes mayores y les pidió que lo siguieran para subir a un vehículo que los esperaba. Nos pidió a nosotros que esperaáramos nuestro turno. Los obispos y los dos sacerdotes mayores, Innocent Gasabwoya y Denys Mutabazi, acompañados de JMV Rwbalinda nos dejaron. Vimos partir el vehículo que los llevaba desde la parada de taxis, a unos metros del lugar donde nos encontrábamos.

Dos horas más tarde lleganron otros Inkotanyi y uno de ellos nos dijo que nos esperabaun vehículo. Éramos once personas: las tres jóvenes y el muchacho, el hermano Jean-Baptiste Nsinga, los sacerdotes François Muligo, Alfred Kayibanda, Emmanuel Uwimana, Bernard Ntamugabumwe, Fidèle Gahonzire y yo mismo. Seguimos al Inkotanyi con nuestros maletines. En la parada de taxis, en la carretera de Kigali – Butare, nos esperaban dos camionetas. Una de ellas es la que nos habían robado la víspera. Había decenas de vehículos aparcados al borde de esta carretera. La mayoría provenía del obispado que albergaba muchos vehículos dejados por quienes – entre otros, muchos religiosos misioneros – la guerra había empujado a abandonar el país.

Tomamos la dirección de Butare. Fuimos sentados en la parte delantera, mientras la trasera estaba repleta de Inkotanyi. La noche era muy tranquila. Desde la colina de Karama hasta Ntenyo, la carretera estaba alfombrada por hojas verdes de los árboles y de sorgo, señal de los encarnizados combates que se habían dado la víspera. Llegados a “Mugina w’imvuzo”, una aldea situada entre Byimana y Ruhango, los Inkotanyi se bajaron y se pararon ante una barrera colocada a la entrada. Proseguimos. En Ruhango, a unos 15 km de Kabgayi, el conductor dejó la carretera principal y tomó, a la izquierda, la carretera que conduce a las oficinas municipales de Tambwe, a unos 600m. Allá, a la izquierda, a 200m., ante el domicilio del alcalde, se paró. El primer vehículo que había llevado a nuestros compañeros estaba ya aparcado. Los Inkotanyi nos llevaron caminando a pie. Pasamos por una carretera que, bordeando la casa del alcalde, conduce a una casa aislada en lo alto de la colina. En el exterior, vigilaban dos guardias. Nos hicvieron entrar y una lámpara de petróleo iluminaba el lugar. El Inkotanyi nos dijo que éste era nuestro alojamiento. Los que disponían de mantas las sacaron y el resto se echó sobre un diván que había en el salón. Eran más o menos las tres de la madrugada y pronto amanecería.


7. Viernes 3 de junio: Tambwe, nuestra cárcel

Al alba me despiertó un soldado que, desde el cuarto de al lado, sacó a una persona con los brazos atados hacia atrás. En esta misma casa, algo que ignorábamos, habían pasado la noche también los obispos y los sacerdotes que iban con ellos. Un cuarto había servido de habitación para los obispos y para JMV Rwabilinda, mientras que los dos sacerdotes ancianos se habían alojado en otro cuarto.

A las 8, todos estábamos levantados. Se nos sirvió un té como desayuno. Lo tomamos sentados en el mirador con galletas (compact food); cuando salimos de Kabagyi pude coger unos paquetes. Luego, el Inkotanyi que nos vigilaba desde la mañana nos pidió  la lista con nuestros nombres. Fui yo quien la hizo.  En total érmos 17 personas, tres obispos, 9 sacerdotes, un religioso, tres muchachas y un chaval. Me enteré que éste último había sido sometido a un interrogatorio con objeto de conocer su verdadera identidad. 

Estábamos allí sin hacer nada. No se nos dio ninguna instrucción. De cualquier modo, nos dimos cuenta de que nuestra situación era un tanto ambigua. Alfred Kayibanda, Emmanuel Uwimana y yo mismo intentamos comprender por qué para evacuarnos provisionalmente como nos lo habían dicho, los Inkotanyi habían optado por aislarnos en este lugar oculto en lugar de llevarnos a lugares habitados y preparados para acoger gente, como la parroquia de Ruhango que estaba al lado o Nyanza, más lejos. Todo era un tanto raro, aunque nos trataban bien. Alfred y Emmanuel eran más positivos. Para Alfred, si habían optado por ponernos aparte en un lugar desconocido era porque querían provocar reacciones por parte de quienes iban a preocuparse a causa de nuestra desaparición. Emmanuel estaba convencido de que nuestro regreso a Kabgayi era cuestión de días, hasta que volviera la calma. Basaba su argumento en la promesa hecha por los Inkotanyi cuando salíamos de Kabgayi. Es cierto que los Inkotanyi habían descrito su acción como un gesto humanitario.

Una cosa nos parecía, no obstante, evidente a todos. Nuestra estancia en este lugar corría el peligro de ser larga. Era la razón por la que comenzamos a plantearnos la cuestión de las celebraciones eucarísticas. Monseñor Thaddée Nsengiyumva escribió una carta al padre Stany Urbaniak, sacerdote polaco párroco de Ruhango, pidiéndole que nos hiciera llegar todo lo necesario para la misa. La carta fue confiada al soldado que nos vigilaba.

La jornada se nos hizo larga. Algunos no soportaban permanecer con los brazos cruzados, sentados, sin hacer nada. François y JMV se pusieron a limpiar el patio de la casa que parecía que se ha convertido en nuestra morada. JMV, haciéndonos comprobar que el sorgo y los plátanos estaban maduros, nos alegraba prometiéndonos que próximamente podríamos gustar de  la cerveza de sorgo o del vino de plátano. Pero para ello, decía, era preciso que aprendiéramos a “kubohoza” (servirnos). 

La expresión “kubohoza” había nacido hacía tres años con el nacimiento de los partidos políticos. Los adeptos a los partidos opositores la empleaban en cuanto lograban que algún militante saliera del MRND (partido único en el poder), y era recuperado por ellos. Entonces decían: “twamubohoje” (lo hemos liberado”). Se produjo no obstante un deslizamiento del significado con los disturbios de abril de 1994. La expresión fue recuperada para significar el pillaje, esto es, “coger por la fuerza, apropiarse del bien ajeno”. No perdió sin embargo su lado humorístico en el lenguaje familiar. Muy de moda, podía ser utilizada cuando se trataba de lograr algo de un modo o de otro. Era en este sentido como JMV utilizaba la expresión.

Las muchachas se pusieron a baldear la casa ya que había sangre reseca en el suelo. A juzgar por las fotografías que se encontraban en el salón, la casa pertenecía a Athanase, al que yo conocía, ya que somos de la misma región. Era nueva, cubierta de tejas y revestida con cemento rojo. Constaba de tres espacios con un gran salón.

Hacia las 15h nos sirvieron la comida. Teníamos ciertamente hambre. Salvo el té de la mañana, la mayoría no había ingerido nada.  Comimos arroz y carne con un poco de salsa. Después de la comida algunos hicieron la siesta. Al final de la tarde, los sacerdotes, salvo los dos más mayores, jugamos a cartas, que habíamos encontrado. Después de la cena rezamos juntos. Fueronn oraciones que sabíamos de memoria que Denys se encargó de entonar. No había sido posible que usáramos los breviarios, ya que la luz era insuficiente para poder leer. Luego nos acostamos; esta vez había colchones que nos trajeron los Inkotanyi.


8. Sábado 4 de junio: una nueva vida sufrida y aceptada


El sábado 4 de junio fue nuestro segundo día en Tambwe y comenzamos a habituarnos a la nueva situación. A la mañana, todos se asearon. Los obispos cuentaban con nosotros para lo que necesitaban. Comienzaron además a estar más distendidos, cuando inicialmente se los veía incómodos  por compartir con nosotros las condiciones anormales, sobre todo, a causa de la presencia de las muchachas. Pero poco a poco se percataron de  que esas chicas nos eran, más bien, útiles. Efectivamente, el sábado se pusieron a lavar lo necesario, sobre todo para aquellos que no habían traído más que una muda.  Después del aseo, nos reunimos para rezar laudes. Desayunamos té. 

La mañana fue pasando y, como el día anterior, nos trajeron la comida a las 15h. Había dos platos extra; nos dieron verdura fresca, “imbwija”, y una sopa de granos de sorgo. Las chicas los habían preparado en un puchero. Permanecimos allí toda la tarde.

La oración de vísperas la hicimos antes de que cayera la noche para poder servirnos de los breviarios. Después de la cena, volvimos a jugar a cartas. Había dos equipos que se enfrentaron: el obispado contra la parroquia. Las sucesivas derrotas del equipo del obispado hicieron que la velada fuera agradable y el colmo fue que en la última partida el equipo del obispado fue totalmente vencido. Nos acostamos en un ambiente muy alegre.

9. 5 de junio: Conducidos a Gakurazo


Ya estábamos levantados, habiendo rezado laudes, cuando el Inkotanyi vino y nos anunció algo que nos sorprendió. Habían decidido que dejáramos Tambwe para llevarnos a Gakurazo, municipio de Mukingi, a la casa de los hermanos Joséphites, una congregación autóctona. Pidió que nos preparemos rápidamente porque la marcha iba a ser inminente. Esta noticia nos alegró. Yo, por mi parte, no acababa de entenderlo. Yo consideraba que éramos rehenes en Tambwe y he aquí que nos iba a  ser posible convivir con otras personas. Estábamos convencidos de que en Gakurazo y en Bymana, dos colinas próximas, veríamos a las religiosas que habíamos dejado en Kabgayi. Sabíamos que habían recibido la orden de ir a Byimana. No ocultamos, en consecuencia, nuestra alegría ante la noticia. 

Bebimos el té matutino y pensé en los israelitas en el momento del éxodo. Volvimos a hacer nuestros equipajes y hacia las 8h, el Inkotanyi vino y nos dijo que fuéramos a los vehículos que nos esperaban. Un minibús y una camioneta estaban aparcados en el lugar donde nos habían hecho bajar cuando llegamos. Fuimaos y partimos. Otro vehículo con Inkotanyi a bordo nos siguió. Pudimos reconocer entre ellos a los jefes y subalternos que nos habían vigilado desde que llegamos. 

Llegamos a la casa de los Joséphites en Gakurazo, a unos 10 km de Tambwe, hacia las 10 h. La casa albergaba a cerca de 100 personas. Vimos a hermanos, habituales de la casa, y constatamos que compañeros de ellos provenientes de otras comunidades se habían unido a ellos. 

Había también religiosas que pertenecían a distintas congregaciones: las hermanas hospitalarias de Santa María de Kabgayi, las más numerosas y acompañadas por la Hna. Marie-Louise, maestra de novicias de origen suizo, las Hijas de Foyer de charité de Remera-Luhundo, dos Hnas. Franciscanas del Reino de Cristo que trabajaban en el obispado de Kabgayi, el resto se había quiedado en Ruhango, dos dominicas, el resto quedó en Gihara, municipio de Runda, Gitarama. 

Nos encontramos también con el sacerdote Sylvestre Ndaberetse, refugiado hutu burundés y ecónomo general de la diócesis de Kabgayi. Pero la casa no solo había acogido a religiosos; se podían ver también otros refugiados entre los que las mujeres y los niños eran mayoría. Lo que impresionaba era el gran número de soldados presentes en el momento de nuestra llegada; se paseaban por todas partes en el recinto.

Nuestra llegada satisfizo sobre todo a las religiosas que al vernos expresaron su emoción con gritos de alegría. Los hermanos joséphites nos acogieron en el refectorio con un té caliente; el ambiente era festivo. Luego comenzaron los preparativos para una misa que habíamos decidido celebrar, prevista para las 11 h.  Era domingo, fiesta del Santísimo. El responsable de la casa, Hno. Balthazar Ntibagendeza, de origen burundés y maestro de novicios, se aplicaba en la preparación de nuestro alojamiento, una vez que los obispos ya habían tenido el suyo.

Así pues, estábamos en el patio charlando con los que se habían unido a nosotros. Escuchamos a Sylvestre Ndaberetse que nos relató sus desventuras: la toma de Kabgayi había tenido  lugar cuando él se encontraba en las oficinas del economato. Se escondió y no supo lo que había sucedido. Allí se quedó escondido hasta que, acuciado por el hambre, al día siguiente, salió y se dirigió a la cocina del obispado para comer algo. En la cocina se encontraban los Inkotanyi que le interpelaron y se enteraron de que era el ecónomo. Le pidieron divisas, pero no pudo satisfacer su petición. Le ordenaron que abandonara el lugar, aunque le permitieron que cogiera su coche y tomara la dirección de Ruhango. Cuando llegó a Karama de Shyogwe, 5 km más lejos, otros Inkotanyi le confiscaron el vehículo y cogieron todo lo que tenía encima, salvo el maletín-capilla. Se llevaron un millón de francos ruandeses, unos 25.000FF. El otro millón de divisas había quedado escondido en los WC del obispado. Le llevaron en otro vehículo a Tambwe, a las oficinas municipales. Quedó encerrado con otras personas que, como él, habían sido capturadas. Esta mañana, domingo, lo habían  llevado a Gakurazo y nos habíamos encontrado todos.

A las 11 nos dirigimos a la capilla de los hermanos para la celebración eucarística. La presidió Mons. Vincent Nsengiyumva que parecía estar muy cansado. Después de la misa esperamos un breve momento antes de volvernos  a juntar a las 12,30 h en el refectorio para el almuerzo. Los hermanos habían preparado una comida copiosa, nos dieron pollo de su gallinero. Después de la comida, la siesta para quienes tenían ya habitación. Nosotros esperamos a que las habitaciones estuvieran arregladas. Faltaban algunos colchones. Los hermanos los encontraron en algunas casas abandonadas de los alrededores. Toda la tarde la pasamos allí. La mayoría de mis compañeros jugó a cartas o al ping-pong. Yo hablé con otras personas en el patio.

10. El paseo providencial, hacia las 17 h.


Hacia las 17 h la Hna Libérata Muragijemariya, una religiosa de las Hospitalarias de Santa Marta de Kabgayi, vino a verme y me dijo que me encontraba demasiado tranquilo y me propuso dar una pequeña vuelta para hacerme descubrir la casa que ella ya conocía. Quería que yo viera el establo y las vacas de la comunidad. Acepté su propuesta y salimos pasando por el refectorio. De éste accedimos a la cocina y a una puerta que daba a un patio interior donde estaba instalado el establo. Todos estos lugares eran nuevos para mí; los descubrí en ese momento. Las vacas no estaban en el establo sino en el prado. Nos quedamos dialogando mientras pasaba el tiempo. Al crepúsculo regresamos a la comunidad. 

No tardaría en percatarme de que este paseo no había sido debido al azar.


11. Hacia las 19 h nos convocan a una reunión de la muerte


Ya era de noche; los que jugaban a cartas habían salido debido a la falta de luz. En estos tiempos de guerra ya no había corriente. La mayoría de entre nosotros estábamos allá en la veranda a la espera de la hora de la cena. 

Hacia las 19 h nos anunciaron que los Inkotanyi nos convocaban a una reunión a todo el grupo de personas que ese domingo había llegado de Tambwe. No obstante, no se nos precisó el objeto de la reunión. Se nos pidió que pasáramos la información unos a otros y que fuéramos sin tardar al refectorio. La información pasó rápidamente tal y como lo deseaban los Inkotanyi e instantes después estábamos en el refectorio. Este edificio era una sala grande de unas 300 plazas. En la parte del patio y en los extremos había dos puertas que daban acceso al lugar.  Pasamos por la puerta del sur que desemboca en la parte salón. Ante nosotros, del salón hasta la puerta que daba a la cocina, a lo largo de toda la sala, se alineaban dos filas largas de meses rectangulares.


El lugar previsto para la reunión ya había sido preparado cuando nosotros entramos. Sillones y sillas formaban un amplio círculo alrededor de una mesita de salón. Un grupo de alrededor ocho Inkotanyi estaba ya en la sala, sentados separados por una de las hileras de mesas. La sala estaba iluminada por una lámpara de petróleo y Mons. Thaddée Nsengiyumva trnía también su lámpara halógena.

El Inkotanyi (15) que, visiblemente, iba a presidir la reunión nos recibió con educación y sonrisa y ocupamos los sitios. Los obispos se sentaron en los sillones en el lado sur, cerca del muro del salón. Seguían, por un lado, Innocent Gasabwoya y Denys Mutabazi, y por otro lado JMV Rwabilinda. Frente a los obispos, en el mismo círculo, se sentó el Inkotanyi que iba a presidir la reunión y su escolta. Las tres muchachas no estaban sentadas en el círculo sino detrás del Inkotanyi. El grupo de los Inkotanyi se colocó detrás de mí al lado de las chicas. Richard Sheja, un niño de unos 7 años, se había unido también a nosotros y estaba en los brazos de Innocent Gasabwoya.

El Inkotanyi comenzó por presentarse. Pero nosotros ya le conocíamos ya que era el mismo que desde nuestra llegada a Tambwe había sido nuestro vigilante. Tenía en torno a 25 años y cojeaba un poco. No nos pidió que nos presentáramos sino que encadenó sus palabras para decirnos el objeto de la reunión. Tenía como objeto permitir un conocimiento mutuo y estar informados sobre la conducta que debíamos seguir en esta casa de acogida. Advirtió que a causa de la inseguridad nadie tenía derecho a salir de la casa sin advertirlo a un militar y sin ser acompañado. Esto, prosiguió, porque el enemigo seguía merodeando en todas partes. Añadió que no debíamos preocuparnos por nuestra seguridad ya que el objetivo primordial del FPR era garantizar la protección de cada uno de los ciudadanos.

Pero, he aquí que comienzó a pasear su mirada sobre nosotros y, de repente, manifiestó su extrañeza al percatarse de que había ausentes: un obispo, que no sabía si era de Kigali o de Kabgayi, y un sacerdote que debía ser según él el vicario general de Kabgayi. Nos dimos cuenta de que efectivamente Mons. Vincent Nsengiyumva, obispo de Kabagyi, y Sylvestre Ndaberetse, ecónomo general de Kabagyi, no estaban entre nosotros. JMV Rwabilinda se acuerdó de que minutos antes de la convocatoria a la reunión, vio a Mons. Vincent en la capilla rezando y que en consecuencia podía no estar al corriente de la reunión. En cuanto a Sylvestre, nadie sabía dónde estaba pero supusimos que estaría en su habitación. Alguien salió y fue a buscarlo.

El Inkotanyi reinició la reunión y concedió un turno de preguntas. Mons. Thaddée tomó la palabra y habló en nombre de quienes en el momento de abandonar Kabgayi no habían tenido tiempo suficiente para hacer su maleta. Según la promesa que se les había hecho, un vehículo iba a regresar al día siguiente a Kabgayi para recuperar todo. El obispo puso de relieve que eso no había podido realizarse y preguntó qué pensaban  hacer los Inkotanyi al respecto. El Inkotanyi respondió que todo dependería de la evolución de la situación en Kabgayi. 

Sin que terminara de hablar, uno de los ocho Inkotanyi, que había salido del grupo y estaba cerca de la puerta, tomó la palabra. Se trataba de un hombre alto, 1m 85, de unos treinta años, delgado y de tez clara. Estaba uniformado pero no llevaba boina. No comprendo, dijo, a las gentes que no quieren la unidad de los ruandeses. Si la situación es catastrófica en el país, añadió, es a causa de ellos y es la razón por la que el FPR se ha dado como misión combatirlos por todas partes allá donde estén. 

Nadie reaccionó, ni tuvo ocasión, por otra parte, de hacerlo, ya que, después de haber dicho todo eso, el Inkotanyi salió de inmediato.

Yo no pude seguir el resto de la discusión porque en cuanto salió el Inkotanyi, el Hno. Balthazar entró y discretamente nos pidió a Emmanuel Uwimana, Fidèle Gahonzire y a mí, que saliéramos con él. Cuando salimos, me percaté de que todos los Inkotanyi sentados anteriormente detrás de nosotros se habían marchado todos ellos. El hermano nos dijo que nos llamaba para darnos las habitaciones, por fin disponibles. Nos condujo pues hacia el edificio que estaba justamente al lado, donde se encontraban las habitaciones. Apenas había comenzado a atribuirnos las habitaciones que el joven Stanislas (de nuestro grupo) vino  para decirnos que el Inkotanyi que presidía la reunión nos ordenaba que regresáramos inmediatamente al refectorio, porque no quería que saliéramos antes de que la reunión terminana. Así que retornamos a la sala de reunión.

Nos cruzamos en la puerta con el hermano Jean-Baptiste Nsinga, que entró con nosotros. Justamente acababa de llegar para la reunión. Aunque no había asistido al inicio, nadie se había percatado de su ausencia. El Inkotanyi, en cualquier caso, no lo citó entre los que debían estar obligatoriamente presentes. 

Fui el único que no pude retomar su sitio en el círculo. El hermano Jean-Baptiste Bsinga acababa de ocuparlo. Me senté justamente detrás de él, en una de las sillas que anteriormente ocupaban los ocho Inkotanyi antes de que se marcharan. Estábamos todos, Mons. Vincent y Sylvestre ya habían llegado.
De repente, justo cuando acababa de sentarme, la puerta por la que habíamos entrado se abrió brutalmente y el ruido nos sorprendió. Vi a soldados Inkotanyi,  eran cuatro, que entraban de golpe, apuntando sus ametralladoras como para un ataque. Con gritos extraños, vociferaron palabras incomprensibles, tomaron posición detrás de los Inkotanyi que estaban con nosotros y abrieron fuego inmediatamente.

El pavor que me invadió fue indescriptible. Comprendí justo en ese momento  que estábamos en peligro de muerte. 

A mi lado, una de las jóvenes se levantó con las manos en alto y gritó implorando a los asesinos que se detuvieran. JMV Rwabilinda, delante de mí, se había levantado también, le vi y oí gritar y suplicar.
Todo pasó en unos segundos; una voz que me habló como en una inspiración, clara y precisa, que me recordó el lugar donde, horas antes, yo había estado con la religiosa; sentí en mi algo que me dijo que me marchara allí para esconderme. Me tiré al suelo inmediatamente, giré en torno a la silla en la que estaba sentado y reptando llegué enseguida a la pared; seguí reptando para pasar por el espacio vacío que se encuentra entre la pared y la hilera de mesas. Vi claramente que debía lograr llegar a la puerta del fondo del refectorio que no veía pero que la recordaba por haber pasado momentos antes por allá con la religiosa. En mi huida, oí el muy fuerte ruido de las ametralladoras y pensé que me perseguían y que estaba muerto. Hice unos metros antes de llegar a la puerta. Por suerte la encuentré abierta y llegué a la cocina, siempre reptando, y tropecé con unas religiosas, acurrucadas presas de pavor. Entre esas religiosas se encontraban Donata Nyirabayiarimana del Foyer de charité “Vierge des Pauvres” de Remera- Ruhondo, las Hermanas Marie-Louise (de origen suizo), Libérata Muragijemariya y Didacienne, todas ellas de la comunidad de las Hospitalarias de Sainte Marthe de Kabgayi. 

Pasé entre medio de ellas y alcancé la puerta que daba al patio interior, donde se encuentra el establo. El miedo que me había invadido no me permitió acercarme al establo que ya veía un poco más lejos. Opté por pararme cerca de un edificio muy próximo, a mi derecha. Me tumbé contra el muro. 

Segundos después vi que llegaba la más joven de las muchachas que estaban con nosotros en la sala. Respiraba profundamente; tenía miedo. Al ver que era yo, cayó sobre mi diciendo: “turashize” “vamos a morir”. Permanecimos unos breves momentos allí. El tiroteo siguía en el refectorio. No obstante era discontinuo, disparo a disparo. 

Clareaba; era el claro de luna. La joven me hizo ver que el lugar en el que me encontraba  no me ocultaba del todo y ella vio a nuestro lado una casita que antes debía de servir de gallinero. Nos dirigimos a ella y nos escondimos tras un pilar. 
  
Aquí, comencé a repensar todo lo que acababa de suceder. Temí que algo grave había sucedido a nuestros compañeros y pensé en lo peor, en la muerte para algunos, pero, ¿para quiénes? Traté de convencerme de que había supervivientes y quise saber quiénes eran.

En lo que a mí respecta volví a ver toda la escena y me percaté de que había faltado poco para que yo también la hubiera padecido. Yo, que en mi existencia no había tenido el más mínimo percance grave de salud que me hiciera pensar en la muerte, sentí que ello causaba miedo y que éste era indecible.

Volví a ver lo que había precedido, mi paseo con la religiosa, mi salida en el transcurso de la reunión, la llegada tardía del hermano y el cambio de sitio. Todo ello me hizo pensar en la presencia de una Mano Invisible. La certeza de que Dios había decidido salvarme y de que no permitiría mi muerte me sostuvo y me ayudó a recuperar, rápidamente, mis capacidades. El miedo que me invadía desapareció progresivamente. Comencé, no obstante, a interrogarme sobre el sentido y el porqué de todo. No encuentré respuesta. Toda esta meditación me condujo en cualquier caso a hacer un balance, nada glorioso, de una vida espiritual. Fue la razón por la que comencé espontáneamente a hacer una oración de solicitud de perdón y de acción de gracias. La experiencia vivida me recordó, no obstante, lo que olvidaba a menudo, la fragilidad de la condición humana y de mi vida personal.


Sœur Liberata Muragijemariya, la mensajera de la Providencia.

El tiroteo había cesado. Nada se movía en la casa. Reinaba un silencio de muerte. De repente, oí y vi a gentes que llegaban con linternas, a la búsqueda, visiblemente, de personas. Las pude observar por un agujero de la puerta de madera cerca de la que nos encontrábamos. Se trataba de Inkotanyi. Los reconocí no solamente por su talla, altos y delgados, sino también por su calzado, deportivas que nunca calzaban las FAR. 

El miedo me invadió nuevamente y mi corazón se puso a latir fuertemente. Pensé que se me buscaba así como a otros que quizás, lo mismo que yo, habrían podido huir. Los vi venir hacia nosotros con sus linternas, pero pasaron sin vernos y prosiguieron su camino en dirección del establo, cerca de nosotros. Oí a los Inkotanyi que se dirigían a las personas que estaban en el establo. Hay que decir que, desde hace ya tiempo, yo oía el mugido de las vacas, lo cual traicionaba la presencia de algún elemento extraño. Los que estaban en el establo elevaban la voz implorando: “Somos Hermanos, ¡Piedad!” “Turi abafurere nimutubabrie”. Los Inkotanyi les dijeron que no tuvieran miedo y que salieran del establo. Los hermanos, con desconfianza, siguieron implorando compasión. Terminaron por salir ante las órdenes de los Inkotanyi. Los vi marcharse con los Inkotanyi, unidos a otro hermano que había seguido la escena desde el exterior del patio.

Volvió a caer el silencio. Pasó un tiempo en el que no se veía alma viviente. De tiempo en tiempo se encendía una linterna que revelaba la presencia de un Inkotanyi que permanecía allá para vigilar. Seguí en mi escondite y mi proyecto fue esperar el momento oportuno para evadirme en dirección a Ruhango.

12. Croquis ligado al asesinato perpetrado por el FPR en Gakurazo.


Muestra en detalle el conjunto de edificios de la comunidad de hermanos Joséphites donde tuvo lugar la masacre. Muestra, en particular, el lugar de cada uno de los asesinos y de las víctimas.

13. Se descubre mi escondite


A eso de las 23h00 vi que llegaba una columna de alrededor veinte soldados que se acercaron, rastrillando el lugar con la ayuda de linternas. 

Me invadió nuevamente el pavor: tuve el presentimiento de que se me buscaba. Pasaron delante del establo y no encontraron a nadie. Se dirigieron entonces hacia nosotros e iban a pasar sin vernos cuando uno de ellos dirigió su linterna hacia el lugar donde yo estaba y dio con nosotros. Nos preguntó con voz severa: ¿“Quiénes sois, hermanos u otra gente?” Con gran desolación pero reteniendo mi emoción contesté: “soy sacerdote y ésta es mi hermana”. 

No existía ningún lazo familiar entre la chica y yo, pero ella, al escondernos, me había propuesto que en caso de que fuéramos capturados me protegería diciendo que yo era su hermano. Me había reído de esta ocurrencia, ya que no había parecido alguno entre ella y yo. Sin embargo,  fui el primero en utilizarla.

El Inkotanyi nos ordenó que saliéramos del escondrijo. Obedecí a la par que me convencí de que había llegado el final. Me ordenó que fuera a mi habitación. Subí hacia el dormitorio; el Inkotanyi iba detrás. 

Aunque esperoaba una muerte inminente, ya no tenía miedo. Una vez en mi habitación me senté en la cama. El Inkotanyi permaneció en el dintel de la puerta. En ese momento lo reconocí; era el que presidía la reunión, siempre acompañado por su guardaespaldas. El Inkotanyi se dirigió a mí. Constaté que, afortunadamente, su voz era serena. Me recitó la versión de lo que había sucedido disculpándose:
“Según la investigación que acaba de hacerse, lo que acaba de pasar es la obra de algunos elementos del FPR originarios de las prefecturas de Gitarama y Butare qui no han soportado las masacre de los suyos en Kabagyi. Uno de esos militares ha muerto en los combates que han tenido lugar después de esta tragedia; otros dos han logrado escapar, pero estamos en su búsqueda. Estamos desolados por este incidente. ‘La falta de uno solo no debe recaer sobre el conjunto (umukobwa aba umwe agatukisha bose’). La familia del FPR no puede tolerar semejante acto; todos los responsables será perseguidos”.

Estas palabras, y en concreto el “estamos desolados”, me tranquilizaron. Me puse a esperar que quizás no tenían la intención de matarme. No obstante, comencé a realizar la gravedad de la situación. Ello me empujó a pedirle noticias de mis compañeros. Seguía esperando que hubiera supervivientes. El Inkotanyi me respondió evasivamente diciéndome que él no sabía nada y le vi marcharse inmediatamente.

Permanecí prostrado en la cama y me sumergí en pensamientos llenos de pena a causa del desastre que presentía pero que rechazaba aceptar. Mi desconfianza se despertó, pero no podía hacer otra cosa que obedecer. Salimos del dormitorio y en cuanto llegamos afuera, vi efectivamente a lo lejos, cerca de la puerta principal, un grupo de gente. Se trataba del todo el grupo de refugiados y de hermanos Joséphites. Estaban allí agrupados, sin decir nada. Las mujeres cubrían su rostro con bufandas.
En cuanto llegué al grupo, se oyeron suspiros de sorpresa y de alegría. 

El Inkotanyi les dijo enseguida que se callaran y comenzó a explicar lo que había pasado. Repitió exactamente lo que minutos antes me había dicho. “Según la investigación que acaba de hacerse, lo que acaba de pasar era la obra de algunos elementos del FPR originarios de las prefecturas de Gitarama y Butare qui no habían soportado la masacre de los suyos en Kabagyi. Uno de esos militares había muerto en los combates que habían tenido lugar después de esta tragedia; otros dos habían logrado escapar, pero estaban en su búsqueda. Estaban desolados por este incidente. ‘La falta de uno solo no debe recaer sobre el conjunto (umukobwa aba umwe agatukisha bose’). La familia del FPR no podía tolerar semejante acto; todos los responsables serán perseguidos”. Terminó diciendo: “Vamos a ver lo que ha pasado”.

En cuanto entramos en el refectorio, se apoderó de nosotros un fuerte olor a carnicería. Lo que nuestros ojos nos mostraban conforme nos acercábamos era terrorífico: cuerpos sin vida yaciendo en el suelo en medio de charcos de sangre. Algunas mujeres no soportaron el espectáculo; se taparon sus rostros con las manos. Otras lanzaron gritos de desolación y comenzaron a llorar. Yo estaba estupefacto, como tetanizado, bajo el peso de la indignación: todos mis compañeros, algunos de ellos amigos, los veía ahí sin vida. No llegaba a rendirme ante la evidencia y no aceptaba que estuvieran muertos. Conforme los iba viendo, mi alma se hundía en una gran pena.

Yacían todos en el suelo, salvo uno, el obispo Thaddée Nsengiyumva, quien, asesinado sentado en su sillón con una mejilla apoyada en su mano, daba la impresión de alguien que descansaba. Su cuerpo estaba exteriormente intacto excepto un pie agujereado por una bala. Todos los demás estaban en el suelo, tendidos sobre su propia sangre. Vincent Nsengiyumva y los sacerdotes JMV Rwabilinda y Fidèle Gahonzire tenían la cabeza despedazada. Sylvestre Ndaberetse había sido abatido al lado de la puerta en su intento de escapar. François Muligo y Alfred Kayibanda habían caído la cara contra el suelo, mientras Innocent Gasabwoya se había derrumbado con el niño Richard que seguía en sus brazos.

No permanecimos mucho tiempo, ya que, minutos después, el Inkotanyi nos ordenó que saliéramos. Todo el mundo se acostó y yo no me atreví a ir a la habitación preparada para mí, tan grande era mi emoción. Siguí a los refugiados, concretamente a las religiosas, a la sala que les había sido reservada como alojamiento. Pero antes fui a coger lo necesario para pasar la noche en la pieza en que se habían depositado nuestras pertenencias en cuanto llegamos.

Repentinamente, al salir de la habitación, vi a un solado Inkotanyi que avanzaba hacia mí. En cuanto estuvo ante mí, no creí lo que veían mis ojos: era uno de los que habían disparado contra nosotros. Me produjo el efecto del estruendo de un trueno.

En efecto, cuando los soldados irrumpieron en el refectorio, pude identificar a este joven de tez negro-claro de unos 25 años. Era él: la pequeñez de su boca, los tatuajes (imyotso) en su frente y su boina amarilla eran otros tantos signos distintivos que mi cerebro me reenviaba.
En el instante en que nuestras miradas se cruzaron, el miedo me abrazó, pero logré dominarme. El Inkotanyi me saludó, luego me pidió que le prestara una de las mantas que se encontraban en la habitación. Todo el bagaje de la mayoría de mis compañeros seguía allá. Acepté, claro está. Me dió las gracias y se marchó.

A pesar de los bellos discursos de explicación de la masacre, me veo obligado a aceptar la evidencia: todo ello no es más que una puesta en escena. Nos han mentido.



1)      Richard Sheja, niño tutsi de unos 7 años que murió en los brazos de Innocent Gasabwoya. Junto con su madre, había sido albergado por los Hermanos Joséphites durante las masacfres. Su padre, Cyprien Gasana, oroginario de Kizibere-Tambwe y sub-prefecto de Gitarama, había sido matado unas semanas antes.
2)      Stanislas Twahirwa, joven hutu de unos 20 años. Uno de los refugiados de guerra de Byumba que desde 1992 estaba acogido en el obispado de Kabgayi
3)      Hno. Jean-Baptiste Nsinga; tutsi de 48 años, superior general de los Joséphites.
4)      Fidèle Gahonzire, sacerdote tutsi de 28 años, ordenado el 15/08/1992, originario de la parroquia de Cyeza, municipio Rutobwe (Gitarama).  Alojado en el presbiterio de Kabgayi; era el capellán del hospital de Kabgayi.
5)      Emmanuel Uwimana, sacerdote hutu de 31 años originario de la parroquia de Kayenzi, municipio de Taba (Gitarama). Era el rector del Seminario menor de Kabgayi.
6)      Bernard Ntamugabumwe, sacerdote hutu originario de la parroquia Kibangu, municipio de Nyakabanda (Gitarama). Era el representante en la prefectura de las escuelas católicas de la diócesis.
7)      JMV Rwabilinda, sacerdote con título de Monseñor, hutu-tutsi de 33 años, originario de la parroquia de Karambi, municipio de Masango (Gitarama). Era Vicario general de Mons. Thaddée Nsengiyumva, obispo de Kabgayi.
8)      François Muligo, sacerdote hutu de 39 años, originario de la parroquia de Byimana, municipio de Mukingi (Gitarama). Era párroco de la catedral de Kabgayi.
9)      Alfred Kayibanda, sacerdote hutu de 45 años, originario de la parroquia de Gihara, municipio de Taba (Gitarama). Era coadjutor de la parroquia-catedral de Kabgayi.
10)  Sylvestre Ndaberetse, sacerdote hutu burundés de 45 años. Era económo general de la diócesis de Kabgayi.
11)  Monseñor Thaddée Nsengiyumva, hutu de 45 años, originario de la parroquia de Bungwe, municipio de Kivuye (Byumba), consagrado obispo de Kabgayi el 31/01/1987, luego presidente de la conferencia espiscopal.
12)  Monseñor Joseph Ruzindana, hutu de 51 años, originario de la parroquia de Busogo, municipio de Mukingo (Ruhengeri), consagrado obispo de Byumba el 17/01/1982.
13)  Monseñor Vincent Nsengiyumva, hutu de 58 años, originario de la parroquia de Rwaza, municipio Ruhondo (Ruhengeri) consagrado obispo de Nyundo el 2/06/1974 y arzobispo de Kigali el 3/05/1976.
14)  Innocent Gasabwoya, sacerdote con título de Monseñor, tutsi de 74 años, originario de la parroquia de Save, municipio de Shyanda (¿?) (Butare). Antiguo Vicario general de Monseñor André Perraudin, obispo emérito de Kabgayi.
15)  Denys Mutabazi, sacerdote tutsi de 79 años, originario de la parroquia de Save, municipio de Shyanda (¿?), incardinado en la diócesis de Nyundo.


15. Mañana del lunes, 6 de junio: una parodia de oración


Al día siguiente, lunes 6 de junio, a la mañana, acabamos de hacer la oración matinal de la 7h00. La mayoría nos encontrábamos en el patio a la espera del desayuno. Vimos que un grupo de militares entraba por la puerta grande. Se trataba verosímilmente de altos oficiales, ya que tenían escoltas. Uno de ellos dijo que quería hablarnos y pidió que nos agrupáramos. En muy poco tiempo todos los habitantes de la casa estaban reunidos. El Inkotayi  - son verdaderamente hábiles en la manipulación de la gente – pidió que antes de que tomara la palabra, uno de nosotros entonara una oración. Así es como una religiosa entonó “el Padre nuestro”. Tras la oración, el Inkotanyi tomó la palabra y dijo que venía a explicarnos las circunstancias del drama, pero quedé sorprendido al constatar que retomaba, palabra por palabra, el discurso que había mantenido la víspera el otro Inkotanyi: “Según la investigación realizada, hemos podido saber que el drama que ha sucedido ha sido realizado por soldados del FPR originarios de las prefecturas de Gitarama y Butare que no han soportado la masacre de los suyos en Kabgayi; uno de esos militares, autor de este horror, se ha suicidado esta noche porque sabía el castigo que le esperaba” (versión que divergía de la primera que decía que el asesino había sido abatido en los combates posteriores a la masacre). Prosiguió su discurso: “Como vosotros sabéis la familia del FPR no puede tolerar semejante acto. Los otros dos han logrado escapar pero ha comenzado su búsqueda y os garantizamos que serán adoptadas medidas severas en su contra.  Os ruego que seáis fuertes, sabed que vuestra pena es la nuestra, la falta de uno solo no debe recaer sobre el conjunto (Umukobwa aba umwe agatukisha bose)”.

16. Lunes 6 de junio: preparación de los funerales


El Inkotanyi concluyó sus palabras evocando la cuestión del entierro. Dijo que con la colaboración de todos se iba a poner en marcha todo lo necesario para que los fallecidos tuvieran unas exequias honorables. Tras estas palabras, el Inkotanyi fue largamente aplaudido por la mayoría de los presentes que, enseguida, comienzaron a romper el silencio y a charlar distendidamente.

Después del desayuno, otro Inkotanyi y el hermano responsable de la casa, Hno. Balthazar, vinieron a mi encuentro y me pidieron que les ayudara en la preparación de los funerales. Acepté e instantes después otro Inkotanyi de tez más clara y de talla media, lleno de tatuajes (imyotso) en las mejillas se acercó y me pidió que le hiciera sugerencias con relación al entierro. En mi respuesta le precisé que según las disposiciones de la Iglesia, todo obispo debía ser enterrado en su catedral. Le di luego mi opinión sobre el entierro proponiéndole que todos los cuerpos fueran llevados a Kabgayi, que los obispos fueran enterrados en la catedral y los otros en el cementerio de la diócesis. Se mostró de acuerdo y prometió poner a mi disposición un vehículo que me ayudaría en mis desplazamientos.

Comienzaron los preparativos de las exequias. Lo más urgente era encontrar tres ataúdes y preparar los cuerpos de las víctimas que seguían estando en el lugar de la masacre. Las religiosas se ocuparon del lavado de los muertos. Los transportaron con la ayuda de los hermanos a una sala. Yo me marché a Kabgayi con la esperanza de encontrar ataúdes en la carpintería diocesana. Me fui con el Inkotanyi de la pretendida reunión de la víspera. 

En camino pedí pasar en primer lugar por la parroquia de Byimana, a 3 km de Gakurazo, donde esperaba encontrar sacerdotes. Mi objetivo era informarles de lo sucedido y asociarlos a los preparativos. En la parroquia de Byimana encontré a los sacerdotes Joseph Ndagijimana (párroco), Jean Nsengimana (coadjutor ) y Michel Bisengimana  (anciano jubilado). Además de estos sacerdotes de la parroquia había otras personas que estaban alojadas en ella tras haber abandonado Kabgayi. Se trataba de un seminarista mayor, Sylvain Ndayambaje y de Jeanne, que se ocupaba del archivo de Kabgayi. Estaban también los sacerdotes Vénuste Linguyeneza, rector del seminario mayor de Kabgayi y vicario general del obispo de Butare Jean-Baptste Gahamayi y Benoît Karango, profesor del Seminario mayor de Kabgayi.

Joseph Ndagijimana me acompañó a Kabgayi. En la carpintería diocesana solo encontramos un ataúd, pero decidimos llevarnos tablas y herramientas para fabricar ataúdes cuando llegáramos a Gakurazo. Kabgayi era un lugar muerto que producía miedo. El silencio de muerte reinante era turbado de tiempo en tiempo por el ruido de las armas. No había nadie, salvo algunos Inkotanyi. Los locales del obispado, cuyas puertas habían sido forzadas no habían sido saqueados todavía totalmente. Sin embargo, el desorden era total y todos los vehículos habían sido robados.

Regresamos sin tardar a Gakurazo. Los preparativos de las exequias habían avanzado. Fuimos a rezar ante los restos mortales que se habían colocado en la sala de espera. Las religiosas habían podido lavar los cuerpos y cambiar los hábitos de algunos. Todos estaban cubiertos por un lienzo y dispuestos de manera que pudieran ser reconocidos. El sacerdote que me acompañaba, Joseph Ndagijimana pudo sacar una foto.

Las tablas aportadas eran insuficientes para el número de ataúdes necesarios. Se decidió hacer solamente cuatro, para dos obispos, para JMV Rwabilinda y para el hermano Jean-Baptiste Nsinga. Los hermanos carpinteros se pusieron manos a la obra.  Otros hermanos se estaban encargando desde la mañana  de abrir una fosa común.

Hacia las 15h, llegaron tres Inkotanyi, visiblemente de alta graduación a la vista de los escoltas que los rodeaban. Convocaron una reunión que, según decían, concernía a todos los encargados de la preparación de los funerales. La reunión tuvo lugar en una sala situada cerca de la capilla. Los Inkotanyi eran cuatro, los tres que habían llegado y el que había presidido la pretendida reunión del domingo a la noche. Por nuestra parte, éramos cinco. Además del hermano Balthazar y yo estaban los otros sacerdotes que habían venido de Byimana, a saber, Joseph Ndagijimana, Vénuste Linguyeneza, Jean Nsengimana y Benoït Karango. 

Uno de los Inkotanyi no me era desconocido. Lo vi por primera vez en la mañana del domingo, 5 de junio, en Tambwe. Formaba parte de los militares que nos llevaron a Gakurazo. De unos 30 años, era muy esbelto, 1m 80, negruzco con grandes ojos rojizos. Es el que se dirigió a nosotros y nos dijo que el objetivo de la reunión era intercambiar ideas sobre la ceremonia. En lo relativo al lugar del enterramiento, dijo que a causa de la intensificación de los combates, todos los cuerpos deberían ser enterrados en Gakurazo y no en Kabgayi. 

Vénuste Linguyeneza tomó inmediatamente la palabra y reaccionó haciendo notar que sería anormal y por consiguiente incomprensible que las exequias se hicieran de ese modo, cuando, según la regla de la Iglesia, todo obispo debía ser enterrado en su catedral. Prosiguió precisando que incumbía a los Inkotanyi hacer todo lo posible para que cada obispo fuera llevado y enterrado en su catedral respectiva, con todos los honores debidos. Si era preciso, añadió, que se negociara entre las partes en conflicto para que los convoyes de los funerales pudieran acceder a las regiones no controladas por el FPR. Joseph Ndagijimana tomó también la palabra y apoyó la idea de Vénuste diciendo que la participación activa del FPR mostraría que se unía a la pena de la Iglesia. El Inkotanyi rechazó la propuesta de Vénuste. Explicó que no había lugar a una negociación con la parte adversa porque todo minuto perdido en la guerra tenía enojosas consecuencias. Añadió que, aunque se produjeran las negociaciones, el FPR no confiaría en su adversario. 

Tomé la palabra para insistir en la promesa que los Inkotanyi  habían hecho a la mañana. Puse de relieve que si la idea de llevar los cuerpos a Byumba y Kigali no era retenida, la inhumación de los cuerpos en Kabgayi era pensable ya que la región estaba controlada enteramente por el FPR. Propuse en consecuencia que los obispos fueran enterrados en la catedral y que los otros lo fueran en el cementerio de la diócesis. Otro Inkotanyi reaccionó preguntándome cómo en este periodo de inseguridad me imaginaba la posibilidad de cavar unas tumbas. Explicó que los militares no pueden encargarse al mismo tiempo de hacer la guerra y de garantizar la seguridad de las personas que estarían presentes en el cementerio.

Prosiguió la discusión y los Inkotanyi no cejaron en su posición de enterrar los cuerpos en Gakurazo. Consideraron y presentaron este entierro como provisional, puesto que afirmaron que los cuerpos serían exhumados y conducidos a sus lugares una vez que la tranquilidad hubiera vuelto al país. En un momento dado, tomé la palabra e hice otra propuesta con relación a la elección del lugar del enterramiento. Hice ver que el problema de la inseguridad de las personas se planteaba para el exterior y no para el interior de la catedral. Si era a causa de la inseguridad de las gentes por lo que la inhumación no podía hacerse en el cementerio de la diócesis, el problema no se planteaba para la exequias en la catedral. Aquí no sería necesaria la presencia de militares para garantizar la seguridad de los que cavaban las tumbas. Así que propuse que la inhumación de los obispos se hiciera en la catedral y la de los otros cuerpos en Gakurazo. Mi propuesta fue aceptada por los Inkotanyi.

Quedó por tratar la cuestión del reparto de tareas y la de la hora de las exequias. Los Inkotanyi consideraron que correspondía a Joseph Ndagijimana, párroco, ocuparse de buscar las personas que para cavar las tumbas en la catedral de Kabgayi. Argumentaron que en cuanto responsable era el mejor situado para conocer a los habitantes de su parroquia. Joseph rechazó esta tarea haciendo valer que la mayoría de los habitantes de su parroquia había huido y que otros estaban escondidos en sus casas, que, en consecuencia, él no tenía el poder de imponer nada a los viandantes. Los Inkotanyi terminaron por encontrar un compromiso. Tras hablar con el párroco, decidieron que juntos, pero cada uno por su lado, irían esta tarde misma a tratar de encontrar las personas para la tarea. Esas personas se juntarían al día siguiente y serían llevadas en un vehículo a Kabgayi para cavar las tumbas. En cuanto a los trabajos en Gakurazo, los Inkotanyi precisaron que habían sido encargados los hermanos y los novicios.

Los Inkotanyi fijaron la fecha y hora de la ceremonia para el día siguiente a las 14 horas.

17. Martes 7 de junio: ceremonia de las exequias


El martes 7 de junio, los preparativos de los funerales prosiguieron. Los cuatro ataúdes previstos ya estaban preparados desde la víspera. La excavación de las tumbas, no obstante, siguió constituyendo una grave preocupación. Todavía no se había hecho nada en Kabgayi, mientras que en Gakurazo no quedaba más que terminar el trabajo iniciado la víspera. Joseph Ndagijimana, Jean Nsengimana y yo nos ocupamos de los trabajos en Kabgayi. Un coche nos llevó y cogió en el camino a campesinos que los Inkotanyi habían reunido. Los trabajos comienzaron hacia las 10 h. Se prepararon dos tumbas en la Basílica, cerca del altar, en el suelo enladrillado. La de Thaddée Nsengiyumva estaba colocada justo ante la puerta de la sacristía. Otra, más ancha, prevista para acoger a Vincent Nsengiyumva y Joseph Ruzindana, era cavada justo detrás del altar. Previmos que un día estos dos cuerpos irían a sus catedrales respectivas.



El interior de la Catedral de Kabgayi. El altar está justamente detrás de las tres personas de la foto. La puerta de la sacristía se encuentra a la izquierda del altar.'

Cuando regresamos a Gakurazo, me enteré de que la excavación de una fosa común había movilizado a Inkotanyi que se habían unidos a los hermanos.

Todo estaba en orden a las 14 horas. La misa, presidida por Vénuste Linguyuneza, no comienzó más que a las 15 h. Nos encontramos en el patio de la comunidad de hermanos, cerca de la sala donde estaban depositados los cuerpos. Algunos cuerpos, aquellos para los que se habían previsto los ataúdes, había podido sacarse y los rodeamos. Todos los habitantes de la casa estaban presentes en la ceremonia y se nos había unido el presbiterio de Byimana. Se veían también algunos Inkotanyi. Entre estos últimos, pude ver el que, la tarde del domingo, presidió la pretendida reunión. Vi también al que, la víspera a la mañana, me contactó para conocer mi opinión sobre el emplazamiento de las tumbas. El que presidió la ceremonia del lunes, día 6 de junio a la tarde, sobre los preparativos de los funerales estaba, él también, presente. Las identidades de estos Inkotanyi están descritas en páginas anteriores.

En una homilía corta pero penetrante y sin medias tintas, Vénuste Linguyeneza expresó la pena de la Iglesia. Dijo que la tragedia que sacudía la Iglesia era sin precedentes en la historia: tres obispos asesinados al mismo tiempo y enterrados, con desconocimiento del Papa. Con relación al asesinato mismo, dijo que todo ello nos mostraba hasta dónde podía llegar la ceguera e ingratitud del hombre. Afirmó que muchas de esas víctimas, con peligro de sus vidas, habían prodigado sus fuerzas en favor de los refugiados de Kabgayi. Certificó que él personalmente era testigo de la implicación personal en esas tareas del obispo Thaddée Nsengiyumva (de Kabagyi). Sus gestiones, sus negociaciones ante las autoridades políticas para la protección de los refugiados. Afirmó que sólo Dios sabría reconocer el mérito de cada uno y podría dar una verdadera recompensa.

Antes del final de la misa, el hermano Frédéric Sezikeye, adjunto del difunto superior de los hermanos Josephites pronunció una alocución de condolencia. Un Inkotanyi solicitó hablar. Se asoció a la pena de todos, pero subrayó el hecho de que estabann a la búsqueda de los autores del crimen y que éstos serían severamente castigados.

La ceremonia de los funerales prosiguió después de la misa. Para el enterramiento de los obispos en Kabgayi se formó una delegación, compuesta por miembros de cada comunidad, y acompañó el cortejo fúnebre. Todos los demás permanecieron en torno a Jean Nsengimana, el cual llevaba adelante la ceremonia del entierro de las otras víctimas.

Yo formé parte de los que salían para Kabgayi. Dos vehículos, uno con los cuerpos de las víctimas y el otro con los participantes, se pusieron en marcha. En la catedral a la que llegamos en el atardecer, en torno a las 18 h, era necesarias las velas para terminar la ceremonia. Aquí también los Inkotanyi se mostraron activos. En efecto, fueron ellos los que además de transportar los ataúdes desde el vehículo  hasta su destino, agarraron azadas y palas para rellenar las tumbas tras la ceremonia. Pudieron verse periodistas con aspecto europeo. ¿De dónde venían? ¿Quiénes eran?

Abandonamos el lugar hacia las 19 horas. Cuando llegamos a Gakurazo, la ceremonia ya había terminado. Me enteré que la tarea había sido especialmente dura para los Inkotanyi. Habían tenido que transportar no solamente desde el interior al exterior los 12 cuerpos en proceso de putrefacción, sino también volver a llenar con escasos medios disponibles la enorme fosa común. Según una religiosa testigo, los Inkotanyi parecían agotados.


18. Los servicios de inteligencia del FPR se activan


El mismo día después del entierro, miércoles 8 de junio, me percaté de que había habido cambios en el grupo de Inkotanyi presente en Gakurazo. Eran nuevos los rostros con los que me cruzé. No tendría ya más ocasiones de cruzarme con los soldados vistos en Tambwe y Gakurazo.

Me acostumbré progresivamente a aceptar esos cuatro muros, que me parecían una cárcel, de la comunidad de hermanos. Aunque tenía la suerte de tener una habitación individual, no me atrevería a pasar en ella una sola noche, tal era el pavor que seguía sintiendo de estar solo. Tampoco podía pisar el refectorio. El olor a sangre no abandonaba la casa y hacía que mis recuerdos fueran insoportables cada vez que pasaba cerca del lugar. Las comidas seguían tomándose en este refectorio, pero yo me refugiaba en algún sitio al lado, en la cocina, donde dos religiosas se prestaban a hacerme compañía.

Durante la semana me interrogaron dos veces. En primer lugar vino un hombre de unos cincuenta años, vestido de civil, que se expresaba en un kinyarwanda con acento ugandés. Nos instalamos en una sala de visitas situada al lado de la capilla. El hombre, rodeado de sus guardias, se presentó diciéndome que trabajaba en la oficina de información del FPR. Me dijo que le habían dicho que yo era un superviviente de la masacre y que le gustaría que le contara lo sucedido. A pesar de mi desconfianza, comencé a resumirle lo que nos había pasado desde Kabagyi hasta Gakurazo; cómo habíamos sido llevados  a Tambwe antes de ser conducidos a Gakurazo donde, al atardecer, los asesinos habían disparado contra nosotros. Mientras hablaba, él tomaba notas. En cuanto terminé, me preguntó si era capaz de identificar a los asesinos, a lo que respondí negativamente. Después, leyó ante mí el acta y me pidió que firmara, lo que, evidentemente, hice.

Vino luego otra persona, un hombre joven, que dijo “ocuparse del sector de información del FPR”. Me dijo que desea informarse sobre lo sucedido. Le relato lo que ya he dicho al primero. Me pregunta, él también, si podía identificar a los autores del crimen y, como al primero, respondí negativamente.  Contrariamente al anterior, no me pidió que firmara lo que había dicho.

19. Las lenguas de las tres muchachas se sueltan.


Entre tanto, las tres jóvenes de nuestro grupo me contaron cómo ellas se habían salvado del asesinato. Me revelaron que en realidad habían sido invitadas a no asistir a la reunión. Cuando fuimos convocados a la reunión, ellas respondieron a la misma como nosotros. Al llegar a la puerta de entrada, se habían topado, sin embargo, con un Inkotanyi que les había sugerido que no entraran, ya que la reunión no les concernía demasiado. Las chicas rehusaron obedecer y a pesar de todo entraron. Cuando se produjo el ataque, los asesinos tomaron posición justamente al lado de ellas y en un momento dado, durante el tiroteo, uno de ellos las miró enfadado y las empujó diciendo secamente: “¡Salid!, ¿qué hacéis aquí chicas idiotas? (ariko ibi bikobwa birakora iki aha?). Las muchachas fueron empujadas hacia atrás, bajo las mesas, donde se escondieron. Las dos mayores asistieron desde allá al horror. La más joven optó por huir y así es como yo la vi llegar al patio del establo a donde yo mismo acababa de llegar.

20. Proyectos de evasión


Para la mayoría de entre nosotros la vida era cada vez más pesarosa y sobre todo asfixiante para mí, que no veía lo que me deparaba el futuro. Me quería largar a algún lugar todavía no controlado por el FPR. Pasé las noches imaginando planes de evasión cuya ejecución, al alba,  dejaba para más tarde, al constatar que los riegos eran enormes.  

La vida seguía en aquella casa de Gakurazo. Lo esencial del día quedaba ocupado por las tareas de aprovisionamiento de alimentos. Unos se ocupaban de la cocina, otros ian a buscar agua a 2 km. La búsqueda de víveres nos condujo a menudo, a mí y al hermano Balthazar y a algunas religiosas a Kabgayi, a los stocks de la diócesis, de los hermanos o de las hermanas. 

Kabgayi se había convertido en un lugar donde reinaba un silencio de muerte. A veces se veía pasar a un grupo de desconocidos que iban o venían de saquear las casas. El olor era nauseabundo. Había cadáveres en descomposición incluso ante el portalón del obispado. Se encuentraban sobre todo en el hospital y al borde de las carreteras. 

Teníamos muchas ganas de abandonar este lugar de Kabgayi, pero, por todas partes por donde pasábamos, el país ofrecía el espectáculo del desastre. Las colinas estaban desiertas y había signos que mostraban que el terror reinaba. Cada vez que pasábamos por el centro comercial de Byimana, muy cerca del centro de salud, nos encontrábamos con personas de etnia hutu, niños, jóvenes, adolescentes y hombres adultos que los Inkotanyi habían agrupado de las colinas de Mukingi. Todos esperaban, angustiados, un destino desconocido.

21. Visita inesperada del P. Vjecko, el miércoles 22 de junio


El miércoles, 22 de junio, dos semanas después del asesinato, llegó desde Bujumbura, donde estaba bloqueado, el P. Vjecko enviado por las autoridades eclesiásticas para preparar la visita del cardenal francés Etchegaray. Nos informó de que el cardenal celebraría una misa en la catedral de Kabgayi y que podríamos ir a recibirlo.

Antes de marcharse, el P. Vjecko me pidió un encuentro. Era una ocasión para revelarle lo que había pasado. Los Inkotanyi tenían interés en estar también ellos presentes en la entrevista. El padre rechazó evidentemente la pretensión a la vez que exigió explicaciones; la tensión aumentó. Los Inkotanyi cedieron y pudimos conversar en una sala de visitas. Era la primera persona a la que entregué mi testimonio libremente. Aprovechamos para hablar de mi evasión. Él se iba a encargar de obtener para mí un pasaporte en la embajada de Ruanda en Burundi. Me sacó una foto para el pasaporte.

22. Orden de abandonar Gakurazo ; jueves 23 de junio


Es jueves 23 de junio, día después de la visita del Padre Vejcko. A la tarde comenzó a circular un rumor según el cual debíamos prepararnos para abandonar el lugar. Al día siguiente, viernes 24 de junio, después de la misa, fuimos todos convocados por los Inkotayi a una reunión que tuvo lugar en el refectorio.

Un hombre, de tez más clara y de gran estatura, que hablaba en tono severo, se dirigió a nosotros. Nos anunció que se había decidido que todos abandonáramos Gakurazo y tomáramos dirección hacia el sur del país, a Rwabusoro (en el Bugesera). Precisó que esta medida estaba motivada por el ataque que el ejército francés preparaba llevar a cabo en Ruanda. Añadió que el FPR estaba preparado para mostrar a los franceses de qué madera estaba hecho. Se permitió ironizar que los que, entre nosotros, estuvieran del lado de los franceses podrían quedarse en Gakurazo si los deseaban. Terminó diciendo que solo teníamos unos minutos para hacer las maletas. Nadie se atrevió a reaccionar, aunque el anuncio sorprendió a los que, como yo, esperaban con impaciencia la visita del cardenal Etchegaray.

En cuanto el Inkotanyi terminó de hablar, nos apresuramos a hacer nuestros equipajes. El ambiente, no obstante, no era especialmente alegre. En torno a las 10h dejamos Gakurazo. Fuimos a pié en dirección a Bugesera. La mamá de Richard Sheja, el niño asesinado, tuvo el honor de ser llevada en coche. En ese momento es cuando nosotros perdimos rastro de un cierto número de jóvenes hermanos de la comunidad de los josefitas, de los que, más tarde, nos enteraremos que fueron enrolados en el ejército del FPR.

En camino, nos cruzamos con una masa de personas a las que se había rogado que abandonaran sus casas y se marcharan. Cuando llegamos a “Mugina w’i imvuzo”, el centro comercial que se encuentra entre Gakurazo y Ruhango, yo me separé del grupo que toma la dirección de Mayaga por Kizibere. Tentado por la proximidad de mi colina natal que veía, a vuela pájaro, a 5 km, decidí ir a ver a los miembros de mi familia, cuya suerte ignoraba. No fui el único ya que una religiosa de las Hospitalarias de Santa Marta de Kabgayi, Hna. Liberata Muragijemariya, se empeñó en hacerme compañía. Cuando llegamos a la casa, tuve la agradable sorpresa de constatar que mis padres habían optado por permanecer en su casa, aunque la mayoría de los vecinos habían huido. Nuestro encuentro fue fuente de una inmensa alegría, sobre todo pensando que podía ser un adiós.

Hacia las 15h, después de aquella calurosa acogida, retomamos el camino hacia Rwabusoro dirección Ruhango, a 7 km. Bajo un ardiente sol de verano, salimos. Allá por donde pasábamos, el silencio era de muerte. El país ofrecía un panorama sin vida. Abordamos esas colinas que íbamos bajando sin prisa.

Me detuve de tiempo en tiempo para contemplar esos campos de sorgo maduros que se extendían en los valles y en los flancos de las colinas; campos que visitaban los pájaros en gran número, ya que faltaban los cosechadores. Otro espectáculo jamás visto hasta entonces era el de una horda de perros que corrían y ladraban en una de las colinas cercanas de Ruhango.

Llegamos a la parroquia de Ruhango hacia las 17h; siguía habiendo gente en el centro escolar, en el presbiterio, en el entorno de las hermanas. Algunas personas, es el caso de las religiosas, habían llegado de Kabgayi. Otras, entre ellas mi hermano pequeño que había escapado por los pelos de los inkotanyi, eran parroquianos que al no poder quedarse en sus casas y no queriendo huir, habían encontrado refugio en la misión. Esperanam y encontraban cierta seguridad. Había también Inkotanyi que merodeaban por todas partes. Fui a ver al Padre Stany Urbaniak, párroco. Era de origen polaco y pertenecía a la congregación de los palotinos. Formaba parte de los pocos extranjeros que no habían querido largarse y habían optado por permanecer al lado de la población. Su presencia había permitido a muchos refugiados escapar de las masacres. Hablé con este sacerdote, que por otra parte me persuadió de que me quedara con él unos días, el tiempo para esperar la visita del cardenal. Acepté la propuesta. Me vino bien para mi proyecto de salir del país. Pedí a las religiosas palotinas, cuya comunidad no estaba lejos de la parroquia, que me alojaran. La Hna. Marietta, responsable de la casa, me recibió calurosamente.

Tengo que decir que esos días, la hermana y yo teníamos en común un secreto relativo a una joven, Pélagie Mukazitoni, que habíamos podido salvar in extremis. Profesora  en la escuela secundaria fundada por el sacerdote Alfred Kayibanda, una de las víctimas del asesinato de Gakurazo, esta joven formaba parte de los refugiados que habíamos alojado en la parroquia. Estaba especialmente en peligro de muerte porque estaba en la lista de los presuntos cómplices del FPR; algo que ella, por otra parte, no negaba. Si escapó a la muerte fue porque el día en que su escondite fue descubierto, un militar de alto grado de las FAR, el coronel Muremyangango, de paso por nuestro presbiterio de Kabayi, aceptó a petición mía llevarla clandestinamente en su vehículo. La dejó en la hermanas palotinas de Ruhango, donde la responsable, la hna. Marietta, con la que yo acababa de conectar, preparó para ella un escondite seguro durante semanas. Tendré ocasión de cruzarme en varias ocasiones con la superviviente acompañada de militares a lo largo de mis peregrinaciones.


23. De Ruhango hacia Rwabusoro (Bugesera), sábado 25 de junio


Al día siguiente de mi llegada el viernes 24 de junio, nos enteramos de que los Inkotanyi habían ordenado que nos marcháramos del lugar con destino al Bugesera. Era la hna. Marietta quien me informó. Así pues, al día siguiente, 25 de junio, dejamos Ruhango. La Hna. Liberata Muragijemaryia, que me había acompañado desde Gakurazo, y yo tuvimos la suerte de marcharnos en coche. Este vehículo transportaba urgentemente a un enfermo gravemente de malaria. Se trataba de Alexandre Ngeze de la diócesis de Kigali. Este sacerdote, alojado antes en el Liceo de Bukomero (byimana) a donde llegó proveniente de Kigali, había sido admitido en urgencias en el Centro de salud de Ruhango, como consecuencia de una crisis de malaria. En estos tiempos de guerra, el Centro de Ruhango sirvió de hospital de heridos de guerra de los Inkotanyi.


Tomamos la carretera que iba, por Kinazi, hacia Rwabusoro. Cruzamos columnas de gentes que como nosotros habían recibido la orden de abandonar sus casas y de dirigirse al sur del país, a Rwabusoro. La mayoría llevaban pesados fardos sobre la cabeza, mientras otros avanzaban con su ganado.


El coche nos dejó a mí y a la religiosa en Rwabusoro antes de proseguir su camino hacia el Centro de Salud de Rilima. Me enteraré luego que el sacerdote falleció nada más llegar.


Rwabusoro, una pequeña aldea situada cerca del río Akanyaru, en el sureste del país, se había convertido en un gran campo de refugiados. Cuando llegamos, ya había miles de personas. Otras, afluían, provenientes en su mayoría de la región central, de la prefectura de Gitarama. Nosotros fuimos los primeros, del grupo de Gakurazo, en llegar; el resto había optado por instalarse en la parroquia de Kinazi, unos kilómetros antes de llegar a Rwabusoro. Nos juntamos con el grupo de Byimana que ya estaba all´. Se trataba de los sacerdotes Joseph Ndagijimana, Benoît Karango, Jean Nsengimana y Venuste Linguyeneza. Las condiciones de vida eran muy duras en un lugar donde una muchedumbre numerosa vivía en la promiscuidad, sin agua potable, en medio de una suciedad nauseabunda.

24. Los Inkotanyi vienen a buscarme, en la noche del lunes 27 de junio



Sucedió durante la noche del lunes 27 de junio, al día siguiente de nuestra llegada a Rwabusoro. Nuestro grupo trataba de improvisar unas camas en medio de la muchedumbre de refugiados, cuando llegaron unos Inkotanyi que pidieron conocer al cura Emmanuel. Me presenté, no sin temor. Uno de ellos me dijo que había sabido que yo era vicario de la catedral de Kabgayi y que debía saber dónde se encontraban las llaves de la Iglesia. Me dijo que mi presencia era necesaria para abrirla y prepararla para una misa que al día siguiente celebraría el Cardenal. Los Inkotanyi me llevaron en su coche. Teníamos que pasar sin embargo por la parroquia de Kinazi donde yo debía recuperar las llaves en cuestión. La maleta en la que se encuentraban estaba, en efecto, en manos de una persona de nuestro grupo instalada en Kinazi.


El Inkotanyi que me llevó formaba parte del grupo de jefes, ya que llevaba guardaespaldas. Se mostró muy cortés conmigo y me hablaba con simpatía. Le complacía contarme concretamente que formaba parte del primer contingente que había atacado Ruanda desde Uganda.


Nuestro paso por Kinazi me permitió volver a ver a los compañeros de Gakurazo, agotados por la caminata a pié. Una parte de ellos ocupaba los locales del presbiterio, ya que los dos sacerdotes habían sido matados (25). El otro se alojaba en la hermanas “Bizeramariya”, una congregación autóctona, cuyo nombre significa “las que tienen confianza en María”


Retomamos el camino y llegamos hacia la medianoche a Ruhango, donde pasamos la noche a la esperar de ir a Kabgayi, al día siguiente. Para el alojamiento, el Inkotanyi cuidó de que no me quedara solo. Compartimos la misma habitación de una casa que se encontraba en la ruta que baja hacia la sub-prefectura.


25. La visita del cardenal Etchegaray a Kabgayi, el martes 28 de junio


Al día siguiente, martes 28 de junio llegamos a Kabgayi hacia las 10h. Me sorprendí al ver que las puertas de la Iglesia habían sido forzadas y habían sido abiertas. Tampoco se podía reconocer la sacristía que, como otras estancias, había sido saqueada.


Hacia las 11h llegó el cardenal. Le acompañaba Mons. Pierre Nguyen Van Tot, secretario del nuncio apostólico en Ruanda. Estaban también presentes Mons. Frédéric Rubwejanga, obispo de Kibungo y el P. Vjecko. Formaban parte de la delegación otros religiosos y religiosas, entre ellas las hermanas Benebikira (26), una congregación autóctona de Rwmagana. Poco después comenzó la misa presidida por el cardenal en la basílica. No asistía mucha gente. Entre los participantes había militares Inkotanyi, uno de los cuales, visiblemente, era el comandante en jefe de toda la región militar de Gitarama. Muy esbelto y de unos 34 años de edad, tenía varios escoltas que no le dejaban solo. Era el que había recibido al cardenal cuando este llegó. Además de los militares había también algunos civiles, altos responsables del FPR. Entre estos últimos solo pude reconocer a Ruteramara Tito, fundador del FPR, por haberle visto en las fotografías de los periódicos cuando el FPR en 1990 atacó el país. Muy alto, en torno a 1,80m, de tez negro-pálido y de unos sesenta años de edad.


El cardenal, en su homilía, habló principalmente de la paz y reconciliación nacional que desea con todas sus fuerzas e hizo un llamamiento a los ruandeses para que sean los primeros actores de ello. Rechazó apuntar, sin embargo, a nadie. Después de la misa tuvo lugar un encuentro en la gran sala renovada de reuniones del obispado. Al dirigirse a personalidades civiles y militares del FPR, el cardenal anunció el mensaje de paz del Papa.


Antes de marcharse, el cardenal visitó el obispado. Todos los edificios estaban saqueados y en estado deplorable. El secretario de nuncio se preocupó de proteger algunos documentos importantes encontrados en los despachos del obispado y del economato llevándoselos. El cardenal pidió a las autoridades del FPR presentes que garantizaran la protección del patrimonio de la casa, de los archivos, de los dossiers confidenciales. Se le prometió que así sería, que se velaría por ello.


Después de Kabgayi, todos nos dirigimos a Gakurazo. El cardenal visitó el lugar de la masacre. Yo salí en el mismo vehículo que el cardenal y durante el trayecto ofrecí mi testimonio sobre el drama vivido. Una vez en Gakurazo, toda la delegación fue al refectorio, lugar de la masacre. Los impactos de las balas eran todavía visibles en las paredes y Mons. Pierre Van Tot pudo tomar unas fotos. Nos dirigimos para rezar a la fosa común donde estaban enterradas las otras víctimas. Los dignatarios, hablo de los responsables del FPR y concretamente de Tito Rutaremara y del comandante en jefe de la región militar de Gitarama de los que he hablado antes, prometieron al cardenal que en breve el lugar sería adecentado.


Gakurazo fue la última etapa de la visita del cardenal. Fuimos a Ruhango, donde los Inkotanyi habían previsto alojar al cardenal y su delegación. Se ofreció primero una sobria cena, en la casa de un particular; casa que se encontraba más abajo un poco antes de la central eléctrica de Kigoma. Hacia las 23h, cada uno pudo ir a acostarse.


Al día siguiente, el cardenal terminó su visita a Ruanda y partió a Burundi. Desdichadamente yo no pude marcharme con él como lo habría deseado, ya que el P. Vjecko no había podido traerme mi pasaporte. Me prometió, en cualquier caso, que en próximos días el problema de este documento indispensable para mi evasión quedaría resuelto. Así pues, regresé a Rwbusoro a juntarme con mis compañeros.


26. De Rwabusoro a Rwamagana (Kibungo)


Las condiciones de vida en Rwabusoro eran más que miserables. No esperábamos permanecer mucho tiempo en aquella promiscuidad en la que los riesgos de contraer enfermedades eran inevitables. El obispo Frédéric Rubwejanga que, acompañando al cardenal, pasó por Rwabusoro, no permaneció insensible a la situación en que vivían sus hermanos los sacerdotes. Prometió que en cuanto llegara a Kibungo enviaría coches para evacuarnos.


Dos días después, a la tarde, vimos llegar dos vehículos que nos llevaron a Rwamagana, a donde llegamos, tarde, en plena noche. Para el alojamiento, el grupo se repartió entre el presbiterio, la comunidad de “Benebikira” y la de las Bernardinas. Tres sacerdotes, algunas hermanas franciscanas y mi hermano pequeño fuimos acogidos por las Bernardinas. Los sacerdotes éramos Venuste Linguyeneza, Bénoît Karango y yo. No obstante, no éramos los únicos a ser alojados allí, ya que otros sacerdotes de Kibungo ya estaban. Eran los sacerdotes Kizito Bahujimihigo (futuro obispo de Ruhengeri), Philippe Rukamba (futuro obispo de Butare), Pierre Claver Nkusi y el anciano Aimable Kazubwenge.


Rwamagana presentaba una apariencia de calma. La región estaba, desde hacía varias semanas, bajo control de los Inkotanyi. El comercio había revivido en el centro comercial de Rwamagana. Las gentes circulaban libremente y había un permanente trasiego de personas provenientes de Uganda, Burundi y Tanzania y de otras zonas conquistadas por el FPR. Entre ellas, los profesores del Seminario Mayor de Nyakibanda, concretamente Smaragde Mbonyintege. Llegaron, escoltados por militares, otros sacerdotes convertidos en cuadros del FPR, como Luc Bucyana de la diócesis de Kibungo y Butera Eustache de Kigali. Trabajando, al parecer, en favor de su familia política, vivirían en adelante en los campos militares y ya no obedecían a las órdenes de sus superiores jerárquicos eclesiásticos.


27. La triste noticia del asesinato del Hno. Balthazar Ntibagendeza y de otros miembros de su comunidad


Durante nuestra estancia en Rwamagana, tuvimos regularmente la visita de sacerdotes y religiosas que estaban de paso. Tuve la alegría de volver a ver a alguno de nuestros compañeros de Gakurazo que habían permanecido en Kinazi y entre ellos a la Hna. Marie  Louise, de origen suizo (27). Fue ella la que me trajo la trsite noticia de la eliminación selectiva de los miembros de la comunidad de los Josefitas. Me contó, dado que ella estaba presente en el momento de los hechos, cómo en días posteriores a su llegada a Kinazi, el FPR había aprovechado la evacuación de Gakurazo para hacer la selección y asesinar a algunos miembros de la comunidad de Josefitas. Así es como me enteré del asesinato de los hermanos Balthazar Ntibagendeza y de Vivens y de los trabajadores bahutu de la comunidad. Según la testigo, los hermanos Balthazar y Vivens fueron asesinados por los Inkotanyi el 23 de julio de 1994 en Kinazi. Los obreros sufrieron la misma suerte dos días después, el 25 de julio. La hna. Didacienne (28) y Felicula Nambagendeza de las hospitalarias de santa Marta de Kabagayi podría, ellas también, dar fe de ello, ya que estaban presentes en Kinazi en esa época. El hno. Balthazar Ntibagendeza, refugiado hutu de origen burundés y maestro de novicios, era quien se había ocupado de nosotros en cuanto llegamos a su comunidad de Gakurazo, el domingo 5 de junio, y el que, sin saberlo, preparó mi supervivencia cuando vino a buscarme a la sala de la pretendida reunión para darme la habitación. El hermano Vivens era originario de Gitisi-Ruhango, prefectura de Gitarama.


Nuestra estancia en Rwamagana era provisional. Pero, ¿por cuánto tiempo? Me alegré infinito cuando, días después, el P. Vjecko me trajo mi pasaporte de la embajada de Ruanda en Bujumbura. Ya no me quedaba más que dar con una ocasión favorable para salir del país.


El P. Vjecko fue asesinado por los Inkotanyi el 31 de enero de 1998 en Kigali. Este franciscano de origen croata había pasado 17 años en Ruanda, en la parroquia de Kivumu, donde se había integrado muy bien gracias concretamente a su perfecto conocimiento del Kinyarwanda.

Padre Vjecko.

En el momento de su muerte el P. Vjecko era ecónomo general de la diócesis de Kabgayi.


28. Evasión por Burundi, el 30 de julio


Mi proyecto de evasión se realizó gracias a la ayuda del sacerdote Philippe Rukamba. Hacía varios días que esperaba la oportunidad de pasar sus vacaciones en el extranjero y de visitar a miembros de su familia. 


Pensaba coger el avión en Bujumbura (Burundi). Entre tanto, esperaba la llegada de un amigo que le había prometido que vendría a cogerle en coche. Conocía mi proyecto y me había prometido que me ayudaría.

La ocasión se presentó el 30 de julio y salimos hacia Burundi al amanecer. El amigo de Philippe Rukamba que nos llevaba en su coche, según su propia presentación, era miembro del FPR, nacido en Burundi y se dedicaba al comercio. Me trató cortésmente, aunque no le importaba abordar temas delicados. Así es como me enteré, entre otras cosas, que desde hacía tiempo había hecho trabajos de espionaje en Ruanda, en el marco de la infiltración y de la guerra del FPR.


Pasamos por la capital, Kigali, ciudad fantasma donde comenzaba a instalarse una nueva población de antiguos refugiados de Burundi y Uganda. La ciudad de Butare, a donde llegamos a la tarde, estaba también vacía. Ya era tarde cuando llegamos a Kanyaru, frontera ruando-burundesa. En la aduana, en el lado ruandés, había una gran afluencia de refugiados ruandeses que realizaban las últimas formalidades administrativas para regresar al país. A pesar de mi miedo, fui al servicio de emigración donde me presenté como sacerdote que iba de vacaciones. No tuve problemas para obtener la autorización de abandonar el territorio. Pasamos al otro lado, a la aduana burundesa. Aunque yo no tenía visado de entrada, el Inkotanyi que nos llevaba, visiblemente muy familiar con los agentes de aduana, negoció con éxito nutra entrada al territorio burundés.


Ya era muy tarde para proseguir el viaje. En las proximidades había una casa de las religiosas “Benetereziya” (29), una congregación autóctona burundesa, a donde nos condujo el Inkotanyi para pasar la noche. Al día siguiente, domingo, retomamos el camino para llegar a Bujumbura hacia las 10h. El Inkotanyi aceptó llevarme y dejarme en la nunciatura. Fui recibido por el Padre Hozer, de la comunidad de los Palotinos, que en ese momento cubría el interim del nuncio de Kigali. El P. Hozer ya estaba al corriente de lo que yo había vivido.


29. Estancia en el Seminario Mayor de Bujumbura


Conducido por el P. Hozer, ese mismo día encontré alojamiento en el Seminario Mayor de Bujumbura. El Seminario se había convertido en una casa de acogida para numerosos eclesiásticos de Ruanda, la mayoría de ellos de paso hacia otros países. Burundi se había convertido en un lugar de paso obligado para numerosos ruandeses que debían realizar gestiones administrativas en la embajada de Ruanda en Bujumbura. La mayoría de los eclesiásticos ruandeses alojados en el seminario provenían de la diócesis de Nyundo y estaban de paso hacia Europa. Se trataba, en concreto de los curas Jean-Baptiste Hategeka, Jean-Baptiste Tuyishime, Jean-Damascène Bimenyimana, futuro obispo de Cyangugu. Pero, también había otros sacerdotes de Kabgayi, Félix Ntaganira y Kibanuka originario de Unganda. Cuando nos entrecruzábamos y hablábamos, eran irreconocibles. En su euforia por la victoria del FPR, me hablaban sarcásticamente. Yo me sentía especialmente escandalizado por su desprecio por el asesinato de su obispo, Thaddée Nsengiyumva. Sin embargo, si todavía viven, es gracias a este obispo que les ayudó a abandonar precipitadamente y a escondidas el país. Era el día siguiente del atentado contra el avión del presidente Habyarimana Juvénal, el 6 de abril.


Todo el mundo se marchó la semana siguiente a mi llegada. Quedaba conmigo el sacerdote Aphrodis Kaberuka de Cyangugu. Más tarse se nos juntarían otras personas, a saber, el sacerdote Emmanuel Rukundo de Kabgayi, el seminarista Jean Louis Ngabonzima de Kigali y mi hermano pequeño, al que yo pude sacar de Ruanda gracias a la ayuda del sacerdote André Sibomana y de la Hna. Marie Paule de las congregación de las Auxiliadoras.


Nuestra estancia en el seminario se desarrollaba bien. La nunciatura pagaba nuestra estancia y el peculio para los curas. Nos integramos rápidamente en el equipo de sacerdotes que vivía en el seminario, con el que compartíamos las comidas y las actividades. Podíamos echar una mano para las misas que se celebraban en diferentes iglesias de la capital y en el seminario. Mi actividad principal estaba, no obstante, ligada a Caritas Raunda, instalada momentáneamente en Bujumbura. Me ocupaba de la caja creada por la nunciatura para la Iglesia ruandesa en desamparo. Ayudas puntuales, individuales y colectivas, eran acordadas a los miembros del clero y a las comunidades religiosas que lo solicitaban.


Fue en Bujumbura donde, además de estas diversas actividades, comencé a poner por escrito este testimonio.


30. Inseguridad en Burundi y emboscada de los “sans échec”, milicia batutsi.


Sin embargo, la vida en Burundi era difícil. A pesar del poco tiempo que yo estaba allí, me di cuenta de la gravedad de la situación. El demonio étnico arrasaba de la misma manera en los dos países vecinos y hacía la vida política cada vez más inquietante, ya que los asesinatos se multiplicaban cotidianamente. Yo mismo, una vez más, me escapé por los pelos cuando los llamados “sans échec” (sin fracaso), una milicia de jóvenes tutsi nacida después de la victoria electoral del presidente Melchior Ndadaye, fallaron en su golpe.


Era la tarde de un domingo y yo estaba solo caminando por la avenida de la Catedral Regina Mundi. Vi a un chico de unos 12 años que se paró ante mí y me pidió dinero. Intercambiamos unas palabras y le di, por fin, un poco de dinero. Se fue. No sabía que estaba ligado a un grupo de jóvenes mayores que él que, un poco más lejos, habló con él. Me di cuenta de que hablaban de mí, ya que todos me miraban; tuve el reflejo de ir al otro lado de la carretera. Pero, he aquí que ellos a su vez apresuraron su paso para atacarme, gritando: "ni Igiterahamwe sha !", “el cretino de Interahamwe está ahí”, lo que significa “¡a por él! Es un hutu de Ruanda”. Comprendí enseguida que cuando hablé con el chico, mi acento ruandés había traicionado mis orígenes y que estaba en peligro. Trate de ir deprisa, pero ellos comenzaron a correr para interceptarme, lanzando gritos como si se trata de un bandido. Me salvé corriendo pasando entre los cristianos que iban a misa. Ninguno de éstos últimos se atrevió a venir en mi socorro. Recorrimos más de un kilómetro sin que mis adversarios pudieran atraparme. Detrás de la catedral, tomé la pequeña ruta que, pasando por un bosquecillo,  llega al seminario. La presencia de un grupo de seminaristas disuadió a mis perseguidores de correr. Desde ese día yo ya no me atrevía a salir solo a la ciudad de Bujumbura.


Aunque al principio yo había pensado residir temporalmente en Burundi, mientras la situación en Ruanda se aclarara, la inseguridad me hizo reconsiderar mi visión y ya no deseé permanecer mucho tiempo.


En cuanto llegué a Bujumbura, el P. Hozer inició gestiones para mi salida a Roma o a Yaoundé. Estas gestiones, sin embargo, iban a tardear al menos un año y todo indicaba que yo debería prolongar mi estancia en Burundi, Por suerte se abrió una puerta de salvación en Francia. El Padre Jean-Marie Fromentin era un amigo de infancia que había vivido mucho tiempo en mi parroquia natal. Se había enterado de todo lo que me había sucedido y he aquí que me escribió para comunicarme que con su obispo, Mons. René Picandet, habían emprendido gestiones administrativas para que yo fuera acogido en la diócesis de Orléans.


31. Evacuación y llegada a Francia, el 8 de diciembre


Las gestiones no tardaron en culminar, ya que cuatro meses más tarde, el 30 de noviembre de 1994, tuve la alegría de enterarme que me había llegado el visado.


Tomé el avión la tardel del 7/12/1994 en el aeropuerto de Bujumbura y llegué al aeropuerto de Roissy, Paris, la mañana del 8 de diciembre de 1994. El P. François Maupu, vicario general del Obispo de Orléans, había llegado para recibirme y conducirme a la parroquia de Sully-sur-Loire, donde yo era esperado por el P. Jean-Marie Fromentin. Permanecí en su casa durante un mes, ¡el tiempo para acostumbrarme al invierno! Antes de ser nombrado e ir a instalarme a la parroquia Saint Paterne (Orléans)


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32. Anexo : Algunas referencias geográficas e históricas


Para el lector no conocedor de Ruanda, se presentan unas referencias geográficas e históricas que permitirán situarse frente a los hechos relatados anteriormente.


Elementos geográficos


Pequeño país de 26.338 km2 (cerca de 4 veces Loiret), Ruanda es un Estado de África oriental situado entre el inmenso Zaire (RDC), Uganda, Tanzania y Burundi. De releive especialmente montañoso (altitud media, 1500m) Ruanda es considerado como “La Suiza de África”.


El clima, refrescado por la altura, es de tendencia tropical, pero poco lluvioso. Con una población total de 7,5 millones de habitantes (según el censo de 1981), Ruanda es el país más densamente poblado de África (285 hab./km2). Viven en el país tres etnias que comparten una misma cultura y una misma lengua, el Kinyarwanda: los Bahutu (84%), los Batutsi (15%) y los Batwa (1%) cohabitan y no necesitan tener documentos de identidad para conocerse. Los Batwa, por ejemplo, tienen un modo de hablar especial que los caracteriza.


Ruanda, pobre en recursos naturales, vive esencialmente de la agricultura. La tierra es generosa y el sorgo, maíz, plátanos, alubias, boniatos, patatas componen lo esencial de los cultivos. El ganado vacuno (antaño patrimonio de los batutsi), el ganado ovino, caprino y porcino producen carne y permiten abonar el entorno de la propiedad familiar. El café representa entre el 60% y el 80% de los ingresoso por exportación.


En este país donde los conflictos siempre han sido violentos entre los Bahutu y los Batutsi, el control del poder , acompañado de la banalización de la vida y del éxodo de poblaciones  fuera de las fronteras del peís, el desarrollo duradero y colectivo es hasta hoy muy difícil, por no decir imposible.


Un poco de historia


La historia de Ruanda parece comenzar con la colonización de principios del siglo 20. La época anterior es mal conocida y a menudo limitada a las dinastías tutsi


1.      El poblamiento


Las investigaciones de algunos historiadores, como las de Alexis Kagame (30) nos permiten percatarnos de que el poblamiento de Ruanda es el resultado de una sucesión de invasiones étnicas.


Los Batwa fueron los primeros pobladores. Este término engloba por una parte los pigmeos (de talla pequeña, que viven de la caza y de la recolección) que subsisten todavía en los bosques de la región de los grandes lagos y son conocidos en Ruanda bajo el nombre de Impunyu. Por otra parte se trata de ceramistas (de talla normal, 1%) que viven en medio de otras poblaciones ruandesas. A pesar del esfuerzo de las autoridades, estos Batwa (segundo grupo), salvo algunas excepciones, siguen estando marginados, rechazan la escolaridad, viven sobre todo de la venta de las vasijas de barro que venden en los mercados.

Los Bahutu aparecieron en segundo lugar, entre los siglos 7º y 10º. Pertenecen al grupo de los bantúes de África del Sur, Zaïre, Congo, Centro-África… Son ante todo agricultores que roturan los bosques. Se organizan por clanes en torno a un patriarca llamado “Umuwami” el rey. Éste no reinada más que sobre aquellos con los que compartía lazos de sangre. Era el propietario por excelencia de las tierras de su pueblo. Los Bahutu forman desde los orígenes la inmensa mayoría de la población. Representan cerca del 90%.


Hacia los siglos 14-15 llegaron los Batutsi, pastores nómadas (pertenecientes a la familia de los hamitas que actualmente ocupan los países como Etiopía, Somalia, Eritrea y Kenia). Estos pastores, organizados también en grupos familiares, penetraron progresivamente y pacíficamente en las tierras de los agricultores. Más que espacial, la penetración fue cultural. Los Batutsi adoptan las estructuras feudales, los ritos y la lengua de los Bahutu.


La vaca es su instrumento de seducción y poco a poco se convertirá en un arma de dominación. Se crean redes de clientelismo por medio de contratos ganaderos (ubuhake). Kagame Alexis explica cómo funcionaba este sistema que solo desapareció hace 40 años. Los ganaderos “acordaban a solicitantes una o varias cabezas de ganado. Los clientes eran usufructuarios y el patrón podía retomar sus vacas, sin más, cuando el siervo no le daba entera satisfacción en lo relativo a las prestaciones ligadas al contrato…”(31).


Sin embargo este sistema de servidumbre pastoral no explica él solo toda la dominación feudal ulterior que siguió alimentando el complejo de superioridad ya obsesivo en algunos Batutsi hoy. En una época no bien precisada, en el siglo 16 según algunos autores, los Batutsi llegaron a imponer su hegemonía por conquistas de guerra. Las “milicias” organizadas primero como protección de los clanes familiares van anexionando territorios de hamitas rivales y de agricultores Bahutu, a la vez que van extendiendo las redes clientelares. Se puede comprender perfectamente en este proceso de conquistas guerreras que el sistema de servidumbre se convierte en un arma muy explotada por los jefes guerreros Batutsi para hacerse con otros territorios de agricultores: los campesinos ligados a sus patronos por los contratos de servidumbre se benefician de la protección contra las razias, pero deben facilitar y ayudar a penetrar en los territorios que se van a conquistar. En el siglo 19, en vísperas de la infiltración europea, si bien algunos reinos bahutu (sobre todo del norte del Ruanda actual) hayan podido resistir y guardar su autonomía, la dominación tutsi se refuerza y centraliza en torno al rey, Mwami”, y de su corte, gracias a todo un sistema monárquico protegido por la doctrina de un código esotérico (ubiquité)(32).





·         1894 (mayo) : El alemán conde Von Goëtzen penetró y atravesó Ruanda con un grupo de 6000 hombres ; no encontró resistencia y fue recibido en la corte de Kigeli IV. Los alemanes, conquistadores, no destronaron al rey.

·         1899 : Creación por parte de los alemanes de la región Ruanda-Burundi e instauración de un régimen de protectorado con gobernanza indirecta : se conservaron las estructuras feudales.

·         1900 (2 de febrero : Inicio de la evangelización : los primeros Padres Blancos, conducidos por Mons. Jean-Joseph Hirth llegaron a Nyanza, a la corte de Yuhi Musinga. Mons. Classe, a quien el Papa Pio IX confió la Iglesia de Ruanda (1922) adoptó posiciones muy claras en favor de la supremacía de la etnia tutsi.

·         1923 : Tras el fin de la 1ª guerra mundial, La SDN (Sociedad de Naciones) confió oficialmente Ruanda y Burundi a Bélgica. Bélgica organizó el país en distritos, jefaturas, confiadas en su mayoría a los notables batutsi.

·         1943 (17 de octubre : Bautismo del rey Mutara III Rudahigwa tras un largo catecumenado de 14 años. Su bautismo trae consigo el “tornado de conversiones”.

·         1946 : La asamblea de la ONU sustituye el régimen de protectorado por un acuerdo de tutela de Bélgica sobre Ruanda-Burundi.

·         1952 : El poder belga toma diversas medidas para reducir la desigualdades entre batutsi y bahutu.

·         A partir de 1956 : Las relaciones se tensan entre la tutela belga y el Mwami (rey), que espera obtener de la ONU la independencia conservando a la vez el sistema monárquico tradicional. Los Bahutu, organizados en partidos políticos, contestan cada vez más la hegemonía tutsi.

·         25 mars: El Padre André Perraudin es consagrado obispo de Kabgayi. Fue la primera autoridad eclesiástica que se atrevió a elevar la voz contra las desigualdades fundadas en la pertenencia étnica. “…las riquezas por un lado y el poder político por otro están en realidad en proporción considerable entre las manos de personas de una misma raza”(33). Haciendoun llamamiento a más “caridad y justicia social », recomienda a quien corresponda el derecho a promover « los derechos fundamentales » para todos los ciudadanos ruandeses.

·         En 1957, nueve intelectuales Bahutu, entre ellos Grégoire Kayibanda, publicaron el « Manifiesto de los Bahutu ». La tutela belga, cada vez más, se mostró favorable a la causa hutu, al mismo tiempo que el Mwami reforzó su oposición.

·         1959 (25 de julio) : Muerte del rey Mutara III Rudahigwa en Bujumbura (Burundi) ; los rumores crearon una confusión en el país. En un clima apasionado, Ruanda se divide en:

- Una corriente monárquica (Unión nacional ruandesa, UNAR) que se apoya en el rey y en los notables tutsi para obtener de la ONU la independencia nacional, contra la potencia colonial, ya la vez que conserva el régimen monárquico.

- Una corriente revolucionaria (PARMEHUTU : Partido del movimiento por la emancipación hutu) que se apoya an la mayoría hutu, la Iglesia y Bélgica para  derrocar el poder tutsi y establecer una República, antes de acceder a la independencia.

·         1de noviembre : A la salida de la misa de Todos los  Santos, un líder hutu fue molestado por un tutsi en Byimana (Gitarama). El incidente provocó revueltas que incendiaron el país: centenares de víctimas, incendios, saqueos marcaron el enfrentamiento entre Bahutu y Batutsi, una parte de estos emigró a Burundi y hacia los países vecinos, como Uganda. Las autoridades belgas impusieron un régimen militar.

·         1960 (noviembre) : En la asamblea general de la ONU, partidarios y adversarios de la monarquía se enfrentaron : unos denunciaron la colonización belga, otros el régimen feudal. La ONU recomendó la rehabilitación del Mwami y elecciones legislativas bajo su control.

·         1961 (28 de enero) : Enfrentándose a la ONU, todos los alcaldes y concejales elegidos, reunidos en Gitarama proclamaron el final de la monarquía y fundaron la República : eligieron un presidente, los miembros de la Asamblea legislativa y de la Corte suprema. Aprobaron los principios fundadores del nuevo régimen y constituyeron un gobierno, reconocido pronto por la tutela belga. Ante este hecho consumado, la ONU envió a Ruanda una comisión encargada de preparar las elecciones legislativas y el referendum.

·         1961 (25 de septiembre : La consulta significó la victoria del PARMEHUTU (77,7%) en detrimento de la UNAR  y el rechazo de la feudalidad y del retorno del Mwami  (80% contra).

·         1961 (4 de octubre) : La Asamblea legislativa proclamó oficialmente la República ruandesa y eligió a Grégoire Kayibanda a la presidencia el 26 de octubre.




·         1962 (1 de julio) : Ruanda es independiente. La Asamblea elaboró la Constitución, estableció el régimen electoral, reorganizó el territorio en 10 prefecturas y 143 municipios que sustituyeron las estructuras feudales y coloniales. En 1965, Kigali se convirtió en la capital oficial de Ruanda.

·         1963 (diciembre) : La joven República debió hacer frente a varias  incursiones  armadas de los partidarios de la monarquía refugiados en Burundi y en Uganda. Se multiplicaron en varias regiones las  detenciones y ejecuciones de los líderes de la UNAR y de notables tutsi.

Todo estaba por hacer en esta pequeña nación que sale de la feudalidad y de la tutela colonial. Se dieron los primeros pasos cara al desarrollo y a la independencia. Pero las rivalidades regionales, las disputas personal dividieron poco a poco al MDR-PARMEHUTU en el poder.

·         1972 : En Burundi estallaron revueltas que trataron de eliminar políticamente a los Bahutu ; disturbios que provocaron la llegada de oleadas de refugiados bahutu a Ruanda y a otros lugares. Ello reforzó el malestar que había comenzado a aparecer desde hacía meses en Ruanda.

·         1973 : Nueva ofensiva de los batutsi del exterior ; persecución anti-tutsi en el interior.




·         1973 (5 de julio) : El Jede Estado-Mayor, Juvénal Habyarimana, dió un golpe de Estado. Los partidos fueron suspendidos y la Asamblea Nacional fue disuelta. Detención masiva y encarcelamiento de políticos. Éstos perecerán asesinados casi todos en la cárcel. Grégoire Kayibanda, destituido, murió años más tarde en su residencia vigilada.

·         1975 (5 de julio) : Creación del MRND (Movimiento revolucionario nacional para el desarrollo)), partido único que trató de agrupar a todos los ruandeses sin distinción de etnias, de religión, sexo u origen.

Dotado de un evidente carisma para gobernar, el presidente Habyarimana conquistó la opinión internacional por sus esfuerzos de desarrollo del país. Pero esta popularidad ocultaba mal las injusticias cada vez más claras de naturaleza regional. Era originario de la región del norte (Rukiga). Los originarios de otras regiones, principalmente del Centro y del Sur, fueron sistemáticamente colocados fuera del circuito en materia de derecho al trabajo y a la educación, y  un círculo de pariente y cercanos a la familia dirigente se apropió tanto de las riquezas como del poder. « Agrupa a miembros de la elite militar y civil principalmente surgidos del municipio de Karago y Gigiye. Constituyen no solo una red de poder paralelo en el ejército, en el partido y en la administración, sino también un grupo parasitario del sistema económico y financiero del país (34).

·         1979 : En Kenia se creó la Rwandese Alliance for National Unity (RANU) por parte de los refugiados batut5si ruandeses. Más tarde se transformaría en el Frente Patriótico Ruandés, (FPR). Nacido en Uganda en 1987 y estructurado en torno agrupos de refugiados instalados en Uganda y Kenia, a los quer progresivamente se agregaron componentes provenientes del Zaire, Burundi y Tanzania y del interior de Ruanda, acogió en su seno a diversos opositores bahutu, antiguos dignatarios disidentes con el poder de Habyarimana, concretamente Kanyarengwe Alex, Sthe Sedasshonga y Pasteur Bizimungu . Más tarde, una vez alcanzado el poder por parte del FPR, todos estos bahutu serán eliminados físicamente o políticamente.

·         1986 : Surgieron en Ruanda opositores al régimen del MRND.
En Uganda, Museveni, aliado de los batutsi ruandeses, derrotó militarmente el régimen.

·         1990 (1 de octubre) : El FPR, apoyado por Museveni, atacó Ruanda.

·         1991(julio) : El multipartidismo fuer reconocido oficialmente. En el periodo 1991-1994, 18 partidos fueron reconocidos oficialmente. El FPR no figura por el hecho de su somponente armado. Esquemáticamente pueden agruparse en tres “alianzas”:

1/ADR, Allianza para el reforzamiento de la democracia (MRND, CDR, PECO, PARERWA, PADER)

·         MRND, Movimiento republicano nacional para la democracia y el desarrollo, ex-movimiento, partido único de 1975 a 1991  (Presidente : Mathieu NGIRUMPATSE, Hutu de Kigali).
·         CDR, Coalición para la defensa de la República y de la democracia (23/3/1992). Presidente: Martin BUCYANA, Hutu de Cyangugu, asesinado en Butare el 23 de enero de 1993, sustituido por Théoneste NAHIMANA, hutu de Gisenyi.


Estas dos formaciones mantienen milicias: Interhamawe (los que trabajan  juntos), Impuzamugambi (los que tienen el mismo objetivo)


·          PECO, Partido ecologista (30/11/1991)
·          PARERWA, Partido republicano de Ruanda (20/1/1992)
·          PADER, Partido democrático ruandés (20/1/1992)
·          MFBP, Movimiento de mujeres de del pueblo bajo (31/12/1991)
·          PDI, Partido por la democracia islámica (30/11/ 1991)
·          PRD, Partido por la renovación democrática (18/ 7/1992)
Esto tres partidos no pertenecían al ARD, pero se movían en torno al MRND.


2/ Comité de concertación: MDR, PSD, PL, PDC, PSR


·         MDR, Movimiento democrático republicano (julio 1991). Presidente : Faustin TWAGIGAMUNGU. Primer vice-presidente : Dismas NSENGYAREMY.
·         PSD, Partido social-demócrata (julio 1991), (Presidente : Frédéric NZAMURAMBAHO, hutu, Gikongoro).
·         PL, Partido liberal (julio 1991), Presidente: Justin MUGENZI (hutu, Kibungo), Primer vice-presidente: Landouald NDASINGWA (tutsi, Kigali).
·         PDC, Partido demócrata cristiano (julio 1991) Presidente: Jean Népomuscène NAYINZIRA, hutu, Gisenyi
·         PSR, Partido socialista ruandés (18/8/1991) Presidente: Médard RUTIJANWA, tutsi, Kigali


3/ Partidos independientes: Partido demócrata, PPJR-RAMA RWANDA, RTD, UDPR


·         PD, Partido demócrata (07/03/ 1992)
·         PPJR-RAMA RWANDA, Partido progresista de la juventud ruandesa
·         RTD, Agrupamiento travallista por la democracia (07/11/1991)
·         UDPR, Unión democrática del pueblo  ruandés


4/ FPR, Frente patrótico ruandés. Fundadores : Fred RWIGEMA, tutsi de Gitarama, ex-jefe de estado-mayor del ejército ugandés y luego vice-ministro de Defensa de Uganda (matado al inicio del ataque del FPR a Ruanda). Paul KAGAME (comandante en jefe del FPR, tutsi de Gitarama, exjefe adjunto de los servicios de seguridad-inteligencia del ejército ugandés)[35].


Ruanda se encontraba en plena crisis social sin precedentes:


La vida del país estaba atrapada entre el yunque y el martillo : Por un lado, graves violaciones de los derechos humanos (masacres, asesinatos…) de los que eran responsables el FPR y el MRND ; por otro lado el oportunismo que caracterizó a algunos líderes opositores que se sirvieron de la población para alcanzar ambiciones personales. La crisis en el seno del MDR, principal partido de la oposición comprometido en las negociaciones fue un ejemplo entre otros. Los acuerdos de paz de Arusha preveían el nombramiento del Primer ministro antes de su firma. Dismas NSENGIYAREMYE, vice-presidente del MDR ocupaba el puesto desde 1992 y esperaba sucederse a sí mismo, pero tenía un rival, Faustin TWAGIRAMUNGU, presidente de MDR. Éste último, apoyado por el MRND y el FPR, logró desvancar a Nsengiyaremnye y se presentó, como presidente del MDR, como candidato designado a la cabeza del “gobierno de transición”, según los acuerdos de Arusha. El 23 de julio de 1993 sería excludio del MDR, pero sería activamente apoyado por el FPR. El partido MDR se escindió en dos tendencias organizadas en toro a los dos hombres y esta división vino muy bien a todos los que deseaban que los acuerdos de paz fracasaran. La ambigüedad de los hombres políticos, concretamente de los opositores democráticos, no hizo, en cualquier caso, más que entregar el país a los extremistas de ambos lados.


·         1993 (Junio): Por primera vez en su historia, en Burundi fue elegido presidente del país un hutu, Melchior Ndadaye.
·         1993 (agosto: Firma de los acuerdos de paz de Arusha (Tanzania) que preveían que el poder fuera compartido entre el MNRD, la oposición democrática y el FPR.
·         1993 (octubre): Asesinato en Burundi del presidente Melchior Ndadaye por ejército tutsi.
·         1994 (enero): Bloqueo de los acuerdos de Arusha a causa del rechazo de la parte presidencial de poner en pié un gobierno de transición ampliado al FPR.
·         1994 (6 de abril): Atentado contra el avión en el que regressaban los presidentes Juvénal Habyarimana de Ruanda y Cyprien Ntaryamira de Burundi. Regresaban de Dar-es-Salaam de una cumbre regional por la paz. Las masacres comienzaron en Kigali contra los tutsi y contra los opositores hutu. La tragedia se extendió muy rápidamente al todo el país.
·         1994 (5 de junio : Le FPR asesinó en Gakurazo (Gitarama) a 15 personas (3 obispos, 9 sacerdotes, 1 religiosos y 2 jóvenes, uno de ellos un niño de unos 7 años).
·         1994 (23 de junio): Fuerzas francesas penetraron en Ruanda en el marco de la misión Turquesa ; intervención humanitaria autorizada por la resolución 929 del consejo de seguridad.


·         1994 (4 de julio): El FPR se apodera de Kigali. Éxodo masivo de hutu en dirección del Zaire. Cientos de miles de ellos perecerán asesinados (en 1997) por el FPR ayudado por los Banyamulenge (milicia tutsi del Zaire) y el ejército tutsi de Burundi.




Estamos en el año 2.000. El poder está en manos del FPR. El país está confrontado a enormes problemas ligados principalmente al no respeto de las libertades fundamentales y a la pobreza. No hay libertad de expresión. Todos los medios de comunicación son progubernamentales. Nadie (no siquiera los ciudadanos extranjeros y concretamente los misioneros) puede aventurarse a decir en voz alta lo que observa sin arriesgar su vida. Desde el punto de vista económico la situación es dramática ya que el país avanza a dos velocidades. Por un lado, una minoría que está en los engranajes del poder y, a menudo, agrupada en las grandes ciudades, se enriquece vertiginosamente. Por otra parte, el resto de la población, incluso los funcionarios del Estado, se empobrece más.



Orléans, 05 juin 2000,

Emmanuel DUKUZEMUNGU




 [1] Human Rights Watch, Lettre au Procureur général du TPIR rendue  publique le 1er juin 2009, http://www.hrw/node/83538
 [2] Prof. Peter Erlinder, Tribunal Pénal international pour le Rwanda: un modèle pour la justice internationale ou impunité judiciaire pour le vainqueur?
http://www.rwandadocumentsproject.net/gsdl/collect/comment/index/assoc/HASH1757.dir/erlinder-ictr-paris-fre.pdf
 [3] Espérance Mukashema es la mamá de Richard Sheja, el chaval de 8 años matado por el FPR el 5 de junio de 1994 con los eclesiásticos en Gakurazo. Esta presente en Gakurazo en el momento de los hechos. El testigo afirma que después de los asesinatos de Gakurazo, éstos prosiguieron en otros lugares con el objetivo de hacer desaparecer5 testigos potenciales. Esto concuerda con las afirmaciones de otro testigo que habla del asesinato de Tatiani, el hermano de Mons. Thaddée Nsengiyumva. Cuando la toma de Kabagyi, el 2 de junio, por parte del FPR, el testigo y Tatiani formaban parte de las personas alojadas por el CIRC. El Comité Internacional de la Cruz Roja estaba en la escuela de enfermeras de Kabagyi. Días más tarde, fueron conducidos hacia el sur del país a Tilima. Allá, el FPR separó a hutu y tutsi. Llavados de noche en camión, los hutu, hombres y mujeres, fueron llevados a la cárcel de Kigali. Molesto por la movilización del CICR, el FPR liberó a los prisioneros, pero Tatiani faltaba en la lista. Tatiani, hermano de Mons. Thaddée Nsenguyumva, fue asesinado
 [4] El territorio naciona hasta 1994 estaba dividido en 11 Prefecturas, 143 Municipios, 17 de ellos en Gitarama. Cada municipio, cuyo alcalde es nombrado por el Estado está dividido en sectores dirigidos por el Concejal elegido por la población. Los sectores están subdivididos en Células, grupos que reúnen a centenares de familias. Las Células último escalón administrativo fueron instauradas por el poder MRND, partido único de 1975 a 1991.

El hábitat en Ruanda es diferente al conocido generalmente en Europa. Por ejemplo, no hay aldeas. Las casas están desperdigadas, cada familia posee su trozo de tierra que explota ; tierra que el jefe de la familia deberá compartir con los hijos varones, cuando funden un hogar. El fenómeno de la sobrepoblación acentúa de año en año los problemas ligados a la herencia; ligados al reparto de las tierras en familias numerosas. Por otra parte, ha aparecido actualmente, 2000, la política de agrupamiento de la población en aldeas en algunas regiones.

 [5] Le  FPR (Froente patriótico ruandés), es esta organización político-militar nacida en Uganda en 1987 y estructurada en torno a grupos de refugiados tutsi instalados en Uganda y en Kenia, a los que se unieron progresivamente componente provenientes del Zaire, Burundi y Tanzania y del interior de Ruanda. Atacó el 1 de octubre de 1990 Ruanda desde Uganda. Paul Kagame, su jefe militar y actualmente presidente del país, lo instaló en el poder después de la victoria militar en julio de 1994.

 [6] ESI A3, Ecole des Sciences Infirmières. Er auna escuela privada de la diócesis de Kagayi que formaba auxiliares de salud.

 [7] Organización de jóvenes del MRND, los interahamwe (los que trabajan juntos) nacieron con el multipartidismo en 1991. Rápidamente se convirtieron en una milicia que, con métodos paramilitares, sembró el terror en todo el país. Su brutalidad y barbarie alcanzaron su apogeo con las masacres de 1994. Se cuenta entre sus cientos de víctimas   a Cyprien Rugamba (poeta) Rodrigue Karemera (músico) André Sebanani (actor) y el sacerdote Gakuba Tharcisse, amigo mío.

[8] « Inkotanyi » (« los que combaten juntos encarnizadmente ») es el nombre de guerra que se habrían dado los combatientes del FPR. La historia de los reyes batutsi ruandeses recuerda que el ejército del rey conquistador Kigeli Rwabugili se llamaba « Inkotanyi ». Desde el inicio de su ataque el 1 de octubre de 1990, los Inkotanyi no reculan ante nada para llegar al poder: mentiras, trucages en la información y manipulación que ciega a los ingenuos (ruandeses o extranjeros) y barbarie que no perdona ni siquiera a mujeres embarazadas. Entre los centenares de miles de víctimas vuelvo a ver a Gatorano, mi tío y a compañeros y amigos de mi edad : los sacerdotes Fidèle Mulinda y François Twagilimana.

 [9] Llegada masiva de ayudas, necesidad de movilización de algunos refugiados (hombres válidos) para cargar y descargar los vehículos. Esta persona formaba parte del grupo en cuestión y visiblemente supo llevar adelante su misión de espionaje.

[10]

[11]

[12] La expresión “kubohoza” nnació con el naciomiento de los partidos políticos tres años antes. Los afiliados a los partidos opositores la empleaban encuanto lograban hacer salir del MRND (partido único en el poder)a un militante que ellos recuperaban. Entonces se convertía en “twamubohoje” (lo hemos liberado). Hubo, sin embargo, un deslizamiento del sentido cuando se produjeron los disturbios de abril de 1994. La expresión fue recuperada cuando se trataba de saquear, con el sentido de “apropiarse, robar, por la fuerza de los bienes de otros”. No obstante, no perdió su contenido humorístico y habñia entrado en el lenguaje familiar. Muy utilizado podía ser utilizado el término para indicar losgar cualquier cosa de una manera u otra.  En este sentido último empleó la expresión JMV.

[13] Hijo de Karemera de Ntinyishi (Sector Buhoro), Athanase era empleado, chófer, del municipio de Tambwwe

[14]

[15] Me enteré que se llamaba Fred Tuvugimana.

[16] Richard Sheja es el hijo de una señora tutsi alojada y escondida durante las masacres por los hermanos.

[17] Personalmente no realicé enseguida el sentido de estas palabras. En cualquier casoeste tipo de reacción recordaba las palabras pronunciadas por los Inkotanyi a la mañana, después de nuestra llegada a Gakurazo antes de la misa. Un grupo de Inkotanyi se había aproximado de los sacerdotes, entre ellos Alfred Kayibanda y François Muligo, y se había iniciado una discusión cuyo tema era el papel de la Iglesia de Ruanda en la sociedad. Desafortunadamente yo no había podido seguir esta discusión ya que estaba ocupado con la preparación de la misa. Sin embargo, al pasar cerca de ellos, pude percibir que las dos partes no llegaban a entenderse, unos criticando la Iglesia y los otros defendiéndola.

[18] Este hermano había huido como los otros pero estaba en el exterior del patio. A la llegada de los Inkotanyi a los establos, se había dirigido a sus compañeros con viva voz para saber si estaban siendo atacados por los Interahamwe o si estaban con los “Izamarere” (otro nombre dado a los Inkotanyi por parte de sus partidarios, que significa “combatientes valientes”). A punto estuve yo de ecahrme a reír;  se notaba que estaba  angustiado ante la idea de un ataque de los “enemigos Interahamwe” y que esperaba la señal para escapar inmediatamente. No se atrevió a entrar, a pesar de que los del interior le tranquilizaron. Los miembros de la congregación de los hermanos josefitas son exclusivamente de la etnia tutsi, salvo raras excepciones. El hermano del que hablo aquí es un tutsi. Sus palabras lo prueban. La presencia de losInkotanyi, tutsi, no le preocupa. Tiene miedo de los Interahamwe, hutu.

[19]

[20] Instantes después de la masacre, los Inkotanyi habrían tenido interés en mostrar a un grupo de personas de entre los refugiados un cadáver vestido de militar que yacía en el portal, al exterior del recinto. Este cadáver, según los Inkotanyi, sería el del asesino.

[21] Literalmente: La falta de una muchacha ensucia negativamente la imagen del grupo.

[22]

[23] Debía de ser el jefe de los Inkotanyi del lugar.

[24] Me enteré (sin poderlo verificar) que uno de estos Inkotanyi se llamaría Frank Mugambage y ocuparía, en 2000, un puesto importante en el ministerio del Interior.

[25] Alphonse MBUGUJE, párroco, fue matado por los Interamwe en Cyangugu ebn mayo de 1994. El sacerdote François TWAGILIMANA, coadjutor, fue matado por los Inkotanyi en Muyunzwe, con el sacerdote JM Vianney Rusingizandekwe, en julio de 1994.

[26] Benebikira: “Hijas de la Virgen María”.

[27] En el momento de la publicación de este testimonio, 2014, La hna. Marie-Louise había fallecido.

[28] En el momento de la publicación de este testimonio, junio 2014, la Hna. Didacienne había muerto.

[29] Benetereziya: “Hijas de Santa Teresa”.

[30] KAGAME A. Un abrégé de l’ethno-histoire du Rwanda, Butare, Ed. universitaires du Rwanda 1972,  286 pp

[31] KAGAME A. Op.cit. 28-29

[32] Tras la muerte del rey, los detentadores del código esotérico (abiru) elegían el nuevo según las líneas dinásticas. La reina madre, que tenía un poder importante, era también elegida entre los principales clanes; se conformaba así una regulación por alternancia entre las dinastías tutsi que se disputaban el control del poder. La vida de la corte y de todos los vasallos constituía una sucesión de intrigas, asesinatos y venganzas., razias y expediciones guerreras. Kigeli IV Rwabuligi (1853-1895), el último rey antes de la penetración europea, es conocido, con su ejército Inkotanyi, por su crueldad pedante y metódica.

[33] Carta Pastoral del Mons. Perraudin, Vicario Apostólico de Kabgayi, en la Cuaresma de 1959, p.33.

[34] Fuente: Un abrégé de l’ethno-histoire du Rwanda, Butare, Ed. universitaires du Rwanda 1972,  286 pp

[35] Fuente : Rapport de l’Assemblée Nationale française intitulé « Mission d’information sur le Rwanda »