El 5 de junio de 1994, el FPR asesinó a 3 obispos, 9 sacerdotes
1
religioso y dos muchachos, uno de ellos de 8 años
Testimonio
de
Emmanuel Dukuzemungu,
Unico superviviente.
Fin de la redacción: 05
de junio de 2000
Publicación: Juniode 2014, con ocasión de la conmemoración en Orléans (Francia) del vigésimo aniversario
del asesinato de Gakurazo.
Sumario
0. Prefaci
1. Introducción.
2.
Afluencia de desplazados de guerra a Kabgayi.
3. La Diócesis se moviliza en favor de los desplazados.
4.
La toma de Kabgayi por el FPR, el jueves 2 de junio.
5. Caemos prisioneros el jueves 2 de junio..
6. Conducidos a destinos desconocido, la noche del 2 de
junio.
7.
Tambwe, nuestra cárcel, viernes 3 de junio.
8.
Una nueva vida soportada y aceptada, sábado 4 de junio.
9.
Llevados a Gakurazo, domingo 5 de junio.
10.
El paseo de la Providencia hacia las 17h.
11. Convocatoria para reunión de la muerte, hacia las 19h.
12.
Croquis del lugar del asesinato
de Gakurazo.
13. Se
descubre mi escondite.
14.
La lista de las 15 vícitmas:
15.
Una parodia de oración, a la mañana del lunes 6 de junio.
16. Preparación de los funerales, lunes 6 de junio.
17.
Ceremonia de los funerales, martes 7 de junio.
18. Los servicios de información del FPR se activan.
19.
Las lenguas de las tres muchachas se sueltan.
20.
Proyectos de evasión.
21.
Visita inesperada del Padre Vjecko, miércoles 22 de junio.
22.
Orden de abandonar Gakurazo, jueves 23 de junio.
23.
De Ruhango hacia Rwabusoro (Bugesera), sábado 25 de unio.
24.
Los Inkotanyi vienen a por mí, noche del lunes 27 de
junio.
25. La visita del cardenal Etchegaray a Kabgayi, marte3s 28
de junio.
26.
De Rwabusoro a Rwamagana (Kibungo).
27.
Triste noticia del asesinato del Hermano Balthazar
Ntibagendeza.
28. Evasión por Burundi, 30 de julio.
29.
Estancia en el Seminario Mayor de Bujumbura.
30. Inseguridad en Burundi y emboscada de la milicia tutsi
« sans échec ».
31. Evacuaación y llegada a Francia, 8 de diciembre.
32. Annexo: Algunas referencias
geográficas e históricas.
0 Prefacio
El testimonio que sigue, traducción
del original en kinyarwanda, fue redactado los días posteriores a los hechos
acaecidos en Gakurazo el 5 de junio de 1994. Aunque difundidas 20 años después,
junio de 2014, las informaciones disponibles en la época en que fueron
redactadas han suido mantenidas tal cual. El lector no enterado sobre Ruanda
podrá encontrar en un documento anejo, algunas referencias geográficas e
históricas que le permitirán situar los hechos relatados.
El dossier « Gakurazo »
está bien documentado ya desde 1994. Forma parte de los documentos que han
permitido a una Comisión de expertos concluir que el FPR había “perpetrado
graves violaciones de derecho internacional humanitario y crímenes contra la
humanidad”. Las conclusiones de esta Comisión de la ONU han influido
grandemente en la creación del TPIR, Tribunal Penal Internacional para Ruanda,
basado en Arusha. Este tribunal fue creado para “garantizar que las personas
responsables del genocidio y otras violaciones graves cometidas en Ruanda en
1994 fueran juzgadas ante un tribunal independiente e imparcial”. El tribunal a
investigado durante más de 10 años los crímenes cometidos por elementos del FPR
y ha reunido testimonios y pruebas concretas que los incriminan. Actualmente,
como los subraya Human Rights Watch en carta dirigida al fiscal general del
TPIR y hecha pública el 1 de junio de 2009, “el Tribunal ha juzgado únicamente
a personas altamente responsables del genocidio ruandés de 1994 y no ha
intentado perseguir judicialmente a los oficiales del FPR, aunque el tribunal
poseía jurisdicción para juzgar sus crímenes”.
El Fiscal general, Hassan Jallow- Fuente: RFI |
En lugar de
proceder a llevar estas acusaciones ante el tribunal basado en Tanzania, el
Fiscal general Hassan Jallov decidió en junio de 2008 transferir a Ruanda los
dossiers de los sospechosos del FPR para que fueran perseguidos judicialmente
en Ruanda. Y, sin embargo, en esa época “dos de las salas del Tribunal acababan
de rechazar las demandes de traslado a Ruanda de asuntos relacionados con el
genocidio arguyendo que el sistema judicial ruandés no podía garantizar un
proceso equitativo”(1)
Las autoridades ruandesas, en el
proceso de los oficiales del FPR, detuvieron a cuatro oficiales militares en
junio de 2008 y los acusaron de crímenes de guerra por los asesinatos de 1994
de 15 civiles, entre ellos 13 eclesiásticos y un muchacho de 8 años. Como
resultado del proceso, calificado por HRW como “parodia de justicia con
connotaciones políticas”, dos de los oficiales confesaron el asesinato y fueron
condenados a ocho años de cárcel (pena reducida a cinco años en apelación). Dos
oficiales superiores fueron absueltos. Era el 24 de octubre de 1008.
Desde entonces, HRW ha reclamado
en numerosas ocasiones “la evaluación oficial de este proceso” y ha exhortado
al Fiscal general Hassan Jallov “a retomar el asunto y a juzgarlo con acuerdo a
las pruebas disponibles”. Este requerimiento no hacía sino descansar sobre la
declaración del mismo Jallov. Se recordará que en un informe al consejo de
seguridad de la ONU en junio de 2008 Jallov se había comprometido a “observar
de cerca el proceso ruandés contra el FPR y a retomar el asunto en caso de que
los procedimientos no respetaran las normas internacionales”.
No tenemos noticia de que el
requerimiento haya tenido respuesta alguna hasta hoy.
Paul KAGAME- Fuente: theguardian.com |
Antiguos altos cargos del FPR han
comenzado a testificar. Es el caso del Doc. Théogène Rudasingwa, antiguo
secretario general del FPR y jefe del gabinete presidencial que afirma que Paul
Kagame, actual Presidente de Ruanda, ordenó personalmente el asesinato de
civiles en Gakurazo y que tiene una responsabilidad directa y personal.
¿Existiría una relación directa
entre la implicación directa de las más altas autoridades ruandesas y el
abandono por parte del Fiscal general Hassan Jellov de la persecución de los
crímenes cometidos por el FPR que, sin embargo, recaen bajo la jurisdicción del
TPIR? La historia nos lo dirá. En cualquier caso, tal y como lo destaca la
organización no gubernamental HRW, “abstenerse de abordar… el asesinato por
miembros del FPR de decenas de miles de civiles culminaría en una impunidad
dramática con relación a los graves crímenes cometidos en 1994, y dejaría a
numerosas personas con el sentimiento de una justicia parcial y partidista, o
‘justicia de vencedores’. Semejante resultado perjudicaría seriamente eel
cumplimiento de los objetivos del Tribunal”.
Los esfuerzos de las
organizaciones no gubernamentales de defensa de los derechos humanos, como HRW,
para poner de relieve las incoherencias del TPIR muestran perfectamente que
existe un malestar ante lo que puede considerarse como un escándalo del siglo.
Efectivamente, la comunidad internacional da la impresión de haber creado para
Ruanda un Tribunal único en su género para garantizar la impunidad a los
protagonistas favorecidos durante la guerra y no para castigar a todos los
culpables. “A diferencia del TPIY que aportó cargos contra cada uno de los
protagonistas, en el TPIR solamente los miembros del antiguo gobierno ruandés y
de las antiguas fuerzas armadas ruandesas han sido acusados”.
Se puede preguntar si de verdad
los poderosos de este mundo están inter4esados por el problema ruandés. En
lugar de entender el drama ruandés en su globalidad y de ayudar a eliminar el
mal en su profundidad persiguiendo a todos los culpables, algunas potencias han
optado más bien por una especie de mascarada que obedece a lógicas inconfesables.
¿Cómo explicar, si no, las notorias incoherencias de Hassan Jallov cuando toma
la decisión de transferir el dossier de Gakurazo a Ruanda? ¿Sin olvidar el
ensordecedor silencio de la ONU incapaz de llamar al orden a un Tribunal creado
por la misma ONU? La respuesta está en la constatación del Prof. Peter Erlinder
(2) cuando se subleva contra lo que califica de “manipulaciones políticas
manifiestas…(que) han transformado el Tribunal para Ruanda en un instrumento de
las grandes potencias para su política extranjera más que en un ejemplo que
debería ser seguido por la justicia internacional”. No hay, en cualquier caso,
otras posibles explicaciones si recordamos lo que sucedió a Carla del Ponte
cuando quiso, apoyándose en pruebas irrefutables, entre ellas sobre el
asesinato de Gakurazo, aplicar una justicia imparcial. Esta antigua Fiscal Jefe
del TPIR fue destituida de su puesto en 2003 porque había sugerido que “las dos
partes habían cometido crímenes” y había recomendado públicamente “que las dos
partes en conflicto debían responder de sus crímenes conocidos bajo el nombre
de “genocidio ruandés”
Brig. Gen. Innocent KABANDANA- Fuente: umuvugizi.com |
La presencia en suelo americano
de un sospechoso es otro ejemplo chocante. El general Innocent Kabandana,
señalado con el dedo por la señora Espérance Mukashema (3) como siendo uno de
los cerebros de los asesinatos de Gakurazo es hoy Encargado de negocios en la
embajadade Ruanda en los EEUU. El testigo afirma que “éste formaba parte
también del grupo que llevó a los obispos el 5 de junio de 1994. Era teniente y
formaba parte de las personas a las que se llamaba “los psis””.
Eran personas que organizaban reuniones. Kabandana participaba en la toma de todas las decisiones; no podía ignorar este proyecto de asesinato, en el que estuvo activamente implicado”.
Eran personas que organizaban reuniones. Kabandana participaba en la toma de todas las decisiones; no podía ignorar este proyecto de asesinato, en el que estuvo activamente implicado”.
Ya es hora de que esas potencias
asuman su responsabilidad ante el pueblo ruandés y ante el mundo entero, ya que
sería anormal que la guerra de Ruanda fuera “la única guerra en la historia
donde un solo protagonista cometió crímenes durante la guerra”. ¿Para qu´r
habrá servido el TPIR, si esta creación de la ONU para Ruanda, única en su
género no ha logrado rechazar “la impunidad judicial erigida”? Sea como sea, la
comunidad internacional jamás podrá decir que no estaba al corriente puesto que
las investigaciones judiciales han reunido “testimonios y pruebas concretas”.
La actitud de la Iglesia ruandesa
merece una atención especial. Siendo como es la primera concernida por el
dossier Gakurazo, debido al rango que ocupaban la mayoría de las víctimas en el
seno de la jerarquía, la Iglesia ruandesa, sin embargo, ha optado por el
silencio completo y, en consecuencia, complaciente. Ciertamente el contexto
político es difícil. No obstante, una declaración oficial emanada de la
conferencia episcopal y fijando la posición y las expectativas de la Iglesia
sobre el drama de Gakurazo habría servido de referencia y testimonio. Sin
embargo, hace ya 20 años que las víctimas de Gakurazo esperan una sepultura
digna de los hombres y que, concretamente, dos obispos sean enterrados en sus
catedrales respectivas como lo quiere la tradición. ¿Dónde están esas
gestiones? ¿No existe el peligro de que la memoria colectiva y la historia
ruandesas retengan que justo en el momento en que eran precisas la valentía y
tenacidad, La Iglesia prefirió, más bien, el confort y la ligereza con el poder
establecido?
Es más que urgente que unos y
otros recuerden que la única dueña de nuestras conciencias es la Verdad y que
el peor enemigo para Ruanda es el que, venga de donde venga y sea cual sea,
trate de apropiarse de las conciencias y hacer de ellas sus esclavas.
La historia no retiene más que
aquellos que, incluso en el dolor e incomprensión, hacen la buena opción, la de
servir solamente a la verdad.
1 Introducción
Soy el único
superviviente de una tragedia que terminó con la vida de 3 obispos, 9
sacerdotes, un religioso y dos muchachos, uno de ellos un niño de unos 7 años.
Sucedía en un domingo, el 5 de junio de 1994, en Gakurazo, municipio de Mukingi,
prefectura de Gitarama (4), en una comunidad de religiosos. Esta masacre fue
perpetrada por el FPR y, rápidamente, fue presentada como un acto aislado
proveniente de algunos elementos no identificados.
Poca gente está
al corriente de los hechos de los que fui testigo; hechos que quiero hacer
públicos.
¿Qué pasó realmente?
¿Qué pasó realmente?
2.
Afluencia de desplazados de guerra en Kabgayi, viernes 7 de abril de 1994.
Abril de 1994: Desde hacía 9 meses, yo vivía con otros sacerdotes en la parroquia-catedral de Kabgayi (prefectura de Gitarama), donde ejercía mi ministerio
Abril de 1994: Desde hacía 9 meses, yo vivía con otros sacerdotes en la parroquia-catedral de Kabgayi (prefectura de Gitarama), donde ejercía mi ministerio
La Parroquia-Catedral de Kabgayi: Fuente :Cath-ne.ch |
El viernes a la
tarde del 7 de abril, al día siguiente del asesinato del presidente Juvénal
Habyarimana, quedamos sorprendidos por la afluencia de fugitivos, en su mayoría
mujeres y niños. Nos dijeron que huían de la capital, Kigali, a causa de las
masacres. Estaban en el patio de recreo de la escuela primaria, en frente de la
catedral. Había quienes solicitaban alojamiento por una noche antes de proseguir
al día siguiente su camino hacia sus prefecturas de origen (Butare, Cyangugu y
Kibuye). Otros pedían directamente ser alojados en permanencia. Entre estos
últimos había sobre todo tutsi que tenían miedo de regresar a sus lugares de
origen. Estaban luego los hutu originarios de Byumba que no habían podido ir
desde Kigali hacia su región a causa de relanzamiento de los combates en ella.
Veíamos llegar
también vehículos que transportaban a familias de militares y a dignatarios del
régimen.
En pocas semanas,
todos los locales de Kabgayi, obispado y centros escolares, estaban repletos de
fugitivos. Ya no venían solamente de Kigali sino de municipios de Gitarama y de
otras prefecturas, sobre todo de Kibuye y Kibungo. A principios de junio, había
en Kabgayi entorno a treinta mil refugiados.
3. ¿Cómo viven? La Diócesis se
moviliza
Tras la llegada
de los refugiados, JMV Rwabilinda, vicario general del obispo Thaddée
Nsengiyumva, convocó una reunión. Participaron en ella los sacerdotes de la
parroquia/catedral de Kabgayi de la que yo formaba parte y los directores de
los centros que estaban bajo la autoridad directa o indirecta de la diócesis, a
saber, los seminarios mayor y menor, las comunidades religiosas, el hospital y
las escuelas secundarias.
Objeto de la
reunión: ¿cómo ayudar lo más rápidamente posible a los refugiados? Lo más
urgente era encontrar víveres para los niños, tanto más cuanto que no veíamos
cuándo y cómo podrían llegar las ayudas desde el exterior. Los ecónomos fueron
invitados en consecuencia a utilizar los stocks de las diferentes comunidades y
a suministrar lo necesario.
A algunos de
entre nosotros se les confiaron funciones exigidas por las circunstancias. Al
sacerdote Alfred Kayibanda el papel de vigilante de la seguridad de los refugiados
mientras que el doctor Oswald, director de la ES (6) se ocupó del cuidado de
los enfermos. En cuanto al Vjecko, misionero franciscano croata, párroco de
Kivumu, que no estaba presente en la reunión, se le confió la tarea de búsqueda
de ayudas en donde fueraa posible.
Antes de
terminar la reunión, se trató de la cuestión del rol de los poderes públicos.
Era evidente que la Iglesia no podría, ella sola, ocuparse de los problemas del
momento. Era necesario que los poderes públicos asumieran su función en cuanto
a la seguridad de la gente y a la entrega de certificados o pases a las
personas que se ocupaban de los refugiados. El sacerdote JMW Rwabilinda se
encargó de ser nuestro portavoz ante las autoridades provinciales. Prometimos
volvernos a reunir en los días futuros.
Es en estas
condiciones como nació lo que se ha convenido en llamar “Comité de acogida de
los desplazados de guerra de Kabgayi”. Este comité tendrá posteriormente un protagonismo capital
cuando las ONG como PAM (Programa Alimentario Mundial) y CRS (Catholic Relief
Service) vendrán a Kabgayi a trabajar
con los refugiados. El Comité será su interlocutor privilegiado. Las
autoridades de la prefectura terminarán también por trabajar con él para todo lo relativo a las ayudas a
los refugiados. Sucedió cuando los refugiados de Byumba serán obligados a
abandonar Nyacyonga, cerca de Kigali, y fueron instalados en Kamonyi en el
municipio de Taba y en el nuevo estadio de Gahogo en el municipio de Nyamabuye.
Los días
siguientes, las ayudas en víveres, medicamentos y materiales llegaron a Kabgayi
gracias al padre Vjecko que los traía de Bujumbura (Burundi). Es el momento en
que François Muligo, párroco de la catedral se encargó de acompañar los
camiones que desde Akanyaru (frontera entre Ruanda y Burundi) traían las
ayudas. A mí me toca gestionar los stocks instalados en el economato de Kabgayi
y en la parroquia de Kivumu. Las ayudas las daba el PAM de Bujumbura. Poco a
poco aumentaron, lo que no impedirá las dificultades en su distribución a causa
del número creciente de refugiados o porque los jefes de sección no lograban ya
gestionar los campos.
Sin embargo, el
problema mayor fue el de la inseguridad. Interahamwe (7) provenientes de Kigali
y algunos políticos que pasaron por Kabgayi consideraban que era absurdo que la
Iglesia tomara a su cargo a estos refugiados. Para ellos, Kabgayi era un foco
lleno de enemigos y traidores. Hay que confesar que si bien los interahamwe no
se atrevieron a atacar abiertamente Kabgayi, hombres y adolescentes desaparecían.
Alfred Kayibanda con un coraje extraordinario pudo salvar vidas humanas, pero
no todas.
La psicosis ligada a la guerra gana terreno
Sucedió que,
desde el 11 de abril, “el gobierno de transición”, obligado a huir de la
capital Kigali, se había instalado en Gitarama.
Esperamos que la presencia de estos altos dignatarios alejaría los
combates de la región. Pero, al final del mes de mayo, algunos signos nos hicieron
darnos cuenta de que el futuro era más bien incierto.
En efecto, al
mismo tiempo que la RTLM (Radio televisión de las mil colinas) manipulaba la
población haciéndole creer que las FAR (fuerzas armadas ruandesas) controlaban
la situación, una oleada de refugiados llegó en masa a Kabgayi. Esta vez la
gente huía de los combates que se desarrollaban en el centro de la capital y
las poblaciones inundaban la carretera que une Kigali a Butare para pararse en
Kabgayi. Esta gente nos comunicaba que el aeropuerto de Kanombe e incluso
algunos barrios de la ciudad, entre otros Kacyiru, habían caído en manos de los
Inkotanyi (8). Los que captaban las emisiones de radios extranjeras y de radio
Muhabura de los Inkotanyi afirmaban que la región entera de Kibungo, en el este
del país, así como el Bugesera y Kigali sur ya no estaban controladas por las
FAR. Los Inkotanyi tendrían como objetivo subir hacia el centro del país,
invadir en consecuencia Gitarama y Kabgayi
pasando por Ruhango (municipio de Tambwe), que distaba solamente 15 km
del lugar en que nos encontrábamos.
A partir del 30 de mayo, se precipitan los acontecimientos
Ruhango acababa
de caer en manos de los Inkotanyi. La noticia fue confirmada por los
conductores de camiones, que habían salido para cargar víveres en Akanyaru y habían
tenido que dar media vuelta. La carretera Kigali – Butare era impracticable.
Estábamos
aislados: la penuria se instaló y cada día nos era más difícil gestionar los
stocks de víveres a causa de la falta de suministros.
4. Toma de Kabgayi por el FPR, el
jueves 2 de junio
Tres días más
tarde, el jueves 2 de junio al amanecer, me despiertó un terrible ruido: se oían
armas pesadas muy cercanas a Kabgayi. Hacia las 10 la situación se hizo
preocupante. Si bien las armas pesadas se habían callado, las armas ligeras
tomaban el relevo y su crepitar se amplificaba. Este ruido hizo que temiéramos
lo peor: pensamos en la masacre de los refugiados. Desde hacía un cierto
tiempo, en efecto, nos habían llegado rumores orquestados por los interahamwe:
no esra normal que Kabagayi fuera un bastión de los tutsi cuando en otros
lugares se “había trabajado”. Este término estaba en boga y quería significar
saquear y pillar los bienes de los tutsi y hutu considerados como traidores y
condenados en su mayoría a muerte. Nos enteramos además, según estos mismos
rumores, que Kabgayi
sería reducida a ruinas si los Inkotanyi proseguían sus ataques. Fue la razón
por la que pensamos que se estaba masacrando a los refugiados. Pero, no se
trataba de masacres, esra que, más bien, los combates se habían aproximado de
nosotros.
En efecto,
hacia las 11, estando yo en el patio del obispado con otras personas, vimos a
unos militares en la muy cercana colina de enfrente, Gihuma, encima del mayor
de los campos de refugiados instalados en el Centro San Kagwa. Los tomamos por
militares del ejército oficial, pero, he aquí que los guardias (soldados) que
estaban en la entrada del obispado así como otras personas alojadas en él
desaparecieron repentinamente. La huida de estos soldados reveló la existencia
de algo anormal, lo que, por otra parte, provocó cierto enloquecimiento de las
personas presentes en el obispado.
Al mismo tiempo
oímos un intenso clamor que subía del campo de refugiados del Centro San Kagwa.
Un súbito pavor nos invadió: no eran militares del ejército regular los que
veíamos en la colina de Gihuma sino Inkotanyi que comenzaban a rodear Kabgayi.
En el obispado
no éramos muy numerosos; se habían marchado muchos. No quedamos más que los
sacerdotes, los obreros y algunos refugiados, entre ellos los obispos Vincent
Nsengiyumva y Joseph Ruzindana. Los dos obispos, Vincent Nsngiyumva (Kigali) y
Joseph Ruzindana (Byumba), habían llegado a Kabgayi a
mediados de mayo. Huían de la capital donde se estaban intensificando los
combates. Camino de Roma, para el sínodo de los obispos africanos, Joseph
Ruzindana había sido retenido en la capital a causa del atentado del 6 de abril
contra el avión del presidente Juvénal Habyatimana.
En el obispado
había también miembros de la familia del obispo Thaddée Nsengiyumva, acogidos
desde hacía meses tras haber sido expulsados de Byumba a causa de la guerra de
1990.
El obispo Thaddée
Nsengiyumva nos aconsejó que saliéramos y nos dijo que él partirí el último.
Fue la razón por la que quienes se encargaban de los niños refugiados de Byumba
comenzaron a colocarlos en los vehículos de la diócesis aparcados en el
economato. En cuanto a nosotros los sacerdotes, nos precipitamos sobre el
ecónomo general, el sacerdote Sylvestre Ndaberetse, para que nos diera algo de
dinero. Emmanuel Uwimana, rector del seminario menor, vino para convencerme de
que él y yo debíamos ir provisionalmente a Kayenzi a su casa hasta que las
cosas se aclararan en Kabgayi.
Todo el mundo
se puso en movimiento. Mientras unos se precipitan para obtener gasolina, otros
hicieron sus maletas. Yo mismo fui a por gasolina y tuve la suerte de estar
entre los primeros. Solo me quedaba hacer rápidamente la maleta y unirme, tal y
como habíamos convenido con el compañero Emmanuel en el seminario. Pero, he
aquí que los obreros de la parroquia gritaron y me llamaron: “están rompiendo
los cristales de su vehículo”. Fui y vi, desde el portal, efectivamente a un grupo de gente que había
rodeado el vehículo y que exigía: “el propietario debe darnos la llave de
contacto”. Me di cuenta enseguida de que se trataba de refugiados que habían
venido de los campos. Uno lanzó al resto: “no toquéis el coche, es del cura”.
Comencé a salir del portal para impedirles, cuando mi compañero Alfred, que había
seguido todo desde la ventana me aconsejó que no me arriesgara. Vi marcharse el
vehículo y olvido mi salida con Emmanuel a Kayenzi.
Minutos después
asistimos a un sorprendente espectáculo. Frente a nosotros, proveniente de la
escuela primaria, una larga columna de refugiados, encuadrada por militares,
avanzaba lentamente, en silencio, y se dirigía hacia la carretera principal.
Después de esta
salida, todo Kabgayi cayó en el silencio. Nada se movía. Se veían individuos vestidos
de militares que circulaban. Eran esbeltos y delgados; sin duda alguna se trataba
de Inkotanyi. Podrían confundirse con militares del ejército regular, pero no,
llevaban boinas ligeras y viseras, botas o deportivas.
Alfred y yo
observamos todo esto desde una ventana de nuestro piso.
Hacia las 13h
vimos que llegaban tres Inkotanyi y se detenían ante la Basílica, frente a
nosotros. Comenzaron a llamar por su
nombre al sacerdote Fidèle Gahonzire (capellán del hospital que vivía en el
presbiterio). Le pidieron que viniera y se marchara con ellos. Lo llamaron
varias veces sin obtener respuesta. Vinieron y golpearon fuertemente el
portalón, pero nadie lo abrió. Insistieron diciéndonos que no tuviéramos miedo
de acercarnos a ellos y pidieron que abriéramos. He aquí que un hombre se
introdujo en nuestra casa por la puerta que daba al obispado. No supimos por dónde había podido acceder. En cuanto lo
vi lo reconocí ya que formaba parte de un grupo de refugiados que venía a
ayudarnos en el economato general. Nos encaró de modo desafiante y preguntó que
quiénes éramos. No dijimos nada. Una de las tres muchachas presentes tomó la
palabra y explicó quiénes éramos. El Inkotanyi no escuchó y prosiguió su camino
pasando por la gran puerta del presbiterio y abrió el portal a los otros tres.
Allá, delante
del atrio de la Basílica, había tres Inkotanyi. Alfred Kaybanda hizo que decidiéramos
ir hacia ellos a saludarlos, no sin cierto grado de desconfianza. Nos hicieron
algunas preguntas sobre nuestra profesión. Yo di media vuelta y fui rápidamente
a prevenir al obispado. Encontré a todos en el patio.
Minutos más
tarde se nos juntaron todos los que yo había dejado detrás. Los Inkotanyi
preguntaron quiénes éramos. Así es como se enteraron de la presencia entre
nosotros de tres obispos: Vincent Nsengiyumva (Kagali), Joseph Ruzindana
(Byumba) t Thaddée Nsengiyumva (Kabgayi). Había también sacerdotes. En primer
lugar, los de más edad, a saber Denys Mutabazi, herido durante la guerra y llegado
desde Nyundo para curarse e Innocent Gasabwoya, antiguo vicario general de
Monseñor André Perraudin, obispo emérito de Kabgayi. Luego, los dos más jóvenes, Bernard
Ntamugabumwe y JMV Rwabilinda.
Pero, no solo
había clérigos. La mayoría de los empleados del obispado, entre ellos las hermanas
franciscanas que se ocupaban de la intendencia seguían allá. Se veían también
algunos refugiados de los que habían llegado desde Byumba. Hay que decir que
prácticamente no quedaban más que los habitantes de la casa cuando los
Inkotanyi entraron en el obispado. Los refugiados que habían estado alojados
desde hacía varias semanas habían tenido tiempo, casi todos, de huir.
5. Somos hechos prisioneros
el jueves 2 de junio
Así pues,
estábamos todos ahí, en el patio del obispado, en frente de las oficinas del
obispo. Los Inkotanyi nos pidieron que saliéramos del obispado. Conducidos por
los Inkotanyi pasamos por la puerta del presbiterio y desembocamos en la
Basílica. Nos detuvieron delante de la imprenta. Instantes después, otras
personas, entre ellas los hermanos Joséphites (10) y unas religiosas que vivían
en Kabgayi se unieron a nosotros. Formamos un grupo de unas cien personas. Estabamos
a la espera de la decisión de nuestros nuevos amos y he aquí que los obispos fueron separados del
grupo. Los vimos marchar con los Inkotanyi y luego alejarse con ellos como
dando un paseo. JMV
Rwabilinda, François Muligo, Innocent Gasabwoya, Denys Mutabazi y Jena-Baptiste
Nsinga (superior general de los joséphites) los siguieron. Tomaron la carretera
que rodeaba la casa de los Hermanos Joséphites para desembocar en la carretera
principal y luego tomaron la dirección de la escuela de enfermeras.
Nosotros nos
quedamos a la espera de las órdenes de los Inkotanyi. Nadie decía una palabra;
nuestros rostros daban fe de nuestra aprensión. Los Inkotanyi deambulaban a
nuestro derredor, nos miraban a la cara con curiosidad. Entre ellos había un
joven de unos 14 años que nos miraba con desprecio.
Mi atención se
centró en esos soldados, Inkotanyi, de los que había oído hablar hacía mucho
tiempo. Realicé que eran seres humanos como nosotros y hablaban nuestra lengua.
No obstante, no podía olvidar sin sentir pavor las advertencias de Radio Ruanda: ¿esos hombres seran de verdad
malvados que asesinaban salvajemente a quienes atrapaban? Al mismo tiempo, la
presencia de los que estaban conmigo me reconfortaba.
Pasado cierto
tiempo, uno de los Inkotanyi nos dijo que abandonáramos el lugar y fuéramos a
las regiones donde ya no había combates, sea a Byimana, sea a Ruhango. Fidèle
Gahonzire fu a verle y le pidió si puedían permitirnos hacer antes nuestras
maletas. Recibido el permiso, regresamos al presbiterio donde encontramos
nuestros apartamentos saqueados. Los Inkotanyi celebraban una fiesta con
nuestras reservas de alimentos y bebidas.
Nosotros no
teníamos ganas de comer. Nos dimos prisa para terminar de hacer nuestros
bagajes bajo la mirada ávida de los Inkotanyi que controlaban todo. Ya no teníamos
intimidad alguna. Allá donde ibas te seguían y veían todo lo que te llevabas.
Una vez las maletas preparadas y depositadas en el patio, nos las hicieron
abrir de nuevo.
Antes de
marcharnos esperamos el regreso de los obispos y sacerdotes que todavía no
habían vuelto. La presencia de François Muligo nos era indispensable ya que era
él el que tenía la llave de contacto de la camioneta aparcada en el patio del
presbiterio y nosotros contábamos poder cargar nuestros equipajes en ella.
Otras personas, el sacerdote Bernard Ntamugabumwe y varias religiosas se habían
unido a nosotros y planeamos marchar juntos. Nuestra espera duró toda la tarde,
cuando los Inkotanyi nos anunciaron que la salida había sido retrasada hasta el
día siguiente.
Algunos comienzaron
a retirar sus bagajes cuando, repentinamente, oímos el silbido de una bomba que
caía no lejos de donde nos encontrabamos. El tremendo ruido provocó un
enloquecimiento: corrimos hacia las puertas tratando cada uno de esconderse. Al
menos tres veces las bombas cayeron sobre Kabgayi. Ignorábamos quién las lanzaba
pero sin duda se trataba del ejército regular que quería tomarse la revancha.
Nos escondimos en las diferentes piezas del presbiterio. Nadie hablaba,
temíamos que una bomba cayera sobre nuestras cabezas.
6. Noche del 2 de junio: conducidos
a un destino desconocido
Éramos unas
cincuenta personas amontonadas en el vestíbulo y en otras dependencias del
presbiterio.
Hacia las
19h00, oímos que se abría la puerta de entrada al presbiterio, pasos y voces.
Eran los Inkotanyi que traían a los obispos y sacerdotes. Como chocaban con
personas tumbadas en el suelo en el vestíbulo, uno de los Inkotanyi gritó: “¿quién
está ahí?”. Se le contestó que la mayoría éramos sacerdotes y religiosas y que
nos habíamos refugiado allá por miedo a las bombas.
El Inkotanyi
exigió entonces que todos los sacerdotes siguieran a los obispos. Las religiosas,
en un grito unánime, deploraron nuestra marcha y el Inkotayi las tranquilizó diciendo
que ellas también saldrían pronto.
Fidèle,
Bernard, Alfred y yo, cogimos nuestros equipajes y fuimos a esperar a los
obispos fuera, delante de la basílica. Los obispos estaban en sus habitaciones.
Se les había dicho que hicieran rápidamente la maleta y que estuvieran preparados
para la marcha. Regresaron enseguida cargados ligeramente: Monseñor Thaddée había
optado por no coger más que un pequeño maletín y una lámpara alógena; François
Muligo había preferido venir únicamente con una manta.
Aunque esta
salida concernió sólo al clero, otras
personas se habían empeñado en unirse a nosotros haciéndose pasar por empleados
que trasportarann nuestros bagajes. Se trataba de Stanislas Twahirwa, un joven
refugiado de Byumba, y tres muchachas, Christine Mukankubito que trabajaba en
la gasolinera del obispado, Drocella, empleada en la escuela de Gahogo,
Josélyne Uwurukundo, originaria de Musambira que había escapado por muy poco a
la masacre de su familia.
Estas tres
chicas formaban parte de las personas alojadas en la parroquia. Todos los
demás, días antes o esa misma mañana, optaron por marcharse. Estas tres
jóvenes, tutsi, no tenían motivos para huir ante la llegada del FPR.
Los Inkotanyi
nos pusieron en fila y nos llevaron. Pasamos delante de la basílica, tomamos la
calle que atraviesa el gran campo de alubias sembrado por François Muligo y
accedimos a la carretera principal, en la parada de taxis. Allí caímos sobre un
grupo de soldados inkotanyi que descansaban visiblemente agotados. Muchos
estaban tumbados en el suelo y otros, menos numerosos, estaban sentados
alrededor de un mapa de las regiones de
Ruanda que escrutaban atentamente a la luz de unas linternas. Se veían, un tanto apartadas, armas de toda
clase que otros soldados habían desmontado y estaban limpiando.
Los Inkotanyi
nos hicieron caminar por una carretera que, a 400 metros, nos condujo a la
escuela de enfermeras. No fuimos más lejos ya que, a unos 100 metros, nos
detuvieron ante una de las casas que
está al borde de la carretera. Se trataba de las casas de los profesores
de la escuela. Nos dijeron que permaneciéramos delante del mirador y esperáramos
la llegada de un vehículo. Los obispos nos comunicaron que era ahí mismo donde
ellos habían pasado la tarde. Emmanuel Uwimana se unió a ellos algo más tarde,
traído desde el seminario por los Inkotanyi. Si les vimos que regresaban todos
al obispado era porque los Inkotanyi les acababan de anunciar que acababa de
tomarse la decisión de evacuarlos, a la espera de que la situación en la región
se calmara.
Nuestra
espera duro horas, lo que empujó a algunos a sacar las mantas y a acostarse.
Los Inkotanyi que nos vigilaban no nos dirigían palabra alguna. Pero uno de
ellos, que se había acercado a las chicas jóvenes, había querido saber por
qué estaban en el grupo de los curas,
cuando ni siquiera eran religiosas. Respondieron que si ellas seguían en vida
era gracias a esos curas a los que ellas seguirían allá donde fueran. El
Inkotanyi replicó que no había razón ninguna para que ellas se apegaran al clero y que, en consecuencia, él las iba a
llevar a donde estaban otras chicas. Pero, ellas le suplicaron que no las
separara de nosotros. Ante su rechazo, comienzaron a llorar y el Inkotanyi
terminó por ceder.
Hacia la una de
la madrugada, vino un Inkotanyi que se dirigió a los obispos y a los dos sacerdotes
mayores y les pidió que lo siguieran para subir a un vehículo que los esperaba.
Nos pidió a nosotros que esperaáramos nuestro turno. Los obispos y los dos
sacerdotes mayores, Innocent Gasabwoya y Denys Mutabazi, acompañados de JMV
Rwbalinda nos dejaron. Vimos partir el vehículo que los llevaba desde la parada
de taxis, a unos metros del lugar donde nos encontrábamos.
Dos horas más
tarde lleganron otros Inkotanyi y uno de ellos nos dijo que nos esperabaun
vehículo. Éramos once personas: las tres jóvenes y el muchacho, el hermano
Jean-Baptiste Nsinga, los sacerdotes François Muligo, Alfred Kayibanda,
Emmanuel Uwimana, Bernard Ntamugabumwe, Fidèle Gahonzire y yo mismo. Seguimos
al Inkotanyi con nuestros maletines. En la parada de taxis, en la carretera de
Kigali – Butare, nos esperaban dos camionetas. Una de ellas es la que nos habían
robado la víspera. Había decenas de vehículos aparcados al borde de esta
carretera. La mayoría provenía del obispado que albergaba muchos vehículos
dejados por quienes – entre otros, muchos religiosos misioneros – la guerra
había empujado a abandonar el país.
Tomamos la
dirección de Butare. Fuimos sentados en la parte delantera, mientras la trasera
estaba repleta de Inkotanyi. La noche era muy tranquila. Desde la colina de
Karama hasta Ntenyo, la carretera estaba alfombrada por hojas verdes de los
árboles y de sorgo, señal de los encarnizados combates que se habían dado la
víspera. Llegados a “Mugina w’imvuzo”, una aldea situada entre Byimana y
Ruhango, los Inkotanyi se bajaron y se pararon ante una barrera colocada a la
entrada. Proseguimos. En Ruhango, a unos 15 km de Kabgayi, el conductor dejó la
carretera principal y tomó, a la izquierda, la carretera que conduce a las
oficinas municipales de Tambwe, a unos 600m. Allá, a la izquierda, a 200m.,
ante el domicilio del alcalde, se paró. El primer vehículo que había llevado a
nuestros compañeros estaba ya aparcado. Los Inkotanyi nos llevaron caminando a
pie. Pasamos por una carretera que, bordeando la casa del alcalde, conduce a
una casa aislada en lo alto de la colina. En el exterior, vigilaban dos
guardias. Nos hicvieron entrar y una lámpara de petróleo iluminaba el lugar. El
Inkotanyi nos dijo que éste era nuestro alojamiento. Los que disponían de
mantas las sacaron y el resto se echó sobre un diván que había en el salón.
Eran más o menos las tres de la madrugada y pronto amanecería.
7. Viernes 3 de junio: Tambwe, nuestra cárcel
7. Viernes 3 de junio: Tambwe, nuestra cárcel
Al alba me
despiertó un soldado que, desde el cuarto de al lado, sacó a una persona con
los brazos atados hacia atrás. En esta misma casa, algo que ignorábamos, habían
pasado la noche también los obispos y los sacerdotes que iban con ellos. Un
cuarto había servido de habitación para los obispos y para JMV Rwabilinda,
mientras que los dos sacerdotes ancianos se habían alojado en otro cuarto.
A las 8, todos
estábamos levantados. Se nos sirvió un té como desayuno. Lo tomamos sentados en
el mirador con galletas (compact food); cuando salimos de Kabagyi pude coger
unos paquetes. Luego, el Inkotanyi que nos vigilaba desde la mañana nos pidió la lista con nuestros nombres. Fui yo quien la
hizo. En total érmos 17 personas, tres
obispos, 9 sacerdotes, un religioso, tres muchachas y un chaval. Me enteré que
éste último había sido sometido a un interrogatorio con objeto de conocer su
verdadera identidad.
Estábamos allí
sin hacer nada. No se nos dio ninguna instrucción. De cualquier modo, nos dimos
cuenta de que nuestra situación era un tanto ambigua. Alfred Kayibanda,
Emmanuel Uwimana y yo mismo intentamos comprender por qué para evacuarnos
provisionalmente como nos lo habían dicho, los Inkotanyi habían optado por
aislarnos en este lugar oculto en lugar de llevarnos a lugares habitados y
preparados para acoger gente, como la parroquia de Ruhango que estaba al lado o
Nyanza, más lejos. Todo era un tanto raro, aunque nos trataban bien. Alfred y
Emmanuel eran más positivos. Para Alfred, si habían optado por ponernos aparte
en un lugar desconocido era porque querían provocar reacciones por parte de
quienes iban a preocuparse a causa de nuestra desaparición. Emmanuel estaba
convencido de que nuestro regreso a Kabgayi era cuestión de días, hasta que
volviera la calma. Basaba su argumento en la promesa hecha por los Inkotanyi
cuando salíamos de Kabgayi. Es cierto que los Inkotanyi habían descrito su
acción como un gesto humanitario.
Una cosa nos
parecía, no obstante, evidente a todos. Nuestra estancia en este lugar corría
el peligro de ser larga. Era la razón por la que comenzamos a plantearnos la
cuestión de las celebraciones eucarísticas. Monseñor Thaddée Nsengiyumva
escribió una carta al padre Stany Urbaniak, sacerdote polaco párroco de Ruhango,
pidiéndole que nos hiciera llegar todo lo necesario para la misa. La carta fue
confiada al soldado que nos vigilaba.
La jornada se
nos hizo larga. Algunos no soportaban permanecer con los brazos cruzados,
sentados, sin hacer nada. François y JMV se pusieron a limpiar el patio de la
casa que parecía que se ha convertido en nuestra morada. JMV, haciéndonos
comprobar que el sorgo y los plátanos estaban maduros, nos alegraba prometiéndonos
que próximamente podríamos gustar de la
cerveza de sorgo o del vino de plátano. Pero para ello, decía, era preciso que
aprendiéramos a “kubohoza” (servirnos).
La expresión
“kubohoza” había nacido hacía tres años con el nacimiento de los partidos
políticos. Los adeptos a los partidos opositores la empleaban en cuanto
lograban que algún militante saliera del MRND (partido único en el poder), y
era recuperado por ellos. Entonces decían: “twamubohoje” (lo hemos liberado”).
Se produjo no obstante un deslizamiento del significado con los disturbios de
abril de 1994. La expresión fue recuperada para significar el pillaje, esto es,
“coger por la fuerza, apropiarse del bien ajeno”. No perdió sin embargo su lado
humorístico en el lenguaje familiar. Muy de moda, podía ser utilizada cuando se
trataba de lograr algo de un modo o de otro. Era en este sentido como JMV
utilizaba la expresión.
Las muchachas
se pusieron a baldear la casa ya que había sangre reseca en el suelo. A juzgar
por las fotografías que se encontraban en el salón, la casa pertenecía a
Athanase, al que yo conocía, ya que somos de la misma región. Era nueva,
cubierta de tejas y revestida con cemento rojo. Constaba de tres espacios con
un gran salón.
Hacia las 15h
nos sirvieron la comida. Teníamos ciertamente hambre. Salvo el té de la mañana,
la mayoría no había ingerido nada. Comimos
arroz y carne con un poco de salsa. Después de la comida algunos hicieron la
siesta. Al final de la tarde, los sacerdotes, salvo los dos más mayores,
jugamos a cartas, que habíamos encontrado. Después de la cena rezamos juntos.
Fueronn oraciones que sabíamos de memoria que Denys se encargó de entonar. No
había sido posible que usáramos los breviarios, ya que la luz era insuficiente
para poder leer. Luego nos acostamos; esta vez había colchones que nos trajeron
los Inkotanyi.
8. Sábado
4 de junio: una nueva vida sufrida y aceptada
El sábado 4 de junio fue nuestro segundo día en Tambwe y comenzamos a habituarnos a la nueva situación. A la mañana, todos se asearon. Los obispos cuentaban con nosotros para lo que necesitaban. Comienzaron además a estar más distendidos, cuando inicialmente se los veía incómodos por compartir con nosotros las condiciones anormales, sobre todo, a causa de la presencia de las muchachas. Pero poco a poco se percataron de que esas chicas nos eran, más bien, útiles. Efectivamente, el sábado se pusieron a lavar lo necesario, sobre todo para aquellos que no habían traído más que una muda. Después del aseo, nos reunimos para rezar laudes. Desayunamos té.
La mañana fue pasando y, como el día anterior, nos
trajeron la comida a las 15h. Había dos platos extra; nos dieron verdura
fresca, “imbwija”, y una sopa de granos de sorgo. Las chicas los habían preparado
en un puchero. Permanecimos allí toda la tarde.
La oración de vísperas la hicimos antes de que cayera la
noche para poder servirnos de los breviarios. Después de la cena, volvimos a
jugar a cartas. Había dos equipos que se enfrentaron: el obispado contra la
parroquia. Las sucesivas derrotas del equipo del obispado hicieron que la
velada fuera agradable y el colmo fue que en la última partida el equipo del
obispado fue totalmente vencido. Nos acostamos en un ambiente muy alegre.
9. 5
de junio: Conducidos a Gakurazo
Ya estábamos levantados, habiendo rezado laudes, cuando el Inkotanyi vino y nos anunció algo que nos sorprendió. Habían decidido que dejáramos Tambwe para llevarnos a Gakurazo, municipio de Mukingi, a la casa de los hermanos Joséphites, una congregación autóctona. Pidió que nos preparemos rápidamente porque la marcha iba a ser inminente. Esta noticia nos alegró. Yo, por mi parte, no acababa de entenderlo. Yo consideraba que éramos rehenes en Tambwe y he aquí que nos iba a ser posible convivir con otras personas. Estábamos convencidos de que en Gakurazo y en Bymana, dos colinas próximas, veríamos a las religiosas que habíamos dejado en Kabgayi. Sabíamos que habían recibido la orden de ir a Byimana. No ocultamos, en consecuencia, nuestra alegría ante la noticia.
Bebimos el té matutino y pensé en los israelitas en el
momento del éxodo. Volvimos a hacer nuestros equipajes y hacia las 8h, el
Inkotanyi vino y nos dijo que fuéramos a los vehículos que nos esperaban. Un
minibús y una camioneta estaban aparcados en el lugar donde nos habían hecho
bajar cuando llegamos. Fuimaos y partimos. Otro vehículo con Inkotanyi a bordo
nos siguió. Pudimos reconocer entre ellos a los jefes y subalternos que nos
habían vigilado desde que llegamos.
Llegamos a la casa de los Joséphites en Gakurazo, a unos
10 km de Tambwe, hacia las 10 h. La casa albergaba a cerca de 100 personas. Vimos
a hermanos, habituales de la casa, y constatamos que compañeros de ellos
provenientes de otras comunidades se habían unido a ellos.
Había también religiosas que pertenecían a distintas
congregaciones: las hermanas hospitalarias de Santa María de Kabgayi, las más
numerosas y acompañadas por la Hna. Marie-Louise, maestra de novicias de origen
suizo, las Hijas de Foyer de charité de Remera-Luhundo, dos Hnas. Franciscanas del
Reino de Cristo que trabajaban en el obispado de Kabgayi, el resto se había
quiedado en Ruhango, dos dominicas, el resto quedó en Gihara, municipio de
Runda, Gitarama.
Nos encontramos también con el sacerdote Sylvestre Ndaberetse,
refugiado hutu burundés y ecónomo general de la diócesis de Kabgayi. Pero la
casa no solo había acogido a religiosos; se podían ver también otros refugiados
entre los que las mujeres y los niños eran mayoría. Lo que impresionaba era el
gran número de soldados presentes en el momento de nuestra llegada; se paseaban
por todas partes en el recinto.
Nuestra llegada satisfizo sobre todo a las religiosas que
al vernos expresaron su emoción con gritos de alegría. Los hermanos joséphites
nos acogieron en el refectorio con un té caliente; el ambiente era festivo.
Luego comenzaron los preparativos para una misa que habíamos decidido celebrar,
prevista para las 11 h. Era domingo,
fiesta del Santísimo. El responsable de la casa, Hno. Balthazar Ntibagendeza,
de origen burundés y maestro de novicios, se aplicaba en la preparación de
nuestro alojamiento, una vez que los obispos ya habían tenido el suyo.
Así pues, estábamos en el patio charlando con los que se
habían unido a nosotros. Escuchamos a Sylvestre Ndaberetse que nos relató sus
desventuras: la toma de Kabgayi había tenido lugar cuando él se encontraba en las oficinas
del economato. Se escondió y no supo lo que había sucedido. Allí se quedó
escondido hasta que, acuciado por el hambre, al día siguiente, salió y se
dirigió a la cocina del obispado para comer algo. En la cocina se encontraban
los Inkotanyi que le interpelaron y se enteraron de que era el ecónomo. Le
pidieron divisas, pero no pudo satisfacer su petición. Le ordenaron que
abandonara el lugar, aunque le permitieron que cogiera su coche y tomara la
dirección de Ruhango. Cuando llegó a Karama de Shyogwe, 5 km más lejos, otros
Inkotanyi le confiscaron el vehículo y cogieron todo lo que tenía encima, salvo
el maletín-capilla. Se llevaron un millón de francos ruandeses, unos 25.000FF.
El otro millón de divisas había quedado escondido en los WC del obispado. Le
llevaron en otro vehículo a Tambwe, a las oficinas municipales. Quedó encerrado
con otras personas que, como él, habían sido capturadas. Esta mañana, domingo,
lo habían llevado a Gakurazo y nos
habíamos encontrado todos.
A las 11 nos dirigimos a la capilla de los hermanos para
la celebración eucarística. La presidió Mons. Vincent Nsengiyumva que parecía
estar muy cansado. Después de la misa esperamos un breve momento antes de
volvernos a juntar a las 12,30 h en el
refectorio para el almuerzo. Los hermanos habían preparado una comida copiosa,
nos dieron pollo de su gallinero. Después de la comida, la siesta para quienes
tenían ya habitación. Nosotros esperamos a que las habitaciones estuvieran
arregladas. Faltaban algunos colchones. Los hermanos los encontraron en algunas
casas abandonadas de los alrededores. Toda la tarde la pasamos allí. La mayoría
de mis compañeros jugó a cartas o al ping-pong. Yo hablé con otras personas en
el patio.
10.
El paseo providencial, hacia las 17 h.
Hacia las 17 h la Hna Libérata Muragijemariya, una religiosa de las Hospitalarias de Santa Marta de Kabgayi, vino a verme y me dijo que me encontraba demasiado tranquilo y me propuso dar una pequeña vuelta para hacerme descubrir la casa que ella ya conocía. Quería que yo viera el establo y las vacas de la comunidad. Acepté su propuesta y salimos pasando por el refectorio. De éste accedimos a la cocina y a una puerta que daba a un patio interior donde estaba instalado el establo. Todos estos lugares eran nuevos para mí; los descubrí en ese momento. Las vacas no estaban en el establo sino en el prado. Nos quedamos dialogando mientras pasaba el tiempo. Al crepúsculo regresamos a la comunidad.
No tardaría en percatarme de que este paseo no había sido
debido al azar.
11. Hacia las 19 h nos convocan a
una reunión de la muerte
Ya era de noche; los que jugaban a cartas habían salido debido a la falta de luz. En estos tiempos de guerra ya no había corriente. La mayoría de entre nosotros estábamos allá en la veranda a la espera de la hora de la cena.
Hacia las 19 h
nos anunciaron que los Inkotanyi nos convocaban a una reunión a todo el grupo
de personas que ese domingo había llegado de Tambwe. No obstante, no se nos
precisó el objeto de la reunión. Se nos pidió que pasáramos la información unos
a otros y que fuéramos sin tardar al refectorio. La información pasó rápidamente
tal y como lo deseaban los Inkotanyi e instantes después estábamos en el
refectorio. Este edificio era una sala grande de unas 300 plazas. En la parte
del patio y en los extremos había dos puertas que daban acceso al lugar. Pasamos por la puerta del sur que desemboca
en la parte salón. Ante nosotros, del salón hasta la puerta que daba a la
cocina, a lo largo de toda la sala, se alineaban dos filas largas de meses
rectangulares.
El lugar previsto para la reunión ya había sido preparado cuando nosotros entramos. Sillones y sillas formaban un amplio círculo alrededor de una mesita de salón. Un grupo de alrededor ocho Inkotanyi estaba ya en la sala, sentados separados por una de las hileras de mesas. La sala estaba iluminada por una lámpara de petróleo y Mons. Thaddée Nsengiyumva trnía también su lámpara halógena.
El Inkotanyi
(15) que, visiblemente, iba a presidir la reunión nos recibió con educación y
sonrisa y ocupamos los sitios. Los obispos se sentaron en los sillones en el
lado sur, cerca del muro del salón. Seguían, por un lado, Innocent Gasabwoya y
Denys Mutabazi, y por otro lado JMV Rwabilinda. Frente a los obispos, en el
mismo círculo, se sentó el Inkotanyi que iba a presidir la reunión y su escolta.
Las tres muchachas no estaban sentadas en el círculo sino detrás del Inkotanyi.
El grupo de los Inkotanyi se colocó detrás de mí al lado de las chicas. Richard
Sheja, un niño de unos 7 años, se había unido también a nosotros y estaba en
los brazos de Innocent Gasabwoya.
El Inkotanyi
comenzó por presentarse. Pero nosotros ya le conocíamos ya que era el mismo que
desde nuestra llegada a Tambwe había sido nuestro vigilante. Tenía en torno a
25 años y cojeaba un poco. No nos pidió que nos presentáramos sino que encadenó
sus palabras para decirnos el objeto de la reunión. Tenía como objeto permitir
un conocimiento mutuo y estar informados sobre la conducta que debíamos seguir
en esta casa de acogida. Advirtió que a causa de la inseguridad nadie tenía
derecho a salir de la casa sin advertirlo a un militar y sin ser acompañado.
Esto, prosiguió, porque el enemigo seguía merodeando en todas partes. Añadió
que no debíamos preocuparnos por nuestra seguridad ya que el objetivo
primordial del FPR era garantizar la protección de cada uno de los ciudadanos.
Pero, he aquí
que comienzó a pasear su mirada sobre nosotros y, de repente, manifiestó su extrañeza
al percatarse de que había ausentes: un obispo, que no sabía si era de Kigali o
de Kabgayi, y un sacerdote que debía ser según él el vicario general de
Kabgayi. Nos dimos cuenta de que efectivamente Mons. Vincent Nsengiyumva,
obispo de Kabagyi, y Sylvestre Ndaberetse, ecónomo general de Kabagyi, no
estaban entre nosotros. JMV Rwabilinda se acuerdó de que minutos antes de la
convocatoria a la reunión, vio a Mons. Vincent en la capilla rezando y que en
consecuencia podía no estar al corriente de la reunión. En cuanto a Sylvestre,
nadie sabía dónde estaba pero supusimos que estaría en su habitación. Alguien
salió y fue a buscarlo.
El Inkotanyi
reinició la reunión y concedió un turno de preguntas. Mons. Thaddée tomó la
palabra y habló en nombre de quienes en el momento de abandonar Kabgayi no habían
tenido tiempo suficiente para hacer su maleta. Según la promesa que se les
había hecho, un vehículo iba a regresar al día siguiente a Kabgayi para
recuperar todo. El obispo puso de relieve que eso no había podido realizarse y
preguntó qué pensaban hacer los
Inkotanyi al respecto. El Inkotanyi respondió que todo dependería de la
evolución de la situación en Kabgayi.
Sin que
terminara de hablar, uno de los ocho Inkotanyi, que había salido del grupo y
estaba cerca de la puerta, tomó la palabra. Se trataba de un hombre alto, 1m
85, de unos treinta años, delgado y de tez clara. Estaba uniformado pero no
llevaba boina. No comprendo, dijo, a las gentes que no quieren la unidad de los
ruandeses. Si la situación es catastrófica en el país, añadió, es a causa de
ellos y es la razón por la que el FPR se ha dado como misión combatirlos por
todas partes allá donde estén.
Nadie
reaccionó, ni tuvo ocasión, por otra parte, de hacerlo, ya que, después de
haber dicho todo eso, el Inkotanyi salió de inmediato.
Yo no pude
seguir el resto de la discusión porque en cuanto salió el Inkotanyi, el Hno.
Balthazar entró y discretamente nos pidió a Emmanuel Uwimana, Fidèle Gahonzire
y a mí, que saliéramos con él. Cuando salimos, me percaté de que todos los
Inkotanyi sentados anteriormente detrás de nosotros se habían marchado todos
ellos. El hermano nos dijo que nos llamaba para darnos las habitaciones, por
fin disponibles. Nos condujo pues hacia el edificio que estaba justamente al
lado, donde se encontraban las habitaciones. Apenas había comenzado a
atribuirnos las habitaciones que el joven Stanislas (de nuestro grupo) vino para decirnos que el Inkotanyi que presidía
la reunión nos ordenaba que regresáramos inmediatamente al refectorio, porque
no quería que saliéramos antes de que la reunión terminana. Así que retornamos
a la sala de reunión.
Nos cruzamos en
la puerta con el hermano Jean-Baptiste Nsinga, que entró con nosotros.
Justamente acababa de llegar para la reunión. Aunque no había asistido al
inicio, nadie se había percatado de su ausencia. El Inkotanyi, en cualquier
caso, no lo citó entre los que debían estar obligatoriamente presentes.
Fui el único
que no pude retomar su sitio en el círculo. El hermano Jean-Baptiste Bsinga
acababa de ocuparlo. Me senté justamente detrás de él, en una de las sillas que
anteriormente ocupaban los ocho Inkotanyi antes de que se marcharan. Estábamos
todos, Mons. Vincent y Sylvestre ya habían llegado.
De repente,
justo cuando acababa de sentarme, la puerta por la que habíamos entrado se
abrió brutalmente y el ruido nos sorprendió. Vi a soldados Inkotanyi, eran cuatro, que entraban de golpe, apuntando
sus ametralladoras como para un ataque. Con gritos extraños, vociferaron
palabras incomprensibles, tomaron posición detrás de los Inkotanyi que estaban
con nosotros y abrieron fuego inmediatamente.
El
pavor que me invadió fue indescriptible. Comprendí justo en ese momento que estábamos en peligro de muerte.
A
mi lado, una de las jóvenes se levantó con las manos en alto y gritó implorando
a los asesinos que se detuvieran. JMV Rwabilinda, delante de mí, se había
levantado también, le vi y oí gritar y suplicar.
Todo
pasó en unos segundos; una voz que me habló como en una inspiración, clara y precisa,
que me recordó el lugar donde, horas antes, yo había estado con la religiosa;
sentí en mi algo que me dijo que me marchara allí para esconderme. Me tiré al
suelo inmediatamente, giré en torno a la silla en la que estaba sentado y
reptando llegué enseguida a la pared; seguí reptando para pasar por el espacio
vacío que se encuentra entre la pared y la hilera de mesas. Vi claramente que
debía lograr llegar a la puerta del fondo del refectorio que no veía pero que
la recordaba por haber pasado momentos antes por allá con la religiosa. En mi
huida, oí el muy fuerte ruido de las ametralladoras y pensé que me perseguían y
que estaba muerto. Hice unos metros antes de llegar a la puerta. Por suerte la
encuentré abierta y llegué a la cocina, siempre reptando, y tropecé con unas religiosas,
acurrucadas presas de pavor. Entre esas religiosas se encontraban Donata
Nyirabayiarimana del Foyer de charité “Vierge des Pauvres” de Remera- Ruhondo,
las Hermanas Marie-Louise (de origen suizo), Libérata Muragijemariya y Didacienne,
todas ellas de la comunidad de las Hospitalarias de Sainte Marthe de Kabgayi.
Pasé
entre medio de ellas y alcancé la puerta que daba al patio interior, donde se
encuentra el establo. El miedo que me había invadido no me permitió acercarme
al establo que ya veía un poco más lejos. Opté por pararme cerca de un edificio
muy próximo, a mi derecha. Me tumbé contra el muro.
Segundos
después vi que llegaba la más joven de las muchachas que estaban con nosotros
en la sala. Respiraba profundamente; tenía miedo. Al ver que era yo, cayó sobre
mi diciendo: “turashize” “vamos a morir”. Permanecimos unos breves momentos
allí. El tiroteo siguía en el refectorio. No obstante era discontinuo, disparo
a disparo.
Clareaba; era el claro de luna. La joven me hizo ver que el lugar en el que
me encontraba no me ocultaba del todo y
ella vio a nuestro lado una casita que antes debía de servir de gallinero. Nos
dirigimos a ella y nos escondimos tras un pilar.
Aquí, comencé a repensar todo lo que acababa de suceder. Temí que algo
grave había sucedido a nuestros compañeros y pensé en lo peor, en la muerte
para algunos, pero, ¿para quiénes? Traté de convencerme de que había
supervivientes y quise saber quiénes eran.
En lo que a mí respecta volví a ver toda la escena y me percaté de que había
faltado poco para que yo también la hubiera padecido. Yo, que en mi existencia
no había tenido el más mínimo percance grave de salud que me hiciera pensar en
la muerte, sentí que ello causaba miedo y que éste era indecible.
Volví a ver lo que había precedido,
mi paseo con la religiosa, mi salida en el transcurso de la reunión, la llegada
tardía del hermano y el cambio de sitio. Todo ello me hizo pensar en la
presencia de una Mano Invisible. La certeza de que Dios había decidido salvarme
y de que no permitiría mi muerte me sostuvo y me ayudó a recuperar,
rápidamente, mis capacidades. El miedo que me invadía desapareció
progresivamente. Comencé, no obstante, a interrogarme sobre el sentido y el
porqué de todo. No encuentré respuesta. Toda esta meditación me condujo en
cualquier caso a hacer un balance, nada glorioso, de una vida espiritual. Fue
la razón por la que comencé espontáneamente a hacer una oración de solicitud de
perdón y de acción de gracias. La experiencia vivida me recordó, no obstante,
lo que olvidaba a menudo, la fragilidad de la condición humana y de mi vida
personal.
Sœur Liberata Muragijemariya, la mensajera de la Providencia. |
El tiroteo había cesado. Nada se movía en la casa. Reinaba un silencio de
muerte. De repente, oí y vi a gentes que llegaban con linternas, a la búsqueda,
visiblemente, de personas. Las pude observar por un agujero de la puerta de
madera cerca de la que nos encontrábamos. Se trataba de Inkotanyi. Los reconocí
no solamente por su talla, altos y delgados, sino también por su calzado,
deportivas que nunca calzaban las FAR.
El miedo me invadió nuevamente y mi corazón se puso a latir fuertemente.
Pensé que se me buscaba así como a otros que quizás, lo mismo que yo, habrían
podido huir. Los vi venir hacia nosotros con sus linternas, pero pasaron sin
vernos y prosiguieron su camino en dirección del establo, cerca de nosotros. Oí
a los Inkotanyi que se dirigían a las personas que estaban en el establo. Hay
que decir que, desde hace ya tiempo, yo oía el mugido de las vacas, lo cual
traicionaba la presencia de algún elemento extraño. Los que estaban en el
establo elevaban la voz implorando: “Somos Hermanos, ¡Piedad!” “Turi abafurere
nimutubabrie”. Los Inkotanyi les dijeron que no tuvieran miedo y que salieran
del establo. Los hermanos, con desconfianza, siguieron implorando compasión.
Terminaron por salir ante las órdenes de los Inkotanyi. Los vi marcharse con
los Inkotanyi, unidos a otro hermano que había seguido la escena desde el
exterior del patio.
Volvió a caer el silencio. Pasó un tiempo en el que no se veía alma
viviente. De tiempo en tiempo se encendía una linterna que revelaba la presencia
de un Inkotanyi que permanecía allá para vigilar. Seguí en mi escondite y mi
proyecto fue esperar el momento oportuno para evadirme en dirección a Ruhango.
12. Croquis ligado
al asesinato perpetrado por el FPR en Gakurazo.
Muestra en detalle el conjunto de edificios de la comunidad de hermanos Joséphites donde tuvo lugar la masacre. Muestra, en particular, el lugar de cada uno de los asesinos y de las víctimas. |
13. Se descubre mi escondite
A eso de las 23h00 vi que llegaba una columna de alrededor veinte soldados que se acercaron, rastrillando el lugar con la ayuda de linternas.
Me invadió nuevamente el pavor: tuve el presentimiento de que se me buscaba.
Pasaron delante del establo y no encontraron a nadie. Se dirigieron entonces
hacia nosotros e iban a pasar sin vernos cuando uno de ellos dirigió su
linterna hacia el lugar donde yo estaba y dio con nosotros. Nos preguntó con
voz severa: ¿“Quiénes sois, hermanos u otra gente?” Con gran desolación pero
reteniendo mi emoción contesté: “soy sacerdote y ésta es mi hermana”.
No existía ningún lazo familiar entre la chica y yo, pero ella, al
escondernos, me había propuesto que en caso de que fuéramos capturados me
protegería diciendo que yo era su hermano. Me había reído de esta ocurrencia,
ya que no había parecido alguno entre ella y yo. Sin embargo, fui el primero en utilizarla.
El Inkotanyi nos ordenó que saliéramos del escondrijo. Obedecí a la par que
me convencí de que había llegado el final. Me ordenó que fuera a mi habitación.
Subí hacia el dormitorio; el Inkotanyi iba detrás.
Aunque esperoaba una muerte inminente, ya no tenía miedo. Una vez en mi
habitación me senté en la cama. El Inkotanyi permaneció en el dintel de la puerta.
En ese momento lo reconocí; era el que presidía la reunión, siempre acompañado
por su guardaespaldas. El Inkotanyi se dirigió a mí. Constaté que, afortunadamente,
su voz era serena. Me recitó la versión de lo que había sucedido disculpándose:
“Según la investigación que acaba de hacerse, lo que acaba de pasar es la
obra de algunos elementos del FPR originarios de las prefecturas de Gitarama y
Butare qui no han soportado las masacre de los suyos en Kabagyi. Uno de esos
militares ha muerto en los combates que han tenido lugar después de esta
tragedia; otros dos han logrado escapar, pero estamos en su búsqueda. Estamos
desolados por este incidente. ‘La falta de uno solo no debe recaer sobre el
conjunto (umukobwa aba umwe agatukisha bose’). La familia del FPR no puede
tolerar semejante acto; todos los responsables será perseguidos”.
Estas palabras, y en concreto el “estamos desolados”, me tranquilizaron. Me
puse a esperar que quizás no tenían la intención de matarme. No obstante,
comencé a realizar la gravedad de la situación. Ello me empujó a pedirle noticias
de mis compañeros. Seguía esperando que hubiera supervivientes. El Inkotanyi me
respondió evasivamente diciéndome que él no sabía nada y le vi marcharse
inmediatamente.
Permanecí prostrado en la cama y me sumergí en pensamientos llenos de pena
a causa del desastre que presentía pero que rechazaba aceptar. Mi desconfianza
se despertó, pero no podía hacer otra cosa que obedecer. Salimos del dormitorio
y en cuanto llegamos afuera, vi efectivamente a lo lejos, cerca de la puerta
principal, un grupo de gente. Se trataba del todo el grupo de refugiados y de
hermanos Joséphites. Estaban allí agrupados, sin decir nada. Las mujeres
cubrían su rostro con bufandas.
En cuanto llegué al grupo, se oyeron suspiros de sorpresa y de alegría.
El Inkotanyi les dijo enseguida que se callaran y comenzó a explicar lo que
había pasado. Repitió exactamente lo que minutos antes me había dicho. “Según
la investigación que acaba de hacerse, lo que acaba de pasar era la obra de
algunos elementos del FPR originarios de las prefecturas de Gitarama y Butare
qui no habían soportado la masacre de los suyos en Kabagyi. Uno de esos militares
había muerto en los combates que habían tenido lugar después de esta tragedia;
otros dos habían logrado escapar, pero estaban en su búsqueda. Estaban
desolados por este incidente. ‘La falta de uno solo no debe recaer sobre el
conjunto (umukobwa aba umwe agatukisha bose’). La familia del FPR no podía
tolerar semejante acto; todos los responsables serán perseguidos”. Terminó
diciendo: “Vamos a ver lo que ha pasado”.
En cuanto entramos en el refectorio, se apoderó de nosotros un fuerte olor
a carnicería. Lo que nuestros ojos nos mostraban conforme nos acercábamos era
terrorífico: cuerpos sin vida yaciendo en el suelo en medio de charcos de sangre.
Algunas mujeres no soportaron el espectáculo; se taparon sus rostros con las
manos. Otras lanzaron gritos de desolación y comenzaron a llorar. Yo estaba
estupefacto, como tetanizado, bajo el peso de la indignación: todos mis
compañeros, algunos de ellos amigos, los veía ahí sin vida. No llegaba a rendirme
ante la evidencia y no aceptaba que estuvieran muertos. Conforme los iba
viendo, mi alma se hundía en una gran pena.
Yacían todos en el suelo, salvo uno, el obispo Thaddée Nsengiyumva, quien,
asesinado sentado en su sillón con una mejilla apoyada en su mano, daba la
impresión de alguien que descansaba. Su cuerpo estaba exteriormente intacto
excepto un pie agujereado por una bala. Todos los demás estaban en el suelo,
tendidos sobre su propia sangre. Vincent Nsengiyumva y los sacerdotes JMV Rwabilinda y Fidèle
Gahonzire tenían la cabeza despedazada. Sylvestre Ndaberetse había sido abatido al
lado de la puerta en su intento de escapar. François Muligo y Alfred Kayibanda
habían caído la cara contra el suelo, mientras Innocent Gasabwoya se había
derrumbado con el niño Richard que seguía en sus brazos.
No permanecimos mucho tiempo, ya que, minutos después, el Inkotanyi nos
ordenó que saliéramos. Todo el mundo se acostó y yo no me atreví a ir a la
habitación preparada para mí, tan grande era mi emoción. Siguí a los
refugiados, concretamente a las religiosas, a la sala que les había sido
reservada como alojamiento. Pero antes fui a coger lo necesario para pasar la
noche en la pieza en que se habían depositado nuestras pertenencias en cuanto
llegamos.
Repentinamente, al salir de la habitación, vi a un solado Inkotanyi que avanzaba
hacia mí. En cuanto estuvo ante mí, no creí lo que veían mis ojos: era uno de
los que habían disparado contra nosotros. Me produjo el efecto del estruendo de
un trueno.
En efecto, cuando los soldados irrumpieron en el refectorio, pude
identificar a este joven de tez negro-claro de unos 25 años. Era él: la
pequeñez de su boca, los tatuajes (imyotso) en su frente y su boina amarilla
eran otros tantos signos distintivos que mi cerebro me reenviaba.
En el instante en que nuestras miradas se cruzaron, el miedo me abrazó,
pero logré dominarme. El Inkotanyi me saludó, luego me pidió que le prestara
una de las mantas que se encontraban en la habitación. Todo el bagaje de la mayoría
de mis compañeros seguía allá. Acepté, claro está. Me dió las gracias y se marchó.
A pesar de los bellos discursos de explicación de la masacre, me veo
obligado a aceptar la evidencia: todo ello no es más que una puesta en escena.
Nos han mentido.
1) Richard Sheja, niño tutsi de unos 7 años que murió en los brazos de Innocent Gasabwoya. Junto con su madre, había sido albergado por los Hermanos Joséphites durante las masacfres. Su padre, Cyprien Gasana, oroginario de Kizibere-Tambwe y sub-prefecto de Gitarama, había sido matado unas semanas antes.
2)
Stanislas Twahirwa, joven hutu de unos 20 años. Uno
de los refugiados de guerra de Byumba que desde 1992 estaba acogido en el
obispado de Kabgayi
3)
Hno. Jean-Baptiste Nsinga; tutsi de 48 años, superior
general de los Joséphites.
4)
Fidèle Gahonzire, sacerdote tutsi de 28 años,
ordenado el 15/08/1992, originario de la parroquia de Cyeza, municipio Rutobwe
(Gitarama). Alojado en el presbiterio de
Kabgayi; era el capellán del hospital de Kabgayi.
5) Emmanuel Uwimana, sacerdote hutu de 31 años originario de la parroquia de Kayenzi, municipio
de Taba (Gitarama). Era el
rector del Seminario menor de Kabgayi.
6)
Bernard Ntamugabumwe, sacerdote hutu originario de la
parroquia Kibangu, municipio de Nyakabanda (Gitarama). Era el representante en
la prefectura de las escuelas católicas de la diócesis.
7)
JMV Rwabilinda, sacerdote con título de
Monseñor, hutu-tutsi de 33 años, originario de la parroquia de Karambi,
municipio de Masango (Gitarama). Era Vicario general de Mons. Thaddée
Nsengiyumva, obispo de Kabgayi.
8) François Muligo, sacerdote hutu de 39 años, originario de la parroquia de Byimana,
municipio de Mukingi (Gitarama). Era párroco
de la catedral de Kabgayi.
9) Alfred Kayibanda, sacerdote hutu de 45 años, originario de la parroquia de Gihara,
municipio de Taba (Gitarama). Era
coadjutor de la parroquia-catedral de Kabgayi.
10)
Sylvestre Ndaberetse, sacerdote hutu burundés de 45
años. Era económo general de la diócesis de Kabgayi.
11)
Monseñor Thaddée Nsengiyumva, hutu de 45 años, originario de
la parroquia de Bungwe, municipio de Kivuye (Byumba), consagrado obispo de
Kabgayi el 31/01/1987, luego presidente de la conferencia espiscopal.
12)
Monseñor Joseph Ruzindana, hutu de 51 años, originario de
la parroquia de Busogo, municipio de Mukingo (Ruhengeri), consagrado obispo de
Byumba el 17/01/1982.
13)
Monseñor Vincent Nsengiyumva, hutu de 58 años, originario de
la parroquia de Rwaza, municipio Ruhondo (Ruhengeri) consagrado obispo de Nyundo
el 2/06/1974 y arzobispo de Kigali el 3/05/1976.
14)
Innocent Gasabwoya, sacerdote con título de
Monseñor, tutsi de 74 años, originario de la parroquia de Save, municipio de
Shyanda (¿?) (Butare). Antiguo Vicario general de Monseñor André Perraudin,
obispo emérito de Kabgayi.
15) Denys Mutabazi, sacerdote tutsi de 79 años, originario de la parroquia de Save, municipio
de Shyanda (¿?), incardinado en la diócesis de Nyundo.
15. Mañana del lunes, 6 de junio:
una parodia de oración
Al día siguiente, lunes 6 de junio, a la mañana, acabamos de hacer la oración matinal de la 7h00. La mayoría nos encontrábamos en el patio a la espera del desayuno. Vimos que un grupo de militares entraba por la puerta grande. Se trataba verosímilmente de altos oficiales, ya que tenían escoltas. Uno de ellos dijo que quería hablarnos y pidió que nos agrupáramos. En muy poco tiempo todos los habitantes de la casa estaban reunidos. El Inkotayi - son verdaderamente hábiles en la manipulación de la gente – pidió que antes de que tomara la palabra, uno de nosotros entonara una oración. Así es como una religiosa entonó “el Padre nuestro”. Tras la oración, el Inkotanyi tomó la palabra y dijo que venía a explicarnos las circunstancias del drama, pero quedé sorprendido al constatar que retomaba, palabra por palabra, el discurso que había mantenido la víspera el otro Inkotanyi: “Según la investigación realizada, hemos podido saber que el drama que ha sucedido ha sido realizado por soldados del FPR originarios de las prefecturas de Gitarama y Butare que no han soportado la masacre de los suyos en Kabgayi; uno de esos militares, autor de este horror, se ha suicidado esta noche porque sabía el castigo que le esperaba” (versión que divergía de la primera que decía que el asesino había sido abatido en los combates posteriores a la masacre). Prosiguió su discurso: “Como vosotros sabéis la familia del FPR no puede tolerar semejante acto. Los otros dos han logrado escapar pero ha comenzado su búsqueda y os garantizamos que serán adoptadas medidas severas en su contra. Os ruego que seáis fuertes, sabed que vuestra pena es la nuestra, la falta de uno solo no debe recaer sobre el conjunto (Umukobwa aba umwe agatukisha bose)”.
16. Lunes 6 de junio:
preparación de los funerales
El Inkotanyi concluyó sus palabras evocando la cuestión del entierro. Dijo que con la colaboración de todos se iba a poner en marcha todo lo necesario para que los fallecidos tuvieran unas exequias honorables. Tras estas palabras, el Inkotanyi fue largamente aplaudido por la mayoría de los presentes que, enseguida, comienzaron a romper el silencio y a charlar distendidamente.
Después del
desayuno, otro Inkotanyi y el hermano responsable de la casa, Hno. Balthazar,
vinieron a mi encuentro y me pidieron que les ayudara en la preparación de los
funerales. Acepté e instantes después otro Inkotanyi de tez más clara y de
talla media, lleno de tatuajes (imyotso) en las mejillas se acercó y me pidió
que le hiciera sugerencias con relación al entierro. En mi respuesta le precisé
que según las disposiciones de la Iglesia, todo obispo debía ser enterrado en
su catedral. Le di luego mi opinión sobre el entierro proponiéndole que todos
los cuerpos fueran llevados a Kabgayi, que los obispos fueran enterrados en la
catedral y los otros en el cementerio de la diócesis. Se mostró de acuerdo y
prometió poner a mi disposición un vehículo que me ayudaría en mis
desplazamientos.
Comienzaron los
preparativos de las exequias. Lo más urgente era encontrar tres ataúdes y
preparar los cuerpos de las víctimas que seguían estando en el lugar de la
masacre. Las religiosas se ocuparon del lavado de los muertos. Los transportaron
con la ayuda de los hermanos a una sala. Yo me marché a Kabgayi con la
esperanza de encontrar ataúdes en la carpintería diocesana. Me fui con el
Inkotanyi de la pretendida reunión de la víspera.
En camino pedí
pasar en primer lugar por la parroquia de Byimana, a 3 km de Gakurazo, donde
esperaba encontrar sacerdotes. Mi objetivo era informarles de lo sucedido y
asociarlos a los preparativos. En la parroquia de Byimana encontré a los
sacerdotes Joseph Ndagijimana (párroco), Jean Nsengimana (coadjutor ) y Michel
Bisengimana (anciano jubilado). Además
de estos sacerdotes de la parroquia había otras personas que estaban alojadas
en ella tras haber abandonado Kabgayi. Se trataba de un seminarista mayor,
Sylvain Ndayambaje y de Jeanne, que se ocupaba del archivo de Kabgayi. Estaban
también los sacerdotes Vénuste Linguyeneza, rector del seminario mayor de
Kabgayi y vicario general del obispo de Butare Jean-Baptste Gahamayi y Benoît
Karango, profesor del Seminario mayor de Kabgayi.
Joseph Ndagijimana
me acompañó a Kabgayi. En la carpintería diocesana solo encontramos un ataúd,
pero decidimos llevarnos tablas y herramientas para fabricar ataúdes cuando
llegáramos a Gakurazo. Kabgayi era un lugar muerto que producía miedo. El
silencio de muerte reinante era turbado de tiempo en tiempo por el ruido de las
armas. No había nadie, salvo algunos Inkotanyi. Los locales del obispado, cuyas
puertas habían sido forzadas no habían sido saqueados todavía totalmente. Sin
embargo, el desorden era total y todos los vehículos habían sido robados.
Regresamos sin
tardar a Gakurazo. Los preparativos de las exequias habían avanzado. Fuimos a
rezar ante los restos mortales que se habían colocado en la sala de espera. Las
religiosas habían podido lavar los cuerpos y cambiar los hábitos de algunos.
Todos estaban cubiertos por un lienzo y dispuestos de manera que pudieran ser
reconocidos. El sacerdote que me acompañaba, Joseph Ndagijimana pudo sacar una
foto.
Las tablas
aportadas eran insuficientes para el número de ataúdes necesarios. Se decidió
hacer solamente cuatro, para dos obispos, para JMV Rwabilinda y para el hermano
Jean-Baptiste Nsinga. Los hermanos carpinteros se pusieron manos a la
obra. Otros hermanos se estaban
encargando desde la mañana de abrir una
fosa común.
Hacia las 15h,
llegaron tres Inkotanyi, visiblemente de alta graduación a la vista de los
escoltas que los rodeaban. Convocaron una reunión que, según decían, concernía
a todos los encargados de la preparación de los funerales. La reunión tuvo
lugar en una sala situada cerca de la capilla. Los Inkotanyi eran cuatro, los
tres que habían llegado y el que había presidido la pretendida reunión del
domingo a la noche. Por nuestra parte, éramos cinco. Además del hermano
Balthazar y yo estaban los otros sacerdotes que habían venido de Byimana, a
saber, Joseph Ndagijimana, Vénuste Linguyeneza, Jean Nsengimana y Benoït
Karango.
Uno de los
Inkotanyi no me era desconocido. Lo vi por primera vez en la mañana del
domingo, 5 de junio, en Tambwe. Formaba parte de los militares que nos llevaron
a Gakurazo. De unos 30 años, era muy esbelto, 1m 80, negruzco con grandes ojos
rojizos. Es el que se dirigió a nosotros y nos dijo que el objetivo de la
reunión era intercambiar ideas sobre la ceremonia. En lo relativo al lugar del
enterramiento, dijo que a causa de la intensificación de los combates, todos
los cuerpos deberían ser enterrados en Gakurazo y no en Kabgayi.
Vénuste
Linguyeneza tomó inmediatamente la palabra y reaccionó haciendo notar que sería
anormal y por consiguiente incomprensible que las exequias se hicieran de ese
modo, cuando, según la regla de la Iglesia, todo obispo debía ser enterrado en
su catedral. Prosiguió precisando que incumbía a los Inkotanyi hacer todo lo
posible para que cada obispo fuera llevado y enterrado en su catedral
respectiva, con todos los honores debidos. Si era preciso, añadió, que se
negociara entre las partes en conflicto para que los convoyes de los funerales
pudieran acceder a las regiones no controladas por el FPR. Joseph Ndagijimana
tomó también la palabra y apoyó la idea de Vénuste diciendo que la
participación activa del FPR mostraría que se unía a la pena de la Iglesia. El
Inkotanyi rechazó la propuesta de Vénuste. Explicó que no había lugar a una
negociación con la parte adversa porque todo minuto perdido en la guerra tenía
enojosas consecuencias. Añadió que, aunque se produjeran las negociaciones, el
FPR no confiaría en su adversario.
Tomé la palabra
para insistir en la promesa que los Inkotanyi habían hecho a la mañana. Puse de relieve que
si la idea de llevar los cuerpos a Byumba y Kigali no era retenida, la inhumación
de los cuerpos en Kabgayi era pensable ya que la región estaba controlada enteramente
por el FPR. Propuse en consecuencia que los obispos fueran enterrados en la catedral
y que los otros lo fueran en el cementerio de la diócesis. Otro Inkotanyi reaccionó
preguntándome cómo en este periodo de inseguridad me imaginaba la posibilidad
de cavar unas tumbas. Explicó que los militares no pueden encargarse al mismo
tiempo de hacer la guerra y de garantizar la seguridad de las personas que
estarían presentes en el cementerio.
Prosiguió la discusión
y los Inkotanyi no cejaron en su posición de enterrar los cuerpos en Gakurazo.
Consideraron y presentaron este entierro como provisional, puesto que afirmaron
que los cuerpos serían exhumados y conducidos a sus lugares una vez que la
tranquilidad hubiera vuelto al país. En un momento dado, tomé la palabra e hice
otra propuesta con relación a la elección del lugar del enterramiento. Hice ver
que el problema de la inseguridad de las personas se planteaba para el exterior
y no para el interior de la catedral. Si era a causa de la inseguridad de las
gentes por lo que la inhumación no podía hacerse en el cementerio de la
diócesis, el problema no se planteaba para la exequias en la catedral. Aquí no
sería necesaria la presencia de militares para garantizar la seguridad de los
que cavaban las tumbas. Así que propuse que la inhumación de los obispos se
hiciera en la catedral y la de los otros cuerpos en Gakurazo. Mi propuesta fue
aceptada por los Inkotanyi.
Quedó por
tratar la cuestión del reparto de tareas y la de la hora de las exequias. Los
Inkotanyi consideraron que correspondía a Joseph Ndagijimana, párroco, ocuparse
de buscar las personas que para cavar las tumbas en la catedral de Kabgayi.
Argumentaron que en cuanto responsable era el mejor situado para conocer a los
habitantes de su parroquia. Joseph rechazó esta tarea haciendo valer que la
mayoría de los habitantes de su parroquia había huido y que otros estaban
escondidos en sus casas, que, en consecuencia, él no tenía el poder de imponer
nada a los viandantes. Los Inkotanyi terminaron por encontrar un compromiso.
Tras hablar con el párroco, decidieron que juntos, pero cada uno por su lado,
irían esta tarde misma a tratar de encontrar las personas para la tarea. Esas
personas se juntarían al día siguiente y serían llevadas en un vehículo a
Kabgayi para cavar las tumbas. En cuanto a los trabajos en Gakurazo, los
Inkotanyi precisaron que habían sido encargados los hermanos y los novicios.
Los Inkotanyi
fijaron la fecha y hora de la ceremonia para el día siguiente a las 14 horas.
17. Martes 7 de junio: ceremonia
de las exequias
El martes 7 de junio, los preparativos de los funerales prosiguieron. Los cuatro ataúdes previstos ya estaban preparados desde la víspera. La excavación de las tumbas, no obstante, siguió constituyendo una grave preocupación. Todavía no se había hecho nada en Kabgayi, mientras que en Gakurazo no quedaba más que terminar el trabajo iniciado la víspera. Joseph Ndagijimana, Jean Nsengimana y yo nos ocupamos de los trabajos en Kabgayi. Un coche nos llevó y cogió en el camino a campesinos que los Inkotanyi habían reunido. Los trabajos comienzaron hacia las 10 h. Se prepararon dos tumbas en la Basílica, cerca del altar, en el suelo enladrillado. La de Thaddée Nsengiyumva estaba colocada justo ante la puerta de la sacristía. Otra, más ancha, prevista para acoger a Vincent Nsengiyumva y Joseph Ruzindana, era cavada justo detrás del altar. Previmos que un día estos dos cuerpos irían a sus catedrales respectivas.
El interior de la Catedral de Kabgayi. El altar está justamente detrás de las tres personas de la foto. La puerta de la sacristía se encuentra a la izquierda del altar.' |
Cuando regresamos a Gakurazo, me
enteré de que la excavación de una fosa común había movilizado a Inkotanyi que
se habían unidos a los hermanos.
Todo estaba en orden a las 14
horas. La misa, presidida por Vénuste Linguyuneza, no comienzó más que a las 15
h. Nos encontramos en el patio de la comunidad de hermanos, cerca de la sala
donde estaban depositados los cuerpos. Algunos cuerpos, aquellos para los que
se habían previsto los ataúdes, había podido sacarse y los rodeamos. Todos los
habitantes de la casa estaban presentes en la ceremonia y se nos había unido el
presbiterio de Byimana. Se veían también algunos Inkotanyi. Entre estos
últimos, pude ver el que, la tarde del domingo, presidió la pretendida reunión.
Vi también al que, la víspera a la mañana, me contactó para conocer mi opinión
sobre el emplazamiento de las tumbas. El que presidió la ceremonia del lunes,
día 6 de junio a la tarde, sobre los preparativos de los funerales estaba, él
también, presente. Las identidades de estos Inkotanyi están descritas en
páginas anteriores.
En una homilía corta pero
penetrante y sin medias tintas, Vénuste Linguyeneza expresó la pena de la
Iglesia. Dijo que la tragedia que sacudía la Iglesia era sin precedentes en la
historia: tres obispos asesinados al mismo tiempo y enterrados, con
desconocimiento del Papa. Con relación al asesinato mismo, dijo que todo ello
nos mostraba hasta dónde podía llegar la ceguera e ingratitud del hombre.
Afirmó que muchas de esas víctimas, con peligro de sus vidas, habían prodigado
sus fuerzas en favor de los refugiados de Kabgayi. Certificó que él
personalmente era testigo de la implicación personal en esas tareas del obispo
Thaddée Nsengiyumva (de Kabagyi). Sus gestiones, sus negociaciones ante las
autoridades políticas para la protección de los refugiados. Afirmó que sólo Dios
sabría reconocer el mérito de cada uno y podría dar una verdadera recompensa.
Antes del final de la misa, el
hermano Frédéric Sezikeye, adjunto del difunto superior de los hermanos
Josephites pronunció una alocución de condolencia. Un Inkotanyi solicitó
hablar. Se asoció a la pena de todos, pero subrayó el hecho de que estabann a
la búsqueda de los autores del crimen y que éstos serían severamente
castigados.
La ceremonia de los funerales
prosiguió después de la misa. Para el enterramiento de los obispos en Kabgayi
se formó una delegación, compuesta por miembros de cada comunidad, y acompañó
el cortejo fúnebre. Todos los demás permanecieron en torno a Jean Nsengimana,
el cual llevaba adelante la ceremonia del entierro de las otras víctimas.
Yo formé parte de los que salían
para Kabgayi. Dos vehículos, uno con los cuerpos de las víctimas y el otro con
los participantes, se pusieron en marcha. En la catedral a la que llegamos en
el atardecer, en torno a las 18 h, era necesarias las velas para terminar la
ceremonia. Aquí también los Inkotanyi se mostraron activos. En efecto, fueron
ellos los que además de transportar los ataúdes desde el vehículo hasta su destino, agarraron azadas y palas
para rellenar las tumbas tras la ceremonia. Pudieron verse periodistas con aspecto
europeo. ¿De dónde venían? ¿Quiénes eran?
Abandonamos el lugar hacia las 19
horas. Cuando llegamos a Gakurazo, la ceremonia ya había terminado. Me enteré
que la tarea había sido especialmente dura para los Inkotanyi. Habían tenido
que transportar no solamente desde el interior al exterior los 12 cuerpos en
proceso de putrefacción, sino también volver a llenar con escasos medios
disponibles la enorme fosa común. Según una religiosa testigo, los Inkotanyi
parecían agotados.
18. Los servicios de inteligencia
del FPR se activan
El mismo día después del entierro, miércoles 8 de junio, me percaté de que había habido cambios en el grupo de Inkotanyi presente en Gakurazo. Eran nuevos los rostros con los que me cruzé. No tendría ya más ocasiones de cruzarme con los soldados vistos en Tambwe y Gakurazo.
Me acostumbré
progresivamente a aceptar esos cuatro muros, que me parecían una cárcel, de la
comunidad de hermanos. Aunque tenía la suerte de tener una habitación
individual, no me atrevería a pasar en ella una sola noche, tal era el pavor
que seguía sintiendo de estar solo. Tampoco podía pisar el refectorio. El olor
a sangre no abandonaba la casa y hacía que mis recuerdos fueran insoportables
cada vez que pasaba cerca del lugar. Las comidas seguían tomándose en este
refectorio, pero yo me refugiaba en algún sitio al lado, en la cocina, donde
dos religiosas se prestaban a hacerme compañía.
Durante la
semana me interrogaron dos veces. En primer lugar vino un hombre de unos
cincuenta años, vestido de civil, que se expresaba en un kinyarwanda con acento
ugandés. Nos instalamos en una sala de visitas situada al lado de la capilla.
El hombre, rodeado de sus guardias, se presentó diciéndome que trabajaba en la
oficina de información del FPR. Me dijo que le habían dicho que yo era un
superviviente de la masacre y que le gustaría que le contara lo sucedido. A pesar
de mi desconfianza, comencé a resumirle lo que nos había pasado desde Kabagyi
hasta Gakurazo; cómo habíamos sido llevados
a Tambwe antes de ser conducidos a Gakurazo donde, al atardecer, los
asesinos habían disparado contra nosotros. Mientras hablaba, él tomaba notas.
En cuanto terminé, me preguntó si era capaz de identificar a los asesinos, a lo
que respondí negativamente. Después, leyó ante mí el acta y me pidió que
firmara, lo que, evidentemente, hice.
Vino luego otra
persona, un hombre joven, que dijo “ocuparse del sector de información del
FPR”. Me dijo que desea informarse sobre lo sucedido. Le relato lo que ya he
dicho al primero. Me pregunta, él también, si podía identificar a los autores
del crimen y, como al primero, respondí negativamente. Contrariamente al anterior, no me pidió que
firmara lo que había dicho.
19. Las lenguas de las tres
muchachas se sueltan.
Entre tanto, las tres jóvenes de nuestro grupo me contaron cómo ellas se habían salvado del asesinato. Me revelaron que en realidad habían sido invitadas a no asistir a la reunión. Cuando fuimos convocados a la reunión, ellas respondieron a la misma como nosotros. Al llegar a la puerta de entrada, se habían topado, sin embargo, con un Inkotanyi que les había sugerido que no entraran, ya que la reunión no les concernía demasiado. Las chicas rehusaron obedecer y a pesar de todo entraron. Cuando se produjo el ataque, los asesinos tomaron posición justamente al lado de ellas y en un momento dado, durante el tiroteo, uno de ellos las miró enfadado y las empujó diciendo secamente: “¡Salid!, ¿qué hacéis aquí chicas idiotas? (ariko ibi bikobwa birakora iki aha?). Las muchachas fueron empujadas hacia atrás, bajo las mesas, donde se escondieron. Las dos mayores asistieron desde allá al horror. La más joven optó por huir y así es como yo la vi llegar al patio del establo a donde yo mismo acababa de llegar.
20. Proyectos de evasión
Para la mayoría de entre nosotros la vida era cada vez más pesarosa y sobre todo asfixiante para mí, que no veía lo que me deparaba el futuro. Me quería largar a algún lugar todavía no controlado por el FPR. Pasé las noches imaginando planes de evasión cuya ejecución, al alba, dejaba para más tarde, al constatar que los riegos eran enormes.
La vida seguía
en aquella casa de Gakurazo. Lo esencial del día quedaba ocupado por las tareas
de aprovisionamiento de alimentos. Unos se ocupaban de la cocina, otros ian a
buscar agua a 2 km. La búsqueda de víveres nos condujo a menudo, a mí y al
hermano Balthazar y a algunas religiosas a Kabgayi, a los stocks de la
diócesis, de los hermanos o de las hermanas.
Kabgayi se había
convertido en un lugar donde reinaba un silencio de muerte. A veces se veía
pasar a un grupo de desconocidos que iban o venían de saquear las casas. El
olor era nauseabundo. Había cadáveres en descomposición incluso ante el portalón
del obispado. Se encuentraban sobre todo en el hospital y al borde de las
carreteras.
Teníamos muchas
ganas de abandonar este lugar de Kabgayi, pero, por todas partes por donde
pasábamos, el país ofrecía el espectáculo del desastre. Las colinas estaban
desiertas y había signos que mostraban que el terror reinaba. Cada vez que
pasábamos por el centro comercial de Byimana, muy cerca del centro de salud,
nos encontrábamos con personas de etnia hutu, niños, jóvenes, adolescentes y
hombres adultos que los Inkotanyi habían agrupado de las colinas de Mukingi. Todos
esperaban, angustiados, un destino desconocido.
21. Visita inesperada del P.
Vjecko, el miércoles 22 de junio
El miércoles, 22 de junio, dos semanas después del asesinato, llegó desde Bujumbura, donde estaba bloqueado, el P. Vjecko enviado por las autoridades eclesiásticas para preparar la visita del cardenal francés Etchegaray. Nos informó de que el cardenal celebraría una misa en la catedral de Kabgayi y que podríamos ir a recibirlo.
Antes de
marcharse, el P. Vjecko me pidió un encuentro. Era una ocasión para revelarle
lo que había pasado. Los Inkotanyi tenían interés en estar también ellos
presentes en la entrevista. El padre rechazó evidentemente la pretensión a la
vez que exigió explicaciones; la tensión aumentó. Los Inkotanyi cedieron y pudimos
conversar en una sala de visitas. Era la primera persona a la que entregué mi
testimonio libremente. Aprovechamos para hablar de mi evasión. Él se iba a
encargar de obtener para mí un pasaporte en la embajada de Ruanda en Burundi. Me
sacó una foto para el pasaporte.
22. Orden de abandonar
Gakurazo ; jueves 23 de junio
Es jueves 23 de junio, día después de la visita del Padre Vejcko. A la tarde comenzó a circular un rumor según el cual debíamos prepararnos para abandonar el lugar. Al día siguiente, viernes 24 de junio, después de la misa, fuimos todos convocados por los Inkotayi a una reunión que tuvo lugar en el refectorio.
Un hombre, de
tez más clara y de gran estatura, que hablaba en tono severo, se dirigió a
nosotros. Nos anunció que se había decidido que todos abandonáramos Gakurazo y
tomáramos dirección hacia el sur del país, a Rwabusoro (en el Bugesera).
Precisó que esta medida estaba motivada por el ataque que el ejército francés
preparaba llevar a cabo en Ruanda. Añadió que el FPR estaba preparado para
mostrar a los franceses de qué madera estaba hecho. Se permitió ironizar que
los que, entre nosotros, estuvieran del lado de los franceses podrían quedarse
en Gakurazo si los deseaban. Terminó diciendo que solo teníamos unos minutos
para hacer las maletas. Nadie se atrevió a reaccionar, aunque el anuncio
sorprendió a los que, como yo, esperaban con impaciencia la visita del cardenal
Etchegaray.
En cuanto el
Inkotanyi terminó de hablar, nos apresuramos a hacer nuestros equipajes. El
ambiente, no obstante, no era especialmente alegre. En torno a las 10h dejamos
Gakurazo. Fuimos a pié en dirección a Bugesera. La mamá de Richard Sheja, el
niño asesinado, tuvo el honor de ser llevada en coche. En ese momento es cuando
nosotros perdimos rastro de un cierto número de jóvenes hermanos de la
comunidad de los josefitas, de los que, más tarde, nos enteraremos que fueron
enrolados en el ejército del FPR.
En camino, nos
cruzamos con una masa de personas a las que se había rogado que abandonaran sus
casas y se marcharan. Cuando llegamos a “Mugina w’i imvuzo”, el centro
comercial que se encuentra entre Gakurazo y Ruhango, yo me separé del grupo que
toma la dirección de Mayaga por Kizibere. Tentado por la proximidad de mi
colina natal que veía, a vuela pájaro, a 5 km, decidí ir a ver a los miembros
de mi familia, cuya suerte ignoraba. No fui el único ya que una religiosa de
las Hospitalarias de Santa Marta de Kabgayi, Hna. Liberata Muragijemariya, se
empeñó en hacerme compañía. Cuando llegamos a la casa, tuve la agradable
sorpresa de constatar que mis padres habían optado por permanecer en su casa,
aunque la mayoría de los vecinos habían huido. Nuestro encuentro fue fuente de
una inmensa alegría, sobre todo pensando que podía ser un adiós.
Hacia las 15h,
después de aquella calurosa acogida, retomamos el camino hacia Rwabusoro
dirección Ruhango, a 7 km. Bajo un ardiente sol de verano, salimos. Allá por
donde pasábamos, el silencio era de muerte. El país ofrecía un panorama sin vida.
Abordamos esas colinas que íbamos bajando sin prisa.
Me detuve de
tiempo en tiempo para contemplar esos campos de sorgo maduros que se extendían
en los valles y en los flancos de las colinas; campos que visitaban los pájaros
en gran número, ya que faltaban los cosechadores. Otro espectáculo jamás visto
hasta entonces era el de una horda de perros que corrían y ladraban en una de
las colinas cercanas de Ruhango.
Llegamos a la
parroquia de Ruhango hacia las 17h; siguía habiendo gente en el centro escolar,
en el presbiterio, en el entorno de las hermanas. Algunas personas, es el caso
de las religiosas, habían llegado de Kabgayi. Otras, entre ellas mi hermano
pequeño que había escapado por los pelos de los inkotanyi, eran parroquianos
que al no poder quedarse en sus casas y no queriendo huir, habían encontrado
refugio en la misión. Esperanam y encontraban cierta seguridad. Había también
Inkotanyi que merodeaban por todas partes. Fui a ver al Padre Stany Urbaniak,
párroco. Era de origen polaco y pertenecía a la congregación de los palotinos.
Formaba parte de los pocos extranjeros que no habían querido largarse y habían
optado por permanecer al lado de la población. Su presencia había permitido a
muchos refugiados escapar de las masacres. Hablé con este sacerdote, que por
otra parte me persuadió de que me quedara con él unos días, el tiempo para
esperar la visita del cardenal. Acepté la propuesta. Me vino bien para mi
proyecto de salir del país. Pedí a las religiosas palotinas, cuya comunidad no
estaba lejos de la parroquia, que me alojaran. La Hna. Marietta, responsable de
la casa, me recibió calurosamente.
Tengo que decir
que esos días, la hermana y yo teníamos en común un secreto relativo a una
joven, Pélagie Mukazitoni, que habíamos podido salvar in extremis.
Profesora en la escuela secundaria
fundada por el sacerdote Alfred Kayibanda, una de las víctimas del asesinato de
Gakurazo, esta joven formaba parte de los refugiados que habíamos alojado en la
parroquia. Estaba especialmente en peligro de muerte porque estaba en la lista
de los presuntos cómplices del FPR; algo que ella, por otra parte, no negaba.
Si escapó a la muerte fue porque el día en que su escondite fue descubierto, un
militar de alto grado de las FAR, el coronel Muremyangango, de paso por nuestro
presbiterio de Kabayi, aceptó a petición mía llevarla clandestinamente en su
vehículo. La dejó en la hermanas palotinas de Ruhango, donde la responsable, la
hna. Marietta, con la que yo acababa de conectar, preparó para ella un
escondite seguro durante semanas. Tendré ocasión de cruzarme en varias
ocasiones con la superviviente acompañada de militares a lo largo de mis
peregrinaciones.
23. De Ruhango hacia Rwabusoro (Bugesera), sábado 25 de junio
Al día siguiente de mi llegada el viernes 24 de junio,
nos enteramos de que los Inkotanyi habían ordenado que nos marcháramos del lugar
con destino al Bugesera. Era la hna. Marietta quien me informó. Así pues, al
día siguiente, 25 de junio, dejamos Ruhango. La Hna. Liberata Muragijemaryia,
que me había acompañado desde Gakurazo, y yo tuvimos la suerte de marcharnos en
coche. Este vehículo transportaba urgentemente a un enfermo gravemente de
malaria. Se trataba de Alexandre Ngeze de la diócesis de Kigali. Este
sacerdote, alojado antes en el Liceo de Bukomero (byimana) a donde llegó
proveniente de Kigali, había sido admitido en urgencias en el Centro de salud
de Ruhango, como consecuencia de una crisis de malaria. En estos tiempos de
guerra, el Centro de Ruhango sirvió de hospital de heridos de guerra de los
Inkotanyi.
Tomamos la carretera que iba, por Kinazi, hacia
Rwabusoro. Cruzamos columnas de gentes que como nosotros habían recibido la
orden de abandonar sus casas y de dirigirse al sur del país, a Rwabusoro. La
mayoría llevaban pesados fardos sobre la cabeza, mientras otros avanzaban con
su ganado.
El coche nos dejó a mí y a la religiosa en Rwabusoro antes
de proseguir su camino hacia el Centro de Salud de Rilima. Me enteraré luego
que el sacerdote falleció nada más llegar.
Rwabusoro, una pequeña aldea situada cerca del río
Akanyaru, en el sureste del país, se había convertido en un gran campo de refugiados.
Cuando llegamos, ya había miles de personas. Otras, afluían, provenientes en su
mayoría de la región central, de la prefectura de Gitarama. Nosotros fuimos los
primeros, del grupo de Gakurazo, en llegar; el resto había optado por
instalarse en la parroquia de Kinazi, unos kilómetros antes de llegar a
Rwabusoro. Nos juntamos con el grupo de Byimana que ya estaba all´. Se trataba
de los sacerdotes Joseph Ndagijimana, Benoît Karango, Jean Nsengimana y Venuste
Linguyeneza. Las condiciones de vida eran muy duras en un lugar donde una
muchedumbre numerosa vivía en la promiscuidad, sin agua potable, en medio de
una suciedad nauseabunda.
24. Los Inkotanyi vienen a buscarme, en la noche
del lunes 27 de junio
Sucedió durante la noche del lunes 27 de junio, al día siguiente de nuestra llegada a Rwabusoro. Nuestro grupo trataba de improvisar unas camas en medio de la muchedumbre de refugiados, cuando llegaron unos Inkotanyi que pidieron conocer al cura Emmanuel. Me presenté, no sin temor. Uno de ellos me dijo que había sabido que yo era vicario de la catedral de Kabgayi y que debía saber dónde se encontraban las llaves de la Iglesia. Me dijo que mi presencia era necesaria para abrirla y prepararla para una misa que al día siguiente celebraría el Cardenal. Los Inkotanyi me llevaron en su coche. Teníamos que pasar sin embargo por la parroquia de Kinazi donde yo debía recuperar las llaves en cuestión. La maleta en la que se encuentraban estaba, en efecto, en manos de una persona de nuestro grupo instalada en Kinazi.
Sucedió durante la noche del lunes 27 de junio, al día siguiente de nuestra llegada a Rwabusoro. Nuestro grupo trataba de improvisar unas camas en medio de la muchedumbre de refugiados, cuando llegaron unos Inkotanyi que pidieron conocer al cura Emmanuel. Me presenté, no sin temor. Uno de ellos me dijo que había sabido que yo era vicario de la catedral de Kabgayi y que debía saber dónde se encontraban las llaves de la Iglesia. Me dijo que mi presencia era necesaria para abrirla y prepararla para una misa que al día siguiente celebraría el Cardenal. Los Inkotanyi me llevaron en su coche. Teníamos que pasar sin embargo por la parroquia de Kinazi donde yo debía recuperar las llaves en cuestión. La maleta en la que se encuentraban estaba, en efecto, en manos de una persona de nuestro grupo instalada en Kinazi.
El Inkotanyi que me llevó formaba parte del grupo de jefes, ya que llevaba
guardaespaldas. Se mostró muy cortés conmigo y me hablaba con simpatía. Le
complacía contarme concretamente que formaba parte del primer contingente que había
atacado Ruanda desde Uganda.
Nuestro paso por Kinazi me permitió volver a ver a los compañeros de
Gakurazo, agotados por la caminata a pié. Una parte de ellos ocupaba los
locales del presbiterio, ya que los dos sacerdotes habían sido matados (25). El
otro se alojaba en la hermanas “Bizeramariya”, una congregación autóctona, cuyo
nombre significa “las que tienen confianza en María”
Retomamos el camino y llegamos hacia la medianoche a Ruhango, donde pasamos
la noche a la esperar de ir a Kabgayi, al día siguiente. Para el alojamiento,
el Inkotanyi cuidó de que no me quedara solo. Compartimos la misma habitación
de una casa que se encontraba en la ruta que baja hacia la sub-prefectura.
25. La visita
del cardenal Etchegaray a Kabgayi,
el martes 28 de junio
Al día siguiente, martes 28 de junio llegamos a Kabgayi hacia las 10h. Me
sorprendí al ver que las puertas de la Iglesia habían sido forzadas y habían
sido abiertas. Tampoco se podía reconocer la sacristía que, como otras
estancias, había sido saqueada.
Hacia las 11h llegó el cardenal. Le acompañaba Mons. Pierre Nguyen Van Tot,
secretario del nuncio apostólico en Ruanda. Estaban también presentes Mons.
Frédéric Rubwejanga, obispo de Kibungo y el P. Vjecko. Formaban parte de la
delegación otros religiosos y religiosas, entre ellas las hermanas Benebikira
(26), una congregación autóctona de Rwmagana. Poco después comenzó la misa
presidida por el cardenal en la basílica. No asistía mucha gente. Entre los
participantes había militares Inkotanyi, uno de los cuales, visiblemente, era el
comandante en jefe de toda la región militar de Gitarama. Muy esbelto y de unos
34 años de edad, tenía varios escoltas que no le dejaban solo. Era el que había
recibido al cardenal cuando este llegó. Además de los militares había también
algunos civiles, altos responsables del FPR. Entre estos últimos solo pude
reconocer a Ruteramara Tito, fundador del FPR, por haberle visto en las
fotografías de los periódicos cuando el FPR en 1990 atacó el país. Muy alto, en
torno a 1,80m, de tez negro-pálido y de unos sesenta años de edad.
El cardenal, en su homilía, habló principalmente de la paz y reconciliación
nacional que desea con todas sus fuerzas e hizo un llamamiento a los ruandeses
para que sean los primeros actores de ello. Rechazó apuntar, sin embargo, a nadie.
Después de la misa tuvo lugar un encuentro en la gran sala renovada de
reuniones del obispado. Al dirigirse a personalidades civiles y militares del
FPR, el cardenal anunció el mensaje de paz del Papa.
Antes de marcharse, el cardenal visitó el obispado. Todos los edificios
estaban saqueados y en estado deplorable. El secretario de nuncio se preocupó
de proteger algunos documentos importantes encontrados en los despachos del
obispado y del economato llevándoselos. El cardenal pidió a las autoridades del
FPR presentes que garantizaran la protección del patrimonio de la casa, de los
archivos, de los dossiers confidenciales. Se le prometió que así sería, que se
velaría por ello.
Después de Kabgayi,
todos nos dirigimos a Gakurazo. El cardenal visitó el lugar de la masacre. Yo
salí en el mismo vehículo que el cardenal y durante el trayecto ofrecí mi
testimonio sobre el drama vivido. Una vez en Gakurazo, toda la delegación fue
al refectorio, lugar de la masacre. Los impactos de las balas eran todavía
visibles en las paredes y Mons. Pierre Van Tot pudo tomar unas fotos. Nos
dirigimos para rezar a la fosa común donde estaban enterradas las otras
víctimas. Los dignatarios, hablo de los responsables del FPR y concretamente de
Tito Rutaremara y del comandante en jefe de la región militar de Gitarama de
los que he hablado antes, prometieron al cardenal que en breve el lugar sería
adecentado.
Gakurazo fue la última etapa de la visita del cardenal. Fuimos a Ruhango,
donde los Inkotanyi habían previsto alojar al cardenal y su delegación. Se
ofreció primero una sobria cena, en la casa de un particular; casa que se
encontraba más abajo un poco antes de la central eléctrica de Kigoma. Hacia las
23h, cada uno pudo ir a acostarse.
Al día siguiente, el cardenal terminó su visita a Ruanda y partió a
Burundi. Desdichadamente yo no pude marcharme con él como lo habría deseado, ya
que el P. Vjecko no había podido traerme mi pasaporte. Me prometió, en
cualquier caso, que en próximos días el problema de este documento indispensable
para mi evasión quedaría resuelto. Así pues, regresé a Rwbusoro a juntarme con
mis compañeros.
26. De
Rwabusoro a Rwamagana
(Kibungo)
Las condiciones de vida en Rwabusoro eran más que miserables. No
esperábamos permanecer mucho tiempo en aquella promiscuidad en la que los
riesgos de contraer enfermedades eran inevitables. El obispo Frédéric
Rubwejanga que, acompañando al cardenal, pasó por Rwabusoro, no permaneció
insensible a la situación en que vivían sus hermanos los sacerdotes. Prometió
que en cuanto llegara a Kibungo enviaría coches para evacuarnos.
Dos días después, a la tarde, vimos llegar dos vehículos que nos llevaron a
Rwamagana, a donde llegamos, tarde, en plena noche. Para el alojamiento, el
grupo se repartió entre el presbiterio, la comunidad de “Benebikira” y la de
las Bernardinas. Tres sacerdotes, algunas hermanas franciscanas y mi hermano
pequeño fuimos acogidos por las Bernardinas. Los sacerdotes éramos Venuste
Linguyeneza, Bénoît Karango y yo. No obstante, no éramos los únicos a ser alojados
allí, ya que otros sacerdotes de Kibungo ya estaban. Eran los sacerdotes Kizito
Bahujimihigo (futuro obispo de Ruhengeri), Philippe Rukamba (futuro obispo de
Butare), Pierre Claver Nkusi y el anciano Aimable Kazubwenge.
Rwamagana presentaba una apariencia de calma. La región estaba, desde hacía
varias semanas, bajo control de los Inkotanyi. El comercio había revivido en el
centro comercial de Rwamagana. Las gentes circulaban libremente y había un
permanente trasiego de personas provenientes de Uganda, Burundi y Tanzania y de
otras zonas conquistadas por el FPR. Entre ellas, los profesores del Seminario
Mayor de Nyakibanda, concretamente Smaragde Mbonyintege. Llegaron, escoltados
por militares, otros sacerdotes convertidos en cuadros del FPR, como Luc Bucyana
de la diócesis de Kibungo y Butera Eustache de Kigali. Trabajando, al parecer,
en favor de su familia política, vivirían en adelante en los campos militares y
ya no obedecían a las órdenes de sus superiores jerárquicos eclesiásticos.
27. La triste
noticia del asesinato del Hno. Balthazar Ntibagendeza y de otros miembros de su
comunidad
Durante nuestra estancia en Rwamagana, tuvimos regularmente la visita de
sacerdotes y religiosas que estaban de paso. Tuve la alegría de volver a ver a
alguno de nuestros compañeros de Gakurazo que habían permanecido en Kinazi y
entre ellos a la Hna. Marie Louise, de
origen suizo (27). Fue ella la que me trajo la trsite noticia de la eliminación
selectiva de los miembros de la comunidad de los Josefitas. Me contó, dado que
ella estaba presente en el momento de los hechos, cómo en días posteriores a su
llegada a Kinazi, el FPR había aprovechado la evacuación de Gakurazo para hacer
la selección y asesinar a algunos miembros de la comunidad de Josefitas. Así es
como me enteré del asesinato de los hermanos Balthazar Ntibagendeza y de Vivens y de los
trabajadores bahutu de la comunidad. Según la testigo, los hermanos Balthazar y
Vivens fueron asesinados por los Inkotanyi el 23 de julio de 1994 en Kinazi.
Los obreros sufrieron la misma suerte dos días después, el 25 de julio. La hna.
Didacienne (28) y Felicula Nambagendeza de las hospitalarias de santa Marta de
Kabagayi podría, ellas también, dar fe de ello, ya que estaban presentes en
Kinazi en esa época. El hno. Balthazar Ntibagendeza, refugiado hutu de origen
burundés y maestro de novicios, era quien se había ocupado de nosotros en
cuanto llegamos a su comunidad de Gakurazo, el domingo 5 de junio, y el que,
sin saberlo, preparó mi supervivencia cuando vino a buscarme a la sala de la
pretendida reunión para darme la habitación. El hermano Vivens era originario
de Gitisi-Ruhango, prefectura de Gitarama.
Nuestra estancia en Rwamagana era provisional. Pero, ¿por cuánto tiempo? Me
alegré infinito cuando, días después, el P. Vjecko me trajo mi pasaporte de la
embajada de Ruanda en Bujumbura. Ya no me quedaba más que dar con una ocasión
favorable para salir del país.
El P. Vjecko fue asesinado por los Inkotanyi el 31 de enero de 1998 en
Kigali. Este franciscano de origen croata había pasado 17 años en Ruanda, en la
parroquia de Kivumu, donde se había integrado muy bien gracias concretamente a
su perfecto conocimiento del Kinyarwanda.
Padre Vjecko. |
En el momento de su muerte el P.
Vjecko era ecónomo general de la diócesis de Kabgayi.
28. Evasión por Burundi, el 30 de
julio
Mi proyecto de evasión se realizó
gracias a la ayuda del sacerdote Philippe Rukamba. Hacía varios días que
esperaba la oportunidad de pasar sus vacaciones en el extranjero y de visitar a
miembros de su familia.
Pensaba coger el avión en Bujumbura (Burundi). Entre tanto, esperaba la llegada de un amigo que le había prometido que vendría a cogerle en coche. Conocía mi proyecto y me había prometido que me ayudaría.
Pensaba coger el avión en Bujumbura (Burundi). Entre tanto, esperaba la llegada de un amigo que le había prometido que vendría a cogerle en coche. Conocía mi proyecto y me había prometido que me ayudaría.
La ocasión se presentó el 30 de
julio y salimos hacia Burundi al amanecer. El amigo de Philippe Rukamba que nos
llevaba en su coche, según su propia presentación, era miembro del FPR, nacido
en Burundi y se dedicaba al comercio. Me trató cortésmente, aunque no le
importaba abordar temas delicados. Así es como me enteré, entre otras cosas,
que desde hacía tiempo había hecho trabajos de espionaje en Ruanda, en el marco
de la infiltración y de la guerra del FPR.
Pasamos por la capital, Kigali,
ciudad fantasma donde comenzaba a instalarse una nueva población de antiguos
refugiados de Burundi y Uganda. La ciudad de Butare, a donde llegamos a la
tarde, estaba también vacía. Ya era tarde cuando llegamos a Kanyaru, frontera
ruando-burundesa. En la aduana, en el lado ruandés, había una gran afluencia de
refugiados ruandeses que realizaban las últimas formalidades administrativas
para regresar al país. A pesar de mi miedo, fui al servicio de emigración donde
me presenté como sacerdote que iba de vacaciones. No tuve problemas para
obtener la autorización de abandonar el territorio. Pasamos al otro lado, a la
aduana burundesa. Aunque yo no tenía visado de entrada, el Inkotanyi que nos
llevaba, visiblemente muy familiar con los agentes de aduana, negoció con éxito
nutra entrada al territorio burundés.
Ya era muy tarde para proseguir
el viaje. En las proximidades había una casa de las religiosas “Benetereziya”
(29), una congregación autóctona burundesa, a donde nos condujo el Inkotanyi
para pasar la noche. Al día siguiente, domingo, retomamos el camino para llegar
a Bujumbura hacia las 10h. El Inkotanyi aceptó llevarme y dejarme en la
nunciatura. Fui recibido por el Padre Hozer, de la comunidad de los Palotinos,
que en ese momento cubría el interim del nuncio de Kigali. El P. Hozer ya
estaba al corriente de lo que yo había vivido.
29. Estancia en el Seminario
Mayor de Bujumbura
Conducido por el P. Hozer, ese
mismo día encontré alojamiento en el Seminario Mayor de Bujumbura. El Seminario
se había convertido en una casa de acogida para numerosos eclesiásticos de
Ruanda, la mayoría de ellos de paso hacia otros países. Burundi se había
convertido en un lugar de paso obligado para numerosos ruandeses que debían
realizar gestiones administrativas en la embajada de Ruanda en Bujumbura. La
mayoría de los eclesiásticos ruandeses alojados en el seminario provenían de la
diócesis de Nyundo y estaban de paso hacia Europa. Se trataba, en concreto de
los curas Jean-Baptiste Hategeka,
Jean-Baptiste Tuyishime, Jean-Damascène Bimenyimana, futuro obispo de Cyangugu.
Pero, también había otros sacerdotes de Kabgayi, Félix Ntaganira y Kibanuka originario de
Unganda. Cuando nos entrecruzábamos y hablábamos, eran irreconocibles. En su
euforia por la victoria del FPR, me hablaban sarcásticamente. Yo me sentía
especialmente escandalizado por su desprecio por el asesinato de su obispo,
Thaddée Nsengiyumva. Sin embargo, si todavía viven, es gracias a este obispo
que les ayudó a abandonar precipitadamente y a escondidas el país. Era el día
siguiente del atentado contra el avión del presidente Habyarimana Juvénal, el 6
de abril.
Todo el mundo se marchó la semana
siguiente a mi llegada. Quedaba conmigo el sacerdote Aphrodis Kaberuka de
Cyangugu. Más tarse se nos juntarían otras personas, a saber, el sacerdote
Emmanuel Rukundo de Kabgayi,
el seminarista Jean Louis Ngabonzima de Kigali y mi hermano pequeño, al que yo
pude sacar de Ruanda gracias a la ayuda del sacerdote André Sibomana y de la
Hna. Marie Paule de las congregación de las Auxiliadoras.
Nuestra estancia en el seminario
se desarrollaba bien. La nunciatura pagaba nuestra estancia y el peculio para
los curas. Nos integramos rápidamente en el equipo de sacerdotes que vivía en
el seminario, con el que compartíamos las comidas y las actividades. Podíamos
echar una mano para las misas que se celebraban en diferentes iglesias de la
capital y en el seminario. Mi actividad principal estaba, no obstante, ligada a
Caritas Raunda, instalada momentáneamente en Bujumbura. Me ocupaba de la caja
creada por la nunciatura para la Iglesia ruandesa en desamparo. Ayudas
puntuales, individuales y colectivas, eran acordadas a los miembros del clero y
a las comunidades religiosas que lo solicitaban.
Fue en Bujumbura donde, además de
estas diversas actividades, comencé a poner por escrito este testimonio.
30. Inseguridad
en Burundi y emboscada de los “sans échec”, milicia batutsi.
Sin embargo, la vida en Burundi era difícil. A
pesar del poco tiempo que yo estaba allí, me di cuenta de la gravedad de la
situación. El demonio étnico arrasaba de la misma manera en los dos países
vecinos y hacía la vida política cada vez más inquietante, ya que los
asesinatos se multiplicaban cotidianamente. Yo mismo, una vez más, me escapé
por los pelos cuando los llamados “sans échec” (sin fracaso), una milicia de
jóvenes tutsi nacida después de la victoria electoral del presidente Melchior
Ndadaye, fallaron en su golpe.
Era la tarde de un domingo y yo estaba solo
caminando por la avenida de la Catedral Regina Mundi. Vi a un chico de unos 12
años que se paró ante mí y me pidió dinero. Intercambiamos unas palabras y le
di, por fin, un poco de dinero. Se fue. No sabía que estaba ligado a un grupo
de jóvenes mayores que él que, un poco más lejos, habló con él. Me di cuenta de
que hablaban de mí, ya que todos me miraban; tuve el reflejo de ir al otro lado
de la carretera. Pero, he aquí que ellos a su vez apresuraron su paso para
atacarme, gritando: "ni Igiterahamwe sha !", “el cretino de Interahamwe está
ahí”, lo que significa “¡a por él! Es un hutu de Ruanda”. Comprendí enseguida
que cuando hablé con el chico, mi acento ruandés había traicionado mis orígenes
y que estaba en peligro. Trate de ir deprisa, pero ellos comenzaron a correr
para interceptarme, lanzando gritos como si se trata de un bandido. Me salvé
corriendo pasando entre los cristianos que iban a misa. Ninguno de éstos
últimos se atrevió a venir en mi socorro. Recorrimos más de un kilómetro sin
que mis adversarios pudieran atraparme. Detrás de la catedral, tomé la pequeña
ruta que, pasando por un bosquecillo,
llega al seminario. La presencia de un grupo de seminaristas disuadió a
mis perseguidores de correr. Desde ese día yo ya no me atrevía a salir solo a
la ciudad de Bujumbura.
Aunque al principio yo había pensado residir
temporalmente en Burundi, mientras la situación en Ruanda se aclarara, la
inseguridad me hizo reconsiderar mi visión y ya no deseé permanecer mucho
tiempo.
En cuanto llegué a Bujumbura, el P. Hozer inició
gestiones para mi salida a Roma o a Yaoundé. Estas gestiones, sin embargo, iban
a tardear al menos un año y todo indicaba que yo debería prolongar mi estancia
en Burundi, Por suerte se abrió una puerta de salvación en Francia. El Padre
Jean-Marie Fromentin era un amigo de infancia que había vivido mucho tiempo en
mi parroquia natal. Se había enterado de todo lo que me había sucedido y he
aquí que me escribió para comunicarme que con su obispo, Mons. René Picandet,
habían emprendido gestiones administrativas para que yo fuera acogido en la
diócesis de Orléans.
31. Evacuación
y llegada a Francia, el 8 de diciembre
Las gestiones no tardaron en culminar, ya que cuatro meses más tarde, el 30
de noviembre de 1994, tuve la alegría de enterarme que me había llegado el
visado.
Tomé el avión la tardel del 7/12/1994 en el aeropuerto de Bujumbura y
llegué al aeropuerto de Roissy, Paris, la mañana del 8 de diciembre de 1994. El
P. François Maupu, vicario general del Obispo de Orléans, había llegado para
recibirme y conducirme a la parroquia de Sully-sur-Loire, donde yo era esperado
por el P. Jean-Marie Fromentin. Permanecí en su casa durante un mes, ¡el tiempo
para acostumbrarme al invierno! Antes de ser nombrado e ir a instalarme a la
parroquia Saint Paterne (Orléans)
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Para el lector no conocedor de Ruanda, se presentan unas referencias
geográficas e históricas que permitirán situarse frente a los hechos relatados
anteriormente.
Pequeño país de
26.338 km2 (cerca de 4 veces Loiret), Ruanda es un Estado de África oriental
situado entre el inmenso Zaire (RDC), Uganda, Tanzania y Burundi. De releive
especialmente montañoso (altitud media, 1500m) Ruanda es considerado como “La
Suiza de África”.
El clima, refrescado
por la altura, es de tendencia tropical, pero poco lluvioso. Con una población
total de 7,5 millones de habitantes (según el censo de 1981), Ruanda es el país
más densamente poblado de África (285 hab./km2). Viven en el país tres etnias
que comparten una misma cultura y una misma lengua, el Kinyarwanda: los Bahutu
(84%), los Batutsi (15%) y los Batwa (1%) cohabitan y no necesitan tener
documentos de identidad para conocerse. Los Batwa, por ejemplo, tienen un modo
de hablar especial que los caracteriza.
Ruanda, pobre en recursos naturales, vive esencialmente de la agricultura. La
tierra es generosa y el sorgo, maíz, plátanos, alubias, boniatos, patatas
componen lo esencial de los cultivos. El ganado vacuno (antaño patrimonio de
los batutsi), el ganado ovino, caprino y porcino producen carne y permiten
abonar el entorno de la propiedad familiar. El café representa entre el 60% y
el 80% de los ingresoso por exportación.
En este país donde los conflictos siempre han sido violentos entre los
Bahutu y los Batutsi, el control del poder , acompañado de la banalización de
la vida y del éxodo de poblaciones fuera
de las fronteras del peís, el desarrollo duradero y colectivo es hasta hoy muy
difícil, por no decir imposible.
Un
poco de historia
La historia de Ruanda parece comenzar con la colonización de principios del
siglo 20. La época anterior es mal conocida y a menudo limitada a las dinastías
tutsi
1.
El poblamiento
Las investigaciones de algunos historiadores, como las de Alexis Kagame (30) nos permiten percatarnos de que el poblamiento de Ruanda es el resultado de una sucesión de invasiones étnicas.
Los Batwa fueron los primeros pobladores. Este término engloba por una
parte los pigmeos (de talla pequeña, que viven de la caza y de la recolección)
que subsisten todavía en los bosques de la región de los grandes lagos y son
conocidos en Ruanda bajo el nombre de Impunyu. Por otra parte se trata de
ceramistas (de talla normal, 1%) que viven en medio de otras poblaciones
ruandesas. A pesar del esfuerzo de las autoridades, estos Batwa (segundo
grupo), salvo algunas excepciones, siguen estando marginados, rechazan la
escolaridad, viven sobre todo de la venta de las vasijas de barro que venden en
los mercados.
Los Bahutu aparecieron en segundo lugar, entre los siglos 7º y 10º. Pertenecen
al grupo de los bantúes de África del Sur, Zaïre, Congo, Centro-África… Son
ante todo agricultores que roturan los bosques. Se organizan por clanes en torno
a un patriarca llamado “Umuwami” el rey. Éste no reinada más que sobre aquellos
con los que compartía lazos de sangre. Era el propietario por excelencia de las
tierras de su pueblo. Los Bahutu forman desde los orígenes la inmensa mayoría
de la población. Representan cerca del 90%.
Hacia los siglos 14-15 llegaron los Batutsi, pastores nómadas
(pertenecientes a la familia de los hamitas que actualmente ocupan los países
como Etiopía, Somalia, Eritrea y Kenia). Estos pastores, organizados también en
grupos familiares, penetraron progresivamente y pacíficamente en las tierras de
los agricultores. Más que espacial, la penetración fue cultural. Los Batutsi
adoptan las estructuras feudales, los ritos y la lengua de los Bahutu.
La vaca es su instrumento de seducción y poco a poco se convertirá en un
arma de dominación. Se crean redes de clientelismo por medio de contratos
ganaderos (ubuhake). Kagame Alexis explica cómo funcionaba este sistema que
solo desapareció hace 40 años. Los ganaderos “acordaban a solicitantes una o
varias cabezas de ganado. Los clientes eran usufructuarios y el patrón podía
retomar sus vacas, sin más, cuando el siervo no le daba entera satisfacción en
lo relativo a las prestaciones ligadas al contrato…”(31).
Sin embargo este sistema de servidumbre pastoral no explica él solo toda la
dominación feudal ulterior que siguió alimentando el complejo de superioridad
ya obsesivo en algunos Batutsi hoy. En una época no bien precisada, en el siglo
16 según algunos autores, los Batutsi llegaron a imponer su hegemonía por
conquistas de guerra. Las “milicias” organizadas primero como protección de los
clanes familiares van anexionando territorios de hamitas rivales y de
agricultores Bahutu, a la vez que van extendiendo las redes clientelares. Se
puede comprender perfectamente en este proceso de conquistas guerreras que el
sistema de servidumbre se convierte en un arma muy explotada por los jefes
guerreros Batutsi para hacerse con otros territorios de agricultores: los
campesinos ligados a sus patronos por los contratos de servidumbre se
benefician de la protección contra las razias, pero deben facilitar y ayudar a
penetrar en los territorios que se van a conquistar. En el siglo 19, en
vísperas de la infiltración europea, si bien algunos reinos bahutu (sobre todo
del norte del Ruanda actual) hayan podido resistir y guardar su autonomía, la
dominación tutsi se refuerza y centraliza en torno al rey, Mwami”, y de su
corte, gracias a todo un sistema monárquico protegido por la doctrina de un
código esotérico (ubiquité)(32).
·
1894 (mayo) : El alemán conde Von
Goëtzen penetró y atravesó Ruanda con un grupo de 6000 hombres ; no
encontró resistencia y fue recibido en la corte de Kigeli IV. Los alemanes,
conquistadores, no destronaron al rey.
·
1899 : Creación por parte de los
alemanes de la región Ruanda-Burundi e instauración de un régimen de
protectorado con gobernanza indirecta : se conservaron las estructuras
feudales.
·
1900 (2 de febrero : Inicio de la
evangelización : los primeros Padres Blancos, conducidos por Mons.
Jean-Joseph Hirth llegaron a Nyanza, a la corte de Yuhi Musinga. Mons. Classe,
a quien el Papa Pio IX confió la Iglesia de Ruanda (1922) adoptó posiciones muy
claras en favor de la supremacía de la etnia tutsi.
·
1923 : Tras el fin de la 1ª guerra
mundial, La SDN (Sociedad de Naciones) confió oficialmente Ruanda y Burundi a
Bélgica. Bélgica organizó el país en distritos, jefaturas, confiadas en su
mayoría a los notables batutsi.
·
1943 (17 de octubre : Bautismo del rey Mutara
III Rudahigwa tras un largo catecumenado de 14 años. Su bautismo trae consigo
el “tornado de conversiones”.
·
1946 : La asamblea de la ONU sustituye
el régimen de protectorado por un acuerdo de tutela de Bélgica sobre
Ruanda-Burundi.
·
1952 : El poder belga toma diversas
medidas para reducir la desigualdades entre batutsi y bahutu.
· A partir de 1956 : Las relaciones se tensan entre la tutela belga y el Mwami (rey),
que espera obtener de la ONU la independencia conservando a la vez el sistema
monárquico tradicional. Los Bahutu, organizados en partidos políticos,
contestan cada vez más la hegemonía tutsi.
·
25 mars: El Padre André Perraudin es
consagrado obispo de Kabgayi. Fue la primera autoridad eclesiástica que se
atrevió a elevar la voz contra las desigualdades fundadas en la pertenencia étnica.
“…las riquezas por un lado y el poder político por otro están en realidad en
proporción considerable entre las manos de personas de una misma raza”(33). Haciendoun
llamamiento a más “caridad y justicia social », recomienda a quien
corresponda el derecho a promover « los derechos fundamentales » para
todos los ciudadanos ruandeses.
·
En 1957, nueve intelectuales Bahutu,
entre ellos Grégoire Kayibanda, publicaron el « Manifiesto de los
Bahutu ». La tutela belga, cada vez más, se mostró favorable a la causa
hutu, al mismo tiempo que el Mwami reforzó su oposición.
·
1959 (25 de julio) : Muerte del rey Mutara III
Rudahigwa en Bujumbura (Burundi) ; los rumores crearon una confusión en el
país. En un clima apasionado, Ruanda se divide en:
- Una corriente monárquica (Unión nacional ruandesa, UNAR) que
se apoya en el rey y en los notables tutsi para obtener de la ONU la
independencia nacional, contra la potencia colonial, ya la vez que conserva el
régimen monárquico.
- Una corriente revolucionaria (PARMEHUTU : Partido del
movimiento por la emancipación hutu) que se apoya an la mayoría hutu, la
Iglesia y Bélgica para derrocar el poder
tutsi y establecer una República, antes de acceder a la independencia.
· 1de noviembre : A la salida de la misa de Todos los
Santos, un líder hutu fue molestado por un tutsi en Byimana (Gitarama). El
incidente provocó revueltas que incendiaron el país: centenares de víctimas,
incendios, saqueos marcaron el enfrentamiento entre Bahutu y Batutsi, una parte
de estos emigró a Burundi y hacia los países vecinos, como Uganda. Las autoridades
belgas impusieron un régimen militar.
·
1960 (noviembre) : En la asamblea general de
la ONU, partidarios y adversarios de la monarquía se enfrentaron : unos
denunciaron la colonización belga, otros el régimen feudal. La ONU recomendó la
rehabilitación del Mwami y elecciones legislativas bajo su control.
· 1961 (28 de enero) : Enfrentándose a la ONU, todos los alcaldes y concejales elegidos,
reunidos en Gitarama proclamaron el final de la monarquía y fundaron la
República : eligieron un presidente, los miembros de la Asamblea legislativa
y de la Corte suprema. Aprobaron los principios fundadores del nuevo régimen y
constituyeron un gobierno, reconocido pronto por la tutela belga. Ante este
hecho consumado, la ONU envió a Ruanda una comisión encargada de preparar las
elecciones legislativas y el referendum.
·
1961 (25 de septiembre : La consulta significó la
victoria del PARMEHUTU (77,7%) en detrimento de la UNAR y el rechazo de la feudalidad y del retorno
del Mwami (80% contra).
·
1961 (4 de octubre) : La Asamblea legislativa
proclamó oficialmente la República ruandesa y eligió a Grégoire Kayibanda a la
presidencia el 26 de octubre.
· 1962 (1 de julio) : Ruanda es independiente. La Asamblea elaboró la Constitución,
estableció el régimen electoral, reorganizó el territorio en 10 prefecturas y
143 municipios que sustituyeron las estructuras feudales y coloniales. En 1965,
Kigali se convirtió en la capital oficial de Ruanda.
·
1963 (diciembre) : La joven República debió
hacer frente a varias incursiones armadas de los partidarios de la monarquía
refugiados en Burundi y en Uganda. Se multiplicaron en varias regiones las detenciones y ejecuciones de los líderes de
la UNAR y de notables tutsi.
Todo estaba por hacer en esta pequeña nación que sale de la feudalidad y de
la tutela colonial. Se dieron los primeros pasos cara al desarrollo y a la
independencia. Pero las rivalidades regionales, las disputas personal
dividieron poco a poco al MDR-PARMEHUTU en el poder.
·
1972 : En Burundi estallaron revueltas
que trataron de eliminar políticamente a los Bahutu ; disturbios que
provocaron la llegada de oleadas de refugiados bahutu a Ruanda y a otros
lugares. Ello reforzó el malestar que había comenzado a aparecer desde hacía
meses en Ruanda.
·
1973 : Nueva ofensiva de los batutsi
del exterior ; persecución anti-tutsi en el interior.
·
1973 (5 de julio) : El Jede Estado-Mayor,
Juvénal Habyarimana, dió un golpe de Estado. Los partidos fueron suspendidos y
la Asamblea Nacional fue disuelta. Detención masiva y encarcelamiento de
políticos. Éstos perecerán asesinados casi todos en la cárcel. Grégoire Kayibanda,
destituido, murió años más tarde en su residencia vigilada.
·
1975 (5 de julio) : Creación del MRND (Movimiento
revolucionario nacional para el desarrollo)), partido único que trató de
agrupar a todos los ruandeses sin distinción de etnias, de religión, sexo u
origen.
Dotado de un evidente carisma para gobernar, el
presidente Habyarimana conquistó la opinión internacional por sus esfuerzos de
desarrollo del país. Pero esta popularidad ocultaba mal las injusticias cada
vez más claras de naturaleza regional. Era originario de la región del norte
(Rukiga). Los originarios de otras regiones, principalmente del Centro y del
Sur, fueron sistemáticamente colocados fuera del circuito en materia de derecho
al trabajo y a la educación, y un
círculo de pariente y cercanos a la familia dirigente se apropió tanto de las
riquezas como del poder. « Agrupa a miembros de la elite militar y
civil principalmente surgidos del municipio de Karago y Gigiye. Constituyen no
solo una red de poder paralelo en el ejército, en el partido y en la
administración, sino también un grupo parasitario del sistema económico y
financiero del país (34).
· 1979 : En Kenia se creó la Rwandese Alliance for National Unity (RANU) por parte
de los refugiados batut5si ruandeses. Más tarde se transformaría en el Frente
Patriótico Ruandés, (FPR). Nacido en Uganda en 1987 y estructurado en torno
agrupos de refugiados instalados en Uganda y Kenia, a los quer progresivamente
se agregaron componentes provenientes del Zaire, Burundi y Tanzania y del
interior de Ruanda, acogió en su seno a diversos opositores bahutu, antiguos
dignatarios disidentes con el poder de Habyarimana, concretamente Kanyarengwe
Alex, Sthe Sedasshonga y Pasteur Bizimungu . Más tarde, una vez alcanzado el
poder por parte del FPR, todos estos bahutu serán eliminados físicamente o
políticamente.
· 1986 : Surgieron en Ruanda opositores al régimen del MRND.
En Uganda, Museveni, aliado de los batutsi ruandeses, derrotó militarmente
el régimen.
· 1990 (1 de octubre) : El FPR, apoyado por Museveni, atacó Ruanda.
· 1991(julio) : El multipartidismo fuer reconocido oficialmente. En el periodo
1991-1994, 18 partidos fueron reconocidos oficialmente. El FPR no figura por el
hecho de su somponente armado. Esquemáticamente pueden agruparse en tres
“alianzas”:
1/ADR, Allianza para el reforzamiento de la democracia (MRND, CDR, PECO, PARERWA,
PADER)
·
MRND, Movimiento republicano nacional
para la democracia y el desarrollo, ex-movimiento, partido único de 1975 a
1991 (Presidente : Mathieu
NGIRUMPATSE, Hutu de Kigali).
·
CDR, Coalición para la defensa de la
República y de la democracia (23/3/1992). Presidente: Martin BUCYANA, Hutu de
Cyangugu, asesinado en Butare el 23 de enero de 1993, sustituido por Théoneste
NAHIMANA, hutu de Gisenyi.
Estas dos
formaciones mantienen milicias: Interhamawe (los que trabajan juntos), Impuzamugambi (los que tienen el
mismo objetivo)
·
PECO, Partido ecologista (30/11/1991)
·
PARERWA, Partido republicano de Ruanda
(20/1/1992)
·
PADER, Partido democrático ruandés
(20/1/1992)
·
MFBP, Movimiento de mujeres de del
pueblo bajo (31/12/1991)
·
PDI, Partido por la democracia
islámica (30/11/ 1991)
·
PRD, Partido por la renovación
democrática (18/ 7/1992)
Esto tres partidos no pertenecían al ARD, pero se
movían en torno al MRND.
2/ Comité de concertación: MDR, PSD, PL, PDC, PSR
·
MDR, Movimiento democrático
republicano (julio 1991). Presidente : Faustin TWAGIGAMUNGU. Primer
vice-presidente : Dismas NSENGYAREMY.
·
PSD, Partido social-demócrata (julio
1991), (Presidente : Frédéric NZAMURAMBAHO, hutu, Gikongoro).
·
PL, Partido liberal (julio 1991), Presidente:
Justin MUGENZI (hutu, Kibungo), Primer vice-presidente: Landouald NDASINGWA (tutsi,
Kigali).
·
PDC, Partido demócrata cristiano
(julio 1991) Presidente: Jean Népomuscène NAYINZIRA, hutu, Gisenyi
·
PSR, Partido socialista ruandés
(18/8/1991) Presidente: Médard RUTIJANWA, tutsi, Kigali
3/ Partidos independientes: Partido demócrata, PPJR-RAMA RWANDA, RTD, UDPR
·
PD, Partido demócrata (07/03/ 1992)
·
PPJR-RAMA RWANDA, Partido progresista de la
juventud ruandesa
·
RTD, Agrupamiento travallista por la
democracia (07/11/1991)
·
UDPR, Unión democrática del
pueblo ruandés
4/ FPR, Frente patrótico ruandés. Fundadores : Fred RWIGEMA, tutsi de
Gitarama, ex-jefe de estado-mayor del ejército ugandés y luego vice-ministro de
Defensa de Uganda (matado al inicio del ataque del FPR a Ruanda). Paul KAGAME
(comandante en jefe del FPR, tutsi de Gitarama, exjefe adjunto de los servicios
de seguridad-inteligencia del ejército ugandés)[35].
Ruanda se encontraba en plena crisis social sin precedentes:
La vida del país estaba atrapada entre el yunque y el martillo : Por
un lado, graves violaciones de los derechos humanos (masacres, asesinatos…) de
los que eran responsables el FPR y el MRND ; por otro lado el oportunismo que
caracterizó a algunos líderes opositores que se sirvieron de la población para
alcanzar ambiciones personales. La crisis en el seno del MDR, principal partido
de la oposición comprometido en las negociaciones fue un ejemplo entre otros. Los
acuerdos de paz de Arusha preveían el nombramiento del Primer ministro antes de
su firma. Dismas NSENGIYAREMYE, vice-presidente del MDR ocupaba el puesto desde
1992 y esperaba sucederse a sí mismo, pero tenía un rival, Faustin
TWAGIRAMUNGU, presidente de MDR. Éste último, apoyado por el MRND y el FPR,
logró desvancar a Nsengiyaremnye y se presentó, como presidente del MDR, como
candidato designado a la cabeza del “gobierno de transición”, según los
acuerdos de Arusha. El 23 de julio de 1993 sería excludio del MDR, pero sería
activamente apoyado por el FPR. El partido MDR se escindió en dos tendencias
organizadas en toro a los dos hombres y esta división vino muy bien a todos los
que deseaban que los acuerdos de paz fracasaran. La ambigüedad de los hombres
políticos, concretamente de los opositores democráticos, no hizo, en cualquier
caso, más que entregar el país a los extremistas de ambos lados.
·
1993 (Junio): Por primera vez en su historia,
en Burundi fue elegido presidente del país un hutu, Melchior Ndadaye.
·
1993 (agosto: Firma de los acuerdos de paz de
Arusha (Tanzania) que preveían que el poder fuera compartido entre el MNRD, la
oposición democrática y el FPR.
·
1993 (octubre): Asesinato en Burundi del
presidente Melchior Ndadaye por ejército tutsi.
·
1994 (enero): Bloqueo de los acuerdos de
Arusha a causa del rechazo de la parte presidencial de poner en pié un gobierno
de transición ampliado al FPR.
·
1994 (6 de abril): Atentado contra el avión en el
que regressaban los presidentes Juvénal Habyarimana de Ruanda y Cyprien
Ntaryamira de Burundi. Regresaban de Dar-es-Salaam de una cumbre regional por
la paz. Las masacres comienzaron en Kigali contra los tutsi y contra los opositores
hutu. La tragedia se extendió muy rápidamente al todo el país.
· 1994 (5 de junio : Le FPR asesinó en Gakurazo (Gitarama) a 15 personas
(3 obispos, 9 sacerdotes, 1 religiosos y 2 jóvenes, uno de ellos un niño de
unos 7 años).
· 1994 (23 de junio): Fuerzas francesas penetraron en Ruanda en el marco de la misión
Turquesa ; intervención humanitaria autorizada por la resolución 929 del
consejo de seguridad.
· 1994 (4 de julio): El FPR se apodera de Kigali. Éxodo masivo de hutu en dirección del Zaire.
Cientos de miles de ellos perecerán asesinados (en 1997) por el FPR ayudado por
los Banyamulenge (milicia tutsi del Zaire) y el ejército tutsi de Burundi.
Estamos en el año 2.000. El poder
está en manos del FPR. El país está confrontado a enormes problemas ligados
principalmente al no respeto de las libertades fundamentales y a la pobreza. No
hay libertad de expresión. Todos los medios de comunicación son
progubernamentales. Nadie (no siquiera los ciudadanos extranjeros y
concretamente los misioneros) puede aventurarse a decir en voz alta lo que
observa sin arriesgar su vida. Desde el punto de vista económico la situación
es dramática ya que el país avanza a dos velocidades. Por un lado, una minoría
que está en los engranajes del poder y, a menudo, agrupada en las grandes
ciudades, se enriquece vertiginosamente. Por otra parte, el resto de la
población, incluso los funcionarios del Estado, se empobrece más.
Orléans, 05 juin 2000,
Emmanuel DUKUZEMUNGU
[1] Human Rights Watch, Lettre au
Procureur général du TPIR rendue
publique le 1er juin 2009, http://www.hrw/node/83538
[2] Prof. Peter Erlinder, Tribunal
Pénal international pour le Rwanda: un modèle pour la justice internationale ou
impunité judiciaire pour le vainqueur?
http://www.rwandadocumentsproject.net/gsdl/collect/comment/index/assoc/HASH1757.dir/erlinder-ictr-paris-fre.pdf
[3] Espérance Mukashema es la mamá de Richard Sheja, el
chaval de 8 años matado por el FPR el 5 de junio de 1994 con los eclesiásticos
en Gakurazo. Esta presente en Gakurazo en el momento de los hechos. El testigo
afirma que después de los asesinatos de Gakurazo, éstos prosiguieron en otros
lugares con el objetivo de hacer desaparecer5 testigos potenciales. Esto
concuerda con las afirmaciones de otro testigo que habla del asesinato de
Tatiani, el hermano de Mons. Thaddée Nsengiyumva. Cuando la toma de Kabagyi, el
2 de junio, por parte del FPR, el testigo y Tatiani formaban parte de las
personas alojadas por el CIRC. El Comité Internacional de la Cruz Roja estaba
en la escuela de enfermeras de Kabagyi. Días más tarde, fueron conducidos hacia
el sur del país a Tilima. Allá, el FPR separó a hutu y tutsi. Llavados de noche
en camión, los hutu, hombres y mujeres, fueron llevados a la cárcel de Kigali. Molesto
por la movilización del CICR, el FPR liberó a los prisioneros, pero Tatiani
faltaba en la lista. Tatiani, hermano de Mons. Thaddée Nsenguyumva, fue
asesinado
[4] El territorio naciona hasta 1994 estaba dividido en 11 Prefecturas, 143 Municipios, 17 de ellos
en Gitarama. Cada municipio, cuyo alcalde es nombrado por el Estado está
dividido en sectores dirigidos por el Concejal elegido por la población. Los
sectores están subdivididos en Células, grupos que reúnen a centenares de
familias. Las Células último escalón administrativo fueron instauradas por el
poder MRND, partido único de 1975 a 1991.
El hábitat en Ruanda es diferente al conocido
generalmente en Europa. Por ejemplo, no hay aldeas. Las casas están
desperdigadas, cada familia posee su trozo de tierra que explota ; tierra
que el jefe de la familia deberá compartir con los hijos varones, cuando funden
un hogar. El fenómeno de la sobrepoblación acentúa de año en año los problemas
ligados a la herencia; ligados al reparto de las tierras en familias numerosas.
Por otra parte, ha aparecido actualmente, 2000, la política de agrupamiento de
la población en aldeas en algunas regiones.
[5] Le FPR (Froente patriótico ruandés), es esta
organización político-militar nacida en Uganda en 1987 y estructurada en torno
a grupos de refugiados tutsi instalados en Uganda y en Kenia, a los que se
unieron progresivamente componente provenientes del Zaire, Burundi y Tanzania y
del interior de Ruanda. Atacó el 1 de octubre de 1990 Ruanda desde Uganda. Paul
Kagame, su jefe militar y actualmente presidente del país, lo instaló en el
poder después de la victoria militar en julio de 1994.
[6] ESI A3, Ecole des Sciences Infirmières. Er auna escuela
privada de la diócesis de Kagayi que formaba auxiliares de salud.
[7] Organización de jóvenes del MRND, los
interahamwe (los que trabajan juntos) nacieron con el multipartidismo en 1991.
Rápidamente se convirtieron en una milicia que, con métodos paramilitares,
sembró el terror en todo el país. Su brutalidad y barbarie alcanzaron su apogeo
con las masacres de 1994. Se cuenta entre sus cientos de víctimas a
Cyprien Rugamba (poeta) Rodrigue Karemera (músico) André Sebanani (actor) y el
sacerdote Gakuba Tharcisse, amigo mío.
[8] « Inkotanyi » (« los
que combaten juntos encarnizadmente ») es el nombre de guerra que se
habrían dado los combatientes del FPR. La historia de los reyes batutsi
ruandeses recuerda que el ejército del rey conquistador Kigeli Rwabugili se
llamaba « Inkotanyi ». Desde el inicio de su ataque el 1 de octubre
de 1990, los Inkotanyi no reculan ante nada para llegar al poder: mentiras,
trucages en la información y manipulación que ciega a los ingenuos (ruandeses o
extranjeros) y barbarie que no perdona ni siquiera a mujeres embarazadas. Entre
los centenares de miles de víctimas vuelvo a ver a Gatorano, mi tío y a
compañeros y amigos de mi edad : los sacerdotes Fidèle Mulinda y François
Twagilimana.
[9] Llegada masiva de ayudas, necesidad
de movilización de algunos refugiados (hombres válidos) para cargar y descargar
los vehículos. Esta persona formaba parte del grupo en cuestión y visiblemente
supo llevar adelante su misión de espionaje.
[10]
[11]
[12] La expresión “kubohoza” nnació con el
naciomiento de los partidos políticos tres años antes. Los afiliados a los
partidos opositores la empleaban encuanto lograban hacer salir del MRND
(partido único en el poder)a un militante que ellos recuperaban. Entonces se
convertía en “twamubohoje” (lo hemos liberado). Hubo, sin embargo, un
deslizamiento del sentido cuando se produjeron los disturbios de abril de 1994.
La expresión fue recuperada cuando se trataba de saquear, con el sentido de
“apropiarse, robar, por la fuerza de los bienes de otros”. No obstante, no
perdió su contenido humorístico y habñia entrado en el lenguaje familiar. Muy
utilizado podía ser utilizado el término para indicar losgar cualquier cosa de
una manera u otra. En este sentido
último empleó la expresión JMV.
[13] Hijo de Karemera de Ntinyishi (Sector Buhoro),
Athanase era empleado, chófer, del municipio de Tambwwe
[14]
[15] Me enteré que se llamaba Fred Tuvugimana.
[16] Richard Sheja es el hijo de una señora tutsi
alojada y escondida durante las masacres por los hermanos.
[17] Personalmente no realicé enseguida el sentido
de estas palabras. En cualquier casoeste tipo de reacción recordaba las
palabras pronunciadas por los Inkotanyi a la mañana, después de nuestra llegada
a Gakurazo antes de la misa. Un grupo de Inkotanyi se había aproximado de los
sacerdotes, entre ellos Alfred Kayibanda y François Muligo, y se había iniciado
una discusión cuyo tema era el papel de la Iglesia de Ruanda en la sociedad.
Desafortunadamente yo no había podido seguir esta discusión ya que estaba
ocupado con la preparación de la misa. Sin embargo, al pasar cerca de ellos,
pude percibir que las dos partes no llegaban a entenderse, unos criticando la
Iglesia y los otros defendiéndola.
[18] Este hermano había huido como los otros pero
estaba en el exterior del patio. A la llegada de los Inkotanyi a los establos,
se había dirigido a sus compañeros con viva voz para saber si estaban siendo
atacados por los Interahamwe o si estaban con los “Izamarere” (otro nombre dado
a los Inkotanyi por parte de sus partidarios, que significa “combatientes
valientes”). A punto estuve yo de ecahrme a reír; se notaba que estaba angustiado ante la idea de un ataque de los
“enemigos Interahamwe” y que esperaba la señal para escapar inmediatamente. No
se atrevió a entrar, a pesar de que los del interior le tranquilizaron. Los
miembros de la congregación de los hermanos josefitas son exclusivamente de la
etnia tutsi, salvo raras excepciones. El hermano del que hablo aquí es un
tutsi. Sus palabras lo prueban. La presencia de losInkotanyi, tutsi, no le
preocupa. Tiene miedo de los Interahamwe, hutu.
[19]
[20] Instantes después de la masacre, los Inkotanyi
habrían tenido interés en mostrar a un grupo de personas de entre los
refugiados un cadáver vestido de militar que yacía en el portal, al exterior
del recinto. Este cadáver, según los Inkotanyi, sería el del asesino.
[21] Literalmente: La falta de una muchacha ensucia
negativamente la imagen del grupo.
[22]
[23] Debía de ser el jefe de los Inkotanyi del lugar.
[24] Me enteré (sin poderlo verificar) que uno de
estos Inkotanyi se llamaría Frank Mugambage y ocuparía, en 2000, un puesto
importante en el ministerio del Interior.
[25] Alphonse MBUGUJE, párroco, fue matado por los
Interamwe en Cyangugu ebn mayo de 1994. El sacerdote François TWAGILIMANA,
coadjutor, fue matado por los Inkotanyi en Muyunzwe, con el sacerdote JM
Vianney Rusingizandekwe, en julio de 1994.
[26] Benebikira: “Hijas de la Virgen María”.
[27] En el momento de la publicación de este
testimonio, 2014, La hna. Marie-Louise había fallecido.
[28] En el momento de la publicación de este
testimonio, junio 2014, la Hna. Didacienne había muerto.
[29] Benetereziya: “Hijas de Santa Teresa”.
[30] KAGAME A. Un abrégé de l’ethno-histoire du Rwanda, Butare,
Ed. universitaires du Rwanda 1972, 286
pp
[31] KAGAME A. Op.cit. 28-29
[32] Tras la muerte del rey, los detentadores del código
esotérico (abiru) elegían el nuevo según las líneas dinásticas. La reina madre,
que tenía un poder importante, era también elegida entre los principales
clanes; se conformaba así una regulación por alternancia entre las dinastías
tutsi que se disputaban el control del poder. La vida de la corte y de todos
los vasallos constituía una sucesión de intrigas, asesinatos y venganzas.,
razias y expediciones guerreras. Kigeli IV Rwabuligi (1853-1895), el último rey
antes de la penetración europea, es conocido, con su ejército Inkotanyi, por su
crueldad pedante y metódica.
[33] Carta Pastoral del Mons. Perraudin, Vicario
Apostólico de Kabgayi, en la Cuaresma de 1959, p.33.
[34] Fuente:
Un abrégé de l’ethno-histoire du Rwanda, Butare, Ed. universitaires du
Rwanda 1972, 286 pp
[35]
Fuente : Rapport de l’Assemblée Nationale française intitulé
« Mission d’information sur le Rwanda »
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